16 de agosto de 2007

Sobre cretinismo parlamentario y antiparlamentario

A pesar de los discursos, los hechos siguen demostrando hacia donde va la dirección del Partido. El último paso ha sido el acuerdo con el PPD para suscribir un pacto «por omisión» en las próximas elecciones municipales, dejando en nada la resolución de la Conferencia Nacional en orden a «hacer los esfuerzos» por recomponer el pacto del Juntos Podemos (como forma de) «recomponer una fuerza de izquierda que se exprese más allá de las coyunturas electorales», como lo dijera Guillermo Teillier en el Caupolicán.
Recordemos que, luego de que el presidente del PPD lo anunciara públicamente, la dirección tuvo que retractarse de haber aceptado ingresar al gobierno con un cargo en el Instituto de Derechos Humanos, sin embargo se siguen recibiendo «aportes» económicos, como el que acepta el ICAL de los recursos de la presidencia. Por un lado se sostiene que la Concertación está en crisis, que sigue sosteniendo al sistema heredado de Pinochet y por otra, esquizofrénicamente, se hace pactos con ella y se le «presta ropa» para que dicha crisis no se agudice, dejando en claro cual es el «viraje» que se pretende hacer desde la dirección.
En el ámbito de los derechos laborales, se hacen homenajes a Rodrigo Cisternas y a los trabajadores que luchan, pero a la vez se despide fuera de toda legalidad a trabajadores de la Universidad ARCIS, de Radio Nuevo Mundo y del Semanario El Siglo, borrando con el codo cualquier discurso.
En El Siglo de esta semana (del 8 al 14 de junio de 2007), como en el discurso del Caupolicán, se denuncia campañas anticomunistas «de grupúsculos que se visten con patente de izquierda revolucionaria elevada al cubo» (Guillermo Teillier) y «grupos llamados anarquistas, páginas de internet, burdas maniobras y descalificaciones (...) grupos minoritarios (que) se prestan para ser instrumentos» (Iván Rodríguez), acusando el golpe que ha significado para la dirección el que surgan críticas fundamentadas frente a su actuar derechizante, lo que ha contribuido a su propio desprestigio. Habría que ver, en un evento verdaderamente democrático, quiénes son mayorías o minorías al interior de nuestra organización.
Tal vez se hace necesario en este momento dar un vuelco profundo en la vida del Partido Comunista, hoy administrado por una cúpula apegada a su propia forma de «ganarse la vida», que puede cambiar auto de forma seguida, que hace «negocios» con el dinero de todo el Partido, que hace mucho tiempo que no tiene que andar preocupada de como pagar las cuentas a fin de mes y que, además, ve en el ingreso al Parlamento la forma de perpetuar su dominio.
Es necesario dotarse de una nueva forma de democracia interna que impida la generación de estos grupos de poder, que ayude a facilitar el surgimiento de nuevos dirigentes, que estos se prueben en las calles, en las movilizaciones de trabajadores, pobladores o estudiantes y no se apernen a un escritorio y una sede que creen les pertenece por decreto.
El Partido Comunista debe ser el instrumento de la clase obrera para su liberación, para construir el Socialismo y alcanzar el Comunismo, dejando atrás el reformismo propio de quienes pretenden «incidir» sin construir las condiciones para vencer.
En el marco de la discusión ideológica, hemos recibido un aporte del Juntos Podemos de Francia, firmada por Paco Peña, que les adjuntamos.
No podemos dejar de expresar nuestro pesar ante la súbita partida del compañero Javier Chávez. Hombres como él han hecho un aporte real al sentido de clase y de lucha de nuestro Partido. Su ejemplo nos acompaña en este esfuerzo por devolver al Partido a la senda de la Revolución y el Socialismo.

Fraternalmente
Comité Editorial
Revista Principios

Sobre cretinismo parlamentario y antiparlamentario.

Cretinismo : forma de retraso intelectual en los enfermos de bocio, particularmente frecuente en países montañosos. (Vocabulario de psicología, Henri Piéron, PUF, Francia, 1951)

Durante el Congreso de la Internacional Comunista en agosto de 1920, pocos meses después de haber escrito su célebre obra sobre el ultraizquierdismo, en el curso de una animada discusión entre revolucionarios de varios países, Lenin contestó precedente intervención de Amadeo Bordiga -que jugó un papel importante en la fundación del PCI- y que desde hacía algunos años ya había expresado su hostilidad a la participación electoralista y al parlamentarismo, propugnando la utilización de la violencia para la conquista directa del poder. En su respuesta Lenin le reprochó a Bordiga padecer la « enfermedad infantil ». Pocos meses antes, entre abril y mayo de ese año, Lenin había escrito su famoso libro sobre el ultraizquierdismo. En él las emprendía contra algunos dirigentes de diversos partidos comunistas europeos que discrepaban de la línea del PC soviético.

En el congreso de la Internacional Comunista, Lenin denunció el cretinismo de algunos dirigentes que rehusaban participar en el juego parlamentario. Sin embargo, en su obra antes mencionada, el mismo Lenin narra que el partido bolchevique en el curso de su lucha contra el zarismo, había llamado al boicot de la Douma en 1905 y había utilizado la expresión que anteriormente Marx también ya había empleado en el 18 Brumario de Luis Bonaparte y en La guerra civil en Francia. Marx, Engels y Lenin, fustigaron tanto al « cretinismo antiparlamentario » como al « cretinismo parlamentario ». Porque claro, la patología puede desarrollarse en los dos sentidos y Lenin en su libro sobre el ultraizquierdismo se refiere sobre todo a aquellos revolucionarios que se niegan a admitir la necesidad de participar en los parlamentos, observando que en muchas ocasiones dicha participación puede ser una tribuna importantísima para los representantes de los partidos revolucionarios.

Sobre enfermedades y dolencias también habló muchas veces el doctor Marx. En el 18 Brumario de Luis Bonaparte, tiene duras palabras para aquellos que se ilusionan con el juego parlamentario : « Hay que estar verdaderamentemuy afectado por esta enfermedad tan particular que desde 1848 golpea a todo el continente, es decir, el cretinismo parlamentario, que relega a un mundo imaginario a aquellos que la sufren y les quita toda inteligencia, todo recuerdo, toda comprensión del rudo mundo exterior ».

Esta polémica es ociosa en nuestros días, puesto que aparece a todas luces necesario que los que están interesados en el cambio del estado de cosas deben echar mano a todas las posibilidades que entrega la institucionalidad vigente, incluso si ésta es espúrea, excluyente y antidemocrática como en el caso de Chile. No se trata entonces de criticar el legítimo derecho de aquellos que quieren terminar con la seudodemocracia imperante utilizando todos los medios legales a su alcance, sino más bien de poner de relieve que la búsqueda desesperada de representación parlamentaria -en un parlamento corrupto, desprestigiado y que es una emanación de las instituciones impuestas por Pinochet en 1980- choca con un hecho mayor corroborado por tirios y troyanos : la esencia de la constitución de 1980 y la posterior reformita de Lagos, están destinadas a perpetuar la existencia de un orden que garantice la reproducción del modelo neoliberal per seculam, y que genera asimismo los mecanismos legales necesarios para autoprotegerla de toda reforma substancial.

En el programa de la oposición a la dictadura que ganó el plebiscito en 1988, una de las medidas principales era la abrogación de la constitución de Pinochet. Era una exigencia « intransable » se oía decir por entonces a democristianos, socioslistos, pepedeístas y a la izquierda. Esta medida necesaria sigue vigente hoy a diecisiete años de una interminable « transición democrática », porque la reformita de Lagos transformó el texto original en constitución Pinochet-Lagos, modificando algunos aspectos de ella pero dejando lo esencial. Es un orden institucional impuesto por la dictadura, al cual se han acomodado muy bien los diversos gobiernos concertacionistas desde 1990.

Una de los objetivos de la constitución vigente es impedir su reforma debido a las mayorías calificadas que se requieren para ello. Entre algunas de las disposiciones impuestas por la dictadura está la cuestión del sistema electoral (completada por una ley orgánica), que garantiza una sobrerrepresentación de los partidos de derecha, haciendo de esta manera prácticamente imposible que los quóroms requeridos para reformar el articulado puedan ser alcanzados.

Luego de los cabildeos entre concertacionistas, la familia de los Ochocientos y la actual dirección del PC, y después de los anuncios propagandísticos hechos con gran bombo, nada en concreto se ha logrado al respecto como no sea haber dilatado por un largo período el trámite parlamentario de la hipotética modificación del binominal. Está visto entonces que los conciliábulos cupulares sirven a los tres contertulios antes mencionados para emborrachar la perdiz.

A los primeros para darle garantías al PC y demostrar que cumple su palabra con uno de los puntos solicitados para votar en la segunda vuelta por M. Bachelet y al mismo tiempo, inhibir toda veleidad contestataria de la actual dirección de ese partido. Por otro lado, le permite tratar de salir del mal paso en que se encuentra desde hace varios meses, agravado estas últimas semanas por el desastre provocado por el negociado de Chile Deportes y el Transantiago puesto en marcha por Lagos y sus boys antes de irse. De paso, la estrecha colaboración con la dirección del PC le entrega a la Concertación la posibilidad de neutralizarlo poniéndole una mordaza, atenúa sus críticas y reivindicaciones, invitándolo a « sentarse a conversar » alrededor de amenos tecitos con tostaditas. Para la Concertación los votos del PC significarían liberarse un poco del peligro que se cierne para las próximas elecciones presidenciales y le despejaría la cancha debido a la creciente contestación y exasperación de diversos sectores populares.

Algunos gestos del gobierno en dirección del PC ya habían ayudado a esta suerte de « comprensión » de la dirección PC y a su relativo desperfilamiento y mengua en acciones antigubernamentales. El dinero entregado a título de reparación y resarcimiento por el robo y expropiación de bienes de su propiedad durante la dictadura, la dirección del PC lo ha invertido en empresas comerciales. Curiosamente, este dinero parece haber contribuido a disminuir su ardor contestario y explica la abulia de la dirección del PC en las últimas movilizaciones habidas en el país.

A los representantes de la familia de los Ochocientos, participar en conciliábulos cupulares con gobiernistas y algunos dirigentes del PC, les da un aire de respetabilidad democrática y así tratan de recuperar una nunca habida virginidad, toda vez que el país entero conoce el pasado golpista y pinochetista de sus dirigentes. Los Ochocientos se han dado maña para alargar los plazos y además, no todos están de acuerdo en aceptar una reforma del sistema binominal que, repetimos, les garantiza una representación sobredimensionada. Un dirigente derechista justificó su reticencia a la reforma del binominal diciendo : « Aquí hay una hipocresía enorme…siempre se dice para la galería que hay que cambiar el sistema binominal, pero nadie lo quiere cambiar a excepción de los comunistas. La solución es que el PC se incorpore a la Concertación tal como lo están haciendo en la lista única que presentan ambos para las elecciones del Colegio de Abogados ».

En realidad, la actual dirección del PC cambió de posición desde hace algunos meses, diríamos, años. Es sintomático que dicho cambio frente al gobierno de la Concertación interviniera una vez ocurrido el deceso de la compañera Gladys Marín. Se evaluó de manera más « comprensiva », más reposada y con menos énfasis crítico a la Concertación y curiosamente, el gobierno, como una manera de ayudar a la elaboración de esta nueva evaluación, puso a disposición de la actual dirección del PC como hemos dicho, una ingente cantidad de dinero por concepto de resarcimiento por robos y expropiaciones de bienes llevados a cabo por la dictadura de Pinochet. La virulencia protestataria del PC decayó y cesó de liderar los diversos movimientos sociales en el país comenzando a ser sobrepasado por su izquierda por nuevas y más pujantes organizaciones, muchas veces formadas por sus propios militantes que actúan fuera de la línea conciliante trazada por la dirección. Muchos de ellos se expresan en el seno de Juntos Podemos

El cambio en la política del PC se manifestó públicamente con el llamado a votar en la segunda vuelta por M. Bachelet y pretendió imponer igual decisión a otros partidos y ONGs del JP. La ruptura con la izquierda del JP se consumó y su dirección, que desde antes de este hecho ya había comenzado a avanzar la idea que había que « incorporar a otros sectores al JP », ligó más estrechamente a un grupo del CC en el diseño de su política, grupo que siempre ha visto con buenos ojos el progresivo deslizamiento hacia los brazos de la Concertación a la que considera como un « aliado natural ». Es el grupo formado por antiguos dirigentes, algunos de los cuales llevan el récord de más de cuarenta años como miembros de la comisión política y que portan una responsabilidad aplastante en la debacle de la UP. De una u otra manera se han mantenido cercanos a la dirección del PC que se ha reforzado con militantes provenientes de otros partidos de la fenecida UP y que aspiran a colaborar con el gobierno de la Concertación. Por cierto, en este trasvestimiento hay una dosis importante de oportunismo y deseos de protagonismo a cualquier precio, amén de apetito por prebendas, cargos, puestos, viáticos, embajadas y demases.

Como la dirección del PC no podía controlar al JP y ni a su ex candidato presidencial cuya imagen había calado profundo en lo que podemos llamar el « pueblo de izquierda », programó el sabotaje del JP y dió nacimiento con fórceps y cesárea a un nonato, el llamado parlamento democrático y social, que murió de muerte natural a poco respirar. El fracaso de esta iniciativa que se orientaba a reemplazar al incontrolable JP por una alianza más hacia la derecha de la izquierda no prosperó. Pero en contrapartida, entre los militantes comunistas la voluntad de actuar de consuno como JP seguía viva. La decepción cundió y ante el empantanamiento del JP deseado por la dirección del PC, algunos partidos se desligaron de éste, como el MIR, que lamentablemente congeló su participación en esta instancia unitaria.

Este proceso de conciliación no ha sido un camino de rosas para la dirección del PC que sabe que encuentra una resistencia tenaz en su base y las medidas disciplinarias tomadas contra jóvenes de la JJCC y dirigentes regionales y comunales lo demuestran. El desgaje del MPMR de la tutela del PC, es otro ejemplo de dicha contestación.

Que se nos entienda bien. En toda lucha política la negociación es un elemento central. Podríamos decir que el abc de la política es la negociación. No estamos abogando por que un partido revolucionario no pueda tener conversaciones con el gobierno de turno e incluso con sus enemigos. Si la política se inventó digámoslo así, fue en parte para no dirimir las diferentes opciones y diferencias a balazos. Ello, claro, en el supuesto que se actúa en el marco de un estado democrático.

Ahora bien, frente al marco de la institucionalidad pinochetista apuntalada por los sucesivos gobiernos de la Concertación caben dos actitudes : utilizar al máximo las pocas posibilidades que entrega la espúrea institucionalidad dejada por Pinochet y Lagos, pensando en que algún día se obtendrá el quórum requerido para modificarla o, junto con utilizar estas magras posibilidades, impulsar sin tapujos la movilización popular, única capaz de doblegar a aquellos que quisieran prolongar el statu quo per seculam.

Decimos entonces claramente que teniendo en cuenta el carácter antidemocrático de esta constitución y su casi imposible reforma por la vía parlamentaria, a los demócratas les asiste el legítimo derecho de actuar dentro y fuera del marco de esta institucionalidad espúrea y obrar por su abrogación.

Parte de la izquierda extraparlamentaria ha escogido este último camino. Pero parte importante de ella ha escogido el primer camino, privilegiando una estrategia única y claudicante : llegar a acuerdos con el oficialismo y la derecha, para tener una cuotita de representación parlamentaria, algunos diputadillos y tal vez, algún día -para las calendas griegas- reformar el engendro constitucional. Ello conlleva la necesidad de bajar el perfil de las luchas populares como una manera de no perturbar la acción gubernamental, uno de los interlocutores privilegiados de la actual dirección del PC.

La dirección del PC estimó luego del deceso de Gladys y de las reparaciones financieras y la elección de M. Bachelet, que los pasos dados por el gobierno « iban en el buen sentido ».

Se trata por cierto de una visión reformista a corto plazo que confunde al pueblo de izquierda y provoca una reacción encontrada en la base militante del PC, más proclive a trabajar con organizaciones sociales y políticas de la izquierda extraparlamentaria que con sectores concertacionistas, incluso si el gobierno de estos últimos prodiga sustanciosas buenas razones de carácter pecuniario que hacen rebosar de dicha a la actual dirección del PC.

Estamos ante una demostración clara de cretinismo, una búsqueda obsesiva y que a veces se vuelve obscena de acuerdos cupulares a todo trance que deja de lado o « tiende a bajar el perfil » de la necesaria movilización popular. La actual dirección del PC, corre así el riesgo de « cortarse » de un vasto sector del pueblo, en el que prima a pesar de todo una lógica unitaria que excluye todo entendimiento programático con la Concertación, mientras ésta aplique el continuismo neoliberal. Decimos bien entendimiento, esto es, acuerdos bajo tabla a espaldas de sus militantes y no conversaciones, puesto que estas últimas un revolucionario debe mantenerlas hasta con el diablo en persona. Las últimas huelgas y movilizaciones de los estudiantes, de los mapuches, de los trabajadores forestales, de protesta por el escándalo provocado por el Transantiago, confirman el aislamiento de la dirección del PC y las críticas cada vez más abiertas de sus militantes de base, quienes actúan de consuno con militantes de otros partidos y organizaciones de izquierda, al margen de la línea trazada por su dirección. Son estos sectores los que comienzan a llevar la batuta en lo que a movilización popular se refiere.

El bloque en el poder, congrega a un sector ligado directamente a la internacionalización de la economía que ha aprobado la inserción de Chile como apéndice situado en la periferia dependiente. Resituar a Chile como apéndice dependiente de la economía central fue el trabajo esencial llevado a cabo por la dictadura militar y que ha sido mantenido por los sucesivos gobiernos de la Concertación.

Por cierto, en todo bloque en el poder hay diversos componentes, cada cual con sus particulares características, pero los lazos transversales de la Concertación con la derecha (políticos, sociales, culturales) se comenzaron a manifestar con más fuerza desde el gobierno de Lagos. Recordemos que con ocasión de la última elección presidencial, la revista Capital (no querido lector, desengáñese, no se trata del viejo Marx) publicó una encuesta entre los patrones y dueños de empresas y de ella se desprendía que Lagos era su candidato favorito

El reformismo y la conciliación han sido una receta aplicada muchas veces en diversas latitudes. En Italia llevó a la desaparición del PCI y a la actual fusión de éste con la DC, con el consiguiente desencanto y descenso del horizonte de aspiración de cambio de las masas. En Francia, la colaboración de clases se manifestó en la llamada « mutación » emprendida por la dirección reformista del PCF que ha llegado hasta a vociferar con sus corifeos y amanuenses socialdemócratas las salmodias anticomunistas más burdas y que aceptó participar en un mal llamado gobierno de « izquierda plural » dirigido por el PSF, que durante los cinco años en el poder privatizó más empresas que los precedentes gobiernos de derecha. La sanción popular en 2007 ha sido inequívoca el : el PCF ha obtenido un 1,9% de los sufragios en la última elección presidencial y se encuentra hoy en una agónica fase terminal.

En contrapartida, la izquierda consecuente, extraparlamentaria como en Chile, ha registrado una adhesión popular, que tomando en cuenta las difíciles condiciones en las que dió la última batalla electoral francesa, obtuvo más del 8% de los sufragios (LCR, LO, PT y Altermundialistas). La lección es clara : cuando se estrechan relaciones con la socialdemocracia, el electorado popular se aleja. Lo que nos lleva a parafrasear una vieja y archiconocida frase de Tomic utilizada en muchas ocasiones por el PC que viene como anillo al dedo: « Cuando se gana con la nueva derecha (Concertación) es la nueva derecha la que gana ».

Es por ello que la loca carrera emprendida por la actual dirección del PC de Chile por subirse al menos en la pisadera del furgón de cola de la Concertación conlleva un peligro que para el comunista que escribe, reviste la máxima gravedad. Se aducirá como ya lo hemos señalado que en la lucha política se puede y se debe hablar hasta con el diablo sin por ello terminar oliendo a azufre. Pero en la deriva actual de la dirección del PC no hay sólo eso, no se trata únicamente de tomar el té con tostaditas cada cierto tiempo con conspicuos representantes concertacionistas y de la familia de los Ochocientos. No, hay algo más.

En el PC siempre existió un sector reformista que vió con buenos ojos la necesidad que la lucha política se circunscribiese exclusivamente al terreno institucional, legal, parlamentario. Ello se explica por la dependencia política, ideológica y financiera de Moscú. El gran debate continental habido no sólo en Chile sino en toda América Latina al respecto después del triunfo de la revolución cubana es decidor y no abundaremos en detalles.

Durante el gobierno de la UP dicho sector fue predominante en la dirección del PC y contribuyó con otros a su debacle, acuñando consignas y estableciendo una línea política que más que preparar al pueblo y a los militantes comunistas en todos los planos, los desarmaba. El « No a la guerra civil » ha quedado grabado en el bronce como demostración del alto grado de cretinismo imperante en dicha dirección.

Ahora bien, frente al impacto provocado en el exterior por el fracaso de un proceso que tuvo la osadía de autodenominarse revolución y que no « supo defenderse », surgieron voces discrepantes que con justa razón reclamaban por las responsabilidades en la tragedia. Pero claro, la dirección de entonces echó mano a los recursos de siempre, esto es, a sus relaciones internacionales y a sus estrechos lazos con Moscú y pasó la aplanadora. Muchos que ya antes del golpe habíamos denunciado la creciente conciliación y luego las responsabilidades por la catástrofe, fuimos, siguiendo un procedimiento conocido, catalogados de « ultraizquierdistas » y « caballitos de Troya », título de un lamentable opúsculo que emanó de la dirección del PC, donde se las emprendía contra el MIR, cuyos militantes combatían en Chile en esos momentos a la dictadura con las armas en la mano. Es sin duda, uno de los episodios menos gloriosos en la vida del PC.

La política de rebelión popular enunciada posteriormente, dígase lo que se diga, no fue del agrado de todos y algunos vieron con indisimulado beneplácito cuando la dirección del PC procedió a su abandono desde 1986, cuando se iniciaba la salida del período dictatorial que fue el resultado de un acuerdo entre la DC, el Alto Mando, Washington y algunos partidos otrora socialistas y ya para entonces socialdemócratas. En realidad nunca fue una política ampliamente compartida por ciertos dirigentes del PC que aspiraban a un entendimiento con los sectores de centro y con la antigua izquierda socialista vociferante y « mayonésica » que luego de vivir las delicias de un largo exilio dorado gracias a las prodigalidades de la socialdemocracia europea, había « sentado cabeza » y había excluido para siempre de su horizonte programático toda veleidad revolucionaria. Allende estaba muerto y bien muerto. Se le podía levantar una estatua, un mausoleo clausurado con un poderoso candado concertacionista que inhibiera todo intento por revitalizar su ejemplo y su acción.

Pero incluso ese conglomerado heterogéneo y reformista que contribuyó a la derrota de Pinochet en el plebiscito de 1988, se había planteado como una de sus primeras medidas ineludibles, la abrogación de la constitución de Pinochet y de la institucionalidad espúrea impuesta por la dictadura.

Han pasado veinte años. La atracción por el poder o digámoslo más derechamente, por la pega, las prebendas, el vil dinero, llevó a muchos comunistas a transformarse en ex. Lo mismo ocurrió en los otros partidos de la UP, es el conocido fenómeno de los renovados que pululan en todos los niveles y ámbitos del aparato del estado o en el sector privado. Ello debilitó al PC que debió aceptar la compañía y alianza con pequeños partidos y organizaciones considerados antes como infrecuentables y que ahora, en condiciones de pérdida de influencia en el ámbito nacional, aparecen como aliados pequeños pero imprescindibles a falta de otros de más envergadura. Siempre fueron vistos como aliados circunstanciales, klenex desechables, hasta el momento en que los partidos de más peso hicieron un signo y se dignaron invitar al PC a la mesa del pellejo -y no a la del festín que comparten únicamente con la derecha y los Ochocientos- para hablar de lo humano y lo divino, de lo conveniente que sería el 5% de votos comunistas para la próxima presidencial y sobre todo, de la necesidad que la dirección del PC trate de congelar las protestas sociales y condene toda « salida de madre » de los sectores extremistas, rodriguistas, violentistas, marxistas, anarquistas, protestas en las cuales los « desechables » parecen tener cada vez más protagonismo.

La muerte del obrero Rodrigo Cisternas en Arauco demostró que nuevas formas de lucha, más incisivas y radicales, se llevan a cabo por fuera de la pesada burocracia sindical oficial y por cierto, fuera de la línea trazada por la dirección del PC. El largo « flirt » el PC y el oficialismo gobernante complació sobremanera a aquellos que siempre habían añorado una política de colaboración con la socialdemocracia y la DC y estiman entonces que ha llegado el momento de socialdemocratizar al PC. Es ese proceso en curso el que se observa actualmente.

Esta deriva hacia la conciliación tendrá su prolongación en los acuerdos para las elecciones municipales a los que ya se apresta a suscribir la dirección del PC apoyando a candidatos concertacionistas en algunas comunas, en detrimento de la necesaria unidad de la izquierda.

La única manera de oponerse a nuestro juicio a esta deriva es elevar y acerar la unidad y potenciar el trabajo unitario del JP. Este debería estar dispuesto a conversar y negociar -como JP- hasta con el diablo, sin por supuesto transar en lo que es intransable, esto es, la lucha decidida por la abrogación de la constitución y su reemplazo por una constitución que sea el resultado de un proceso democrático, es decir, elección de una constituyente donde estén representados todos los sectores políticos. Dicha asamblea debería tener como tarea la elaboración de un proyecto de constitución que tendría que ser presentado para su aprobación por el pueblo soberano. Es así como se estila en los países civilizados. La izquierda extraparlamentaria tiene que potenciarse, es la única manera que una fuerza amplia que incluya toda su diversidad pueda instalarse como interlocutor ineludible para la democratización del país. Dejar esta tarea en las manos de la dirección de una sola organización que da signos evidentes de tendencias conciliadoras sería un error.

Paco Peña. JPM-Francia

París, 1° de junio de 2007.

Un Congreso defraudado

Pasados ya unos pocos meses de concluido el XXIII Congreso Nacional del Partido Comunista, es necesario detenerse a analizar lo ocurrido con sus resoluciones y puntos fuertes.

Lo más destacado de este torneo de la militancia comunista es el hecho de que gran parte de las células y organismos intermedios lograron realizar una rica e interesante discusión en torno a la necesidad de dotar al Partido Comunista de una política de real incidencia en la realidad nacional, con base en la potenciación del Juntos Podemos –entendido este como un referente en el que se conjugan puntos de acuerdo estratégico para la construcción de la alternativa antineoliberal-, con la tarea de identificar certeramente los centros neurálgicos del desarrollo de la lucha de clases como forma de concentrar allí esfuerzos principales en la construcción de la correlación de fuerzas que permitiese “CONQUISTAR UN GOBIERNO DEMOCRATICO Y DE JUSTICIA SOCIAL”, a pesar de que la realidad orgánica del partido, constatada durante el Congreso, es deplorable y muestra una rotunda disociación entre lo que se propone y la capacidad real de ejecutarlo.

Otro punto destacado fue la exigencia de una real política de formación de cuadros, una adecuada educación de los mismos y una vida celular que permita el actuar colectivo y creativo de cada uno de sus integrantes, como forma de potenciar la estructura y el frente de masas en el que se desempeña.

De alto interés para la militancia del Partido fue toda la discusión en torno a la Política Militar necesaria para la construcción de una correlación de fuerzas favorable al movimiento popular.


Contrabando de fondo


Lamentablemente, llegada la instancia nacional del XXIII Congreso, las resoluciones de las bases fueron disolviéndose en un lenguaje retórico que omitía toda la riqueza alcanzada, enmarcándola en los deseos de la Dirección del Partido y su línea política. Así es como, por ejemplo, en las resoluciones finales se afirma que “hemos aprobado, mayoritariamente, la Convocatoria al Congreso Nacional. Sus tesis políticas centrales, sus contenidos, sus propuestas”, cuando en realidad la Convocatoria fue en general mal evaluada en los congresos, si no totalmente rechazada, por su falta de análisis verdaderamente marxista y la tendencia a olvidar los aspectos estratégicos para resaltar elementos tácticos que avalan las magras políticas actuales.

Cuando el Congreso se proponía luchar “por una nueva Constitución Política para Chile y el establecimiento de una Asamblea Constituyente que elabore esa carta magna democrática y popular”, asumiendo el desafío de llegar al Bicentenario con esta meta, la redacción final antecede esta afirmación con un vago: “nos proponemos como objetivo central luchar para conquistar un gobierno democrático de nuevo tipo”.

Como corolario de todo esto, pasados estos meses, la centralidad de la política que la Dirección del Partido desarrolla está ligada a conseguir alguna pequeña transformación en el sistema electoral –no ya cambiarlo por uno democrático, pluralista y proporcional-, que de cómo resultado el poder elegir unos pocos diputados insertos en la misma institucionalidad existente y sin ningún desarrollo en la lucha de masas, que permitiría realmente desarticular la lógica de poder de la derecha y la Concertación.

De esta forma, el grupo de poder salió completamente ileso del debate, causando el consiguiente daño al partido, dejándolo sin capacidad de fortalecerse a través del cambio efectivo de cuadros en sus órganos dirigentes y la corrección de los defectos que lo mantienen a una orilla del camino de la historia.

Aun más, se ha desechado al Juntos Podemos Más contraponiéndolo a la figura del Parlamento Social y Político, compuesto este último por una parte del JPM y “figuras” concertacionistas. Todo esto para centrar la lucha en el cambio del sistema electoral, cosa que no necesita de lucha de masas, si no de acuerdos cupulares que se pueden llevar a cabo sin la participación del pueblo y, ojalá, sin las movilizaciones sectoriales que “molestado” en el primer período del gobierno de Bachelet. Recordemos que nuestra primera alianza es con y desde la clase trabajadora, que todo lo que hemos involucionado desde principios de los ’90 hoy se agrava con la construcción de esta especie de “bomberos” del sistema, que ayuda a superar las crisis de la Concertación y aplaca los ánimos de las masas en pos de un incierto acuerdo por variar mínimamente el sistema electoral –lo que incluso a creado “peleas a cuchillazo limpio” para ver quien se quedaría con estos sillones parlamentarios que ni siquiera tienen asegurado. De todas formas hay que estar alertas, pues de no realizarse el proyecto que se limosnea a la derecha y la Concertación, están dispuestos incluso a inscribirse en un subpacto con esta última para no perder la oportunidad.

Si de verdad se pretendiera apuntar a los objetivos de fondo que definieron las bases partidarias, es imposible dejar de lado la lucha central de cambiar la institucionalidad política pinochetista, base estructural de sustento del modelo económico, social y político excluyente. Como esto no aparece, tampoco se desarrolla la tan pedida educación de cuadros y menos una política militar seria y colectiva. La primera se traduce en charlas o “escuelas” de poca profundidad ideológica –o hasta definitivamente deformadoras-, mientras la segunda insiste en crear algunos grupos de escolta para los dirigentes y una tenue línea de autodefensa de masas, dejando de lado aspectos centrales en la definición de lo que debería ser este ámbito para un verdadero partido revolucionario.


Ausencia de lo militar


Lo ocurrido con el MPMR, es una repetición en el tiempo y en otro contexto de lo ocurrido con el Frente, donde imperan las tres visiones –por no decir tendencias o corrientes- que operan en el Partido. Unos, aquellos de posiciones claramente socialdemócratas, están por que se desarrolle todo lo relacionado con lo militar lo más alejado del Partido y les basta con mandar representantes, ir a sus actos y apoyar todo lo que se hace fuera de las filas, precisamente para no impulsarlo al interior del partido, con la excusa de que puede poner dificultades en el desarrollo de “nuestra política”.

Otros, aun cuando provienen en más de un 90% del Partido, creen que este ya no es necesario para avanzar en la lucha y que son los llamados a conducir el movimiento, con escasa o ninguna ligazón con la clase obrera, la única que puede garantizar verdaderos avances por cambios revolucionarios en nuestro país.

Los otros, la mayoría del Partido, sufren al ver que se le van nuevamente hijos nacidos y formados en sus filas, mientras sienten que su dirección desde hace mucho tiempo que no los representa.

La ausencia de dicha política integral se refleja en hechos como el que provoca el alejamiento de muchos compañeros que integran el Movimiento Patriótico Manuel Rodríguez, a quienes se les fue dejando “sin sal ni agua” de manera paulatina, cortando vínculos y atenciones hasta ponerlos contra la pared: “o están allá o se devuelven al partido”. Cosa que, lastimosamente, hizo uno de los miembros de la dirección nacional del MPMR, afirmando que no podía dejar de recibir su “estipendio”. El hoy miembro de nuestro Comité Central, César Quiroz, elegido sin que el Partido ni los delegados al congreso conocieran este hecho, por estos días recibe un reconocimiento por parte de los Jóvenes Comunista (Ver El Siglo Nº 1348) cuando jamás fue integrante del FPMR, puesto que su relación con el Rodriguismo comienza cuando participa en el MPMR.

Por otra parte, la Dirección –con Guillermo Teillier y Lautaro Carmona a la cabeza- le ha dado todo su respaldo a la denominada “Corporación de ex Combatientes”, que nace tras algunos objetivos loables, por carencias y falta de preocupación partidaria con los cuadros formados en el terreno militar, y en la cual participan destacados y honestos compañeros, pero que, entre otras cosas, se plantea conseguir recursos –incluso del Estado- para aquellos compañeros que quedaron en malas condiciones en lo social, educacional y económico.

Los compañeros se merecen eso y mucho más. Pero esto generara nuevos flancos de debilidades y esos compañeros se estarán autoneutralizando.

Para aquellos que crean que esta lucha termino, o quieren ser “Ex” combatientes, jubilados o en retiro, esto no importará. Sin embargo, para aquellos que sufren con los problemas diarios de nuestro pueblo, esto no puede ser. Tal como lo dijo el general Harry Villegas (“Pombo”) en el reciente acto que se usó para la presentación de dicha “Corporación”, nunca se puede ser “ex”, como lo confirma la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana que preside, donde hoy se incluyen los médicos y profesores cubanos que realizan tareas internacionalistas.

Existe, además, la solicitud de llenar un vitae para solicitar títulos u homologación de títulos. Entre los antecedentes solicitados están los que nadie puede solicitar para este objetivo, pues se piden todos sus datos, incluidos los secretos, sus grados, sus misiones y especializaciones, chapas, etc. Solicitamos a los compañeros que lo piensen y no entreguen estos antecedentes, pues no nos cabe duda que terminarán en el Ministerio del Interior. Mejor trabajo para el enemigo imposible. Para la homologación o títulos están todos sus datos donde ustedes estudiaron y trabajaron. Esto no es necesario.

Entendemos todo esto como un paso mas en el desmantelamiento, neutralización y aniquilamiento de todo lo que realmente tiene que ver con un desarrollo realmente serio de un trabajo militar, como parte integrante de nuestra política revolucionaria.

Estos problemas se solucionarán, cuando el conjunto del partido asuma en forma integral, partiendo por su dirección, una verdadera política revolucionaria, donde la política militar y el trabajo militar sea parte integrante de nuestra política. No tendríamos porque temer definirnos como un Partido “Marxista, Leninista, Rodriguista y Allendista”.


Sin transparencia ni democracia interna


Los delegados al congreso nacional en su mayoría, concurrieron esperanzados en producir los cambios que requiere nuestro partido para producir un salto cualitativo que pusiera a nuestra organización en el rumbo de la lucha social transformadora que requiere la clase obrera, en la lucha por el fin del modelo neoliberal y del sistema capitalista y la construcción del socialismo en nuestra patria. Pero durante el desarrollo del congreso en sus niveles regional y finalmente nacional, se comprobó que es imposible cambiar y corregir el rumbo del partido, como tampoco su estructura y la composición esencial de sus máximos organismos, salvo introducir modificaciones leves que no rectificarán la marcha defectuosa de la organización.

El Partido necesita un desarrollo real, esperanza que se había puesto en la Conferencia Nacional a desarrollarse este año, pero que ya se ve defraudada ante el reglamento ideado por la Dirección que permite la participación de dos delegados por regional, más el secretario político y delegados de acuerdo a la proporción de militantes de cada regional. Se deja de lado la idea de un evento democrático, que se desarrolle desde la célula, los sectoriales y los comunales, que son los espacios que realmente pueden conocer y determinar las necesidades de estructuración del Partido en sus respectivos frentes de masas.

En el ámbito de la democracia interna es mucho lo que se debe avanzar, pues si bien en el ámbito de las células, los sectoriales y comunales, e incluso en algunos regionales, se ha logrado que sean las bases las que elijan a sus direcciones, en la elección del Comité Central no se dan las condiciones mínimas que permitan una real representación.

Desde hace bastante tiempo se ha construido una mala forma de reproducir la misma dirección, no son pocos los que aparecen como sempiternos miembros del Comité Central, así como sucede con algunos que son funcionarios vitalicios, mientras se instala a otros pocos que serán el “natural” recambio que exigen los estatutos. Así fue como en este congreso, el discurso estalinista del encargado de Cuadros –que mostró el temor que tienen algunos de perder sus espacios de poder- dejó poco o ningún espacio para que los delegados se pronunciaran objetivamente en torno a quienes deseaban que fuesen parte del Comité Central. Así y todo, tuvieron que “modificar” algunas votaciones para que no quedaran fuera personajes tan desprestigiados como Guillermo Salinas y Francisco Huenante, que aparecen últimos entre los electos dejando fuera a dirigentes sindicales con base y de pelea. A pesar de esto, hoy el primero sigue formando parte de la Comisión Política y el segundo es el flamante Encargado Nacional de Propaganda.

Juan Gajardo, quien era y sigue siendo encargado nacional de cuadros, apuntó en lo fundamental de su discurso a asegurar que los delegados aprobaran la prelación según la lista propuesta por la dirección “saliente”, que siguió siendo fundamentalmente la misma, con muy escasos e irrelevantes cambios. En los cargos fundamentales continúan las mismas personas.

Más aún, el encargado de cuadros denunció y criticó la existencia de nuestro boletín, al que calificó de apócrifo y también denunció y criticó la tendencia expresada en numerosos congresos comunales y regionales, relativa a votar la prelación de abajo hacia arriba, conductas que calificó de intento por transformar a la organización en un partido de tendencias.

Las emprendió también contra las proposiciones de cuadros hechas por congresos comunales fuera de la prelación presentada por las direcciones salientes, con acusaciones infundadas, pero de suma gravedad, en contra de compañeros de la Octava Región y del Comunal de Puente Alto, pese a que el derecho de cada congreso a proponer cuadros además de los contemplados en las prelaciones elaboradas por las direcciones salientes y los organismos superiores está presente en los estatutos, el encargado de cuadros las presentó como parte de las tentativas por fragmentar al partido en tendencias. Pese a todo, se agregaron unos doce nombres a la lista oficial.

El informe de la comisión revisora de cuentas no aportó nada. El compañero Patricio Palma que fue el relator, sólo ofreció generalidades, como el monto de los gastos mensuales del partido para funcionar, contrastado con los escasos recursos que se obtiene por vía de las cotizaciones y otras actividades que no fueron identificadas. Se informó que el monto de las devoluciones por concepto de los bienes usurpados por la dictadura, ascendía a 6.000 millones de pesos, pagaderos en forma diferida. Pero no se informó qué se estaba haciendo con esos recursos. Sólo se dijo que en algunos casos se había liquidado parte de los vales vista, para cubrir el déficit entre gasto y cotizaciones.

Se mencionó muy superficialmente la existencia de algunas operaciones comerciales, sin entrar en detalle. Todo se inició con el anuncio del compañero Palma, de que si alguien esperaba que se destapara algún escándalo por el descubrimiento de irregularidades, lamentaban decepcionarlo, porque no habían encontrado ninguna irregularidad o anomalía. Por tanto todo estaba correcto en las cuentas de la dirección del partido.

El informe sólo agregó que el destino de una parte importante de los recursos devueltos no se podía informar, porque formaban parte de proyectos reservados estratégicos de la dirección. No dijo nada más. Es decir, lo que suceda con las finanzas del partido es sólo materia apta para un selecto grupo de compañeros que nos garantizarán que las cosas se harán perfectamente bien en cuanto a administrar los fondos. Es decir que los delegados al congreso nacional y el conjunto del partido sólo deben conocer una parte de lo que sucede con las finanzas partidarias, porque el todo es materia exclusiva de un selecto grupo de cuadros.

Para numerosos delegados a los congresos comunales, regionales y nacional, quedó en evidencia que la realización del congreso nacional fue, por sobre todo, un acto ritual, en que se hicieron muchas críticas y observaciones al desempeño de los máximos órganos de dirección de nuestro partido, a pesar de las cuales nada cambió en lo sustancial. En muchos lugares la disconformidad con la composición de algunas direcciones y en especial con la inamovilidad de
algunos integrantes de la Comisión Política , se ha ido fortaleciendo. Esta situación se ve tornando crítica, porque es el resultado de la enorme falta de democracia interna alimentada por hábitos militantes contrarios a la reflexión colectiva, ya que aún cuando los militantes disintamos de lo que dicen nuestros dirigentes, no somos capaces de enfrentarlos abiertamente, salvo en cuestiones menores que no afectaron la realización del “plan” para la realización del congreso. O cuando se levantan voces aisladas divergentes del discurso oficial, muchos no se suman a ellas aunque quieran, porque impera una cultura del monolitismo mal entendido, mediante el cual se otorga el valor de irrefutable a los argumentos de los principales dirigentes, quienes también lo consideran así. No es lo mismo “Unidad de Acción” que “Unidad de Pensamiento”, lo primero sólo surge de una amplia y profunda discusión que permita todas las opiniones y construya, desde esta base, el actuar unitario de un colectivo conciente.

Todo el mundo coincidió en que el tiempo para discutir fue muy escaso, salvo en las células, donde realmente hubo debate. Pero desde los congresos comunales hacia arriba, las resoluciones de las células fueron pasando filtradas hasta desaparecer, salvo aquellos puntos, como la Asamblea Constituyente o la política militar, que se hicieron sentir con fuerza y se abrieron paso hasta el fin del congreso, pero suavizados respecto a lo propuesto originalmente desde la base. La muestra más contundente de la falta de discusión fue el que los delegados al congreso nacional contaran con nueve minutos en total para intervenir sobre todos los temas en debate, algo completamente imposible.

Otro factor importante que marca la falta de democracia interna, es la definición de quines son partido y quienes no. “Lo dijo el Partido”, escuchamos con frecuencia, cuando se nos informa de una orientación emitida por la Comisión Política. Como si los otros militantes fuéramos ajenos a la organización y el partido que toma las decisiones se circunscribiera exclusivamente a un pequeño grupo de dirigentes. Esta deformación monstruosa del centralismo democrático, nada tiene que ver con la construcción del partido de nuevo tipo del que hablaba Lenin. Más aún, Lenin
escribió el “Qué Hacer” y delineó el carácter y forma del partido revolucionario en el contexto de la Rusia zarista de 1901-1902 y por tanto necesariamente hay elementos históricos que han propiciado otro contexto general. Vivimos otro momento del imperialismo y del sistema capitalista, que no niega la existencia de la lucha de clases –todo lo contrario-, pero en que las formas de la lucha social son inmensamente ricas y complejas, después de dos guerras mundiales, el desplome de los países socialistas de Europa del este, la presencia ejemplar de Cuba revolucionaria y el surgimiento en nuestro continente de una ola de movimientos populares y procesos como el bolivariano en Venezuela, el gobierno de Evo Morales y el MAS en Bolivia, el proceso ecuatoriano, después de experimentar la revolución sandinista en Nicaragua durante los años 80. También existe la experiencia colombiana que vive una guerra en que las fuerzas revolucionarias parecen avanzar inevitablemente a la victoria, incluyendo la aplicación de formas de lucha no sólo armadas o dicho de otro modo, empleando todas las formas de lucha.

No se trata de construir un partido sin disciplina, sino de hacerlo en base a una elaboración auténticamente colectiva, que haga identificarse a cada militante con las resoluciones adoptadas, de modo que a nadie le resulten ajenas.

No podemos permitir que prevalezca el sistema de orden y mando, que incluso no fue en dictadura tan excluyente como hoy, de las visiones e ideas diferentes a las de la Comisión Política. Bajo el principio de la unidad de acción se sepulta el debate real y las legítimas diferencias de muchos con la Comisión Política, como sucede por ejemplo respecto al tratamiento dado al Juntos Podemos.

La Dirección continúa inhibiendo la participación del Partido, mientras se supone que lucha contra la exclusión y por la democracia. Lo mismo pasa con los trabajadores en diversos espacios vinculados al Partido, como en la Universidad ARCIS, el ICAL, Radio Nuevo Mundo y El Siglo, donde se ha procedido a despedir a los trabajadores sin respetarles ningún derecho, lo que ha llevado -en el caso del periódico- a la conformación de un sindicato que defienda estos derechos.

Es importante observar el hecho de que todos los partidos comunistas que han virado hacia el centro y la socialdemocracia, como en Europa, lo primero que han hechos es deshacerse de sus medios de comunicación, y las crisis que vemos en la Radio y El Siglo parecen apuntar intencionadamente a sus respectivos cierres. El ejemplo de lo ocurrido por estos días en Francia es decidor al respecto.

Los movimientos revolucionarios y entre ellos el movimiento comunista internacional, han hecho un extenso recorrido histórico, que debiera echar luz sobre nuestros pasos y contribuir a la más acertada interpretación de la realidad nacional y de nuestro papel en ella, de manera que podamos superar la grave situación orgánica y política que domina al partido a pesar de la realización del XXIII Congreso. El partido somos todos y en él no debe imperar un sistema que disponga grupos que mandan y otros que obedecen solamente. No puede ser beneficiosa para la revolución una organización en que unos pocos intentan pensar por la mayoría. La corrección de esta tendencia tiene incluso que ver con el tipo de sociedad que aspiramos a construir en nuestro país.

La porfiada realidad y el desafío


Por estos días, al calor de las luchas de los trabajadores del subcontrato en las forestales y el cobre, de las manifestaciones de los deudores habitacionales y pobladores, de la corrupción interna de los bloques en el poder y de los fracasos del gobierno en las esferas del transporte colectivo, la educación, la previsión y otras áreas, la respuesta del modelo es la represión, es el aumento de la injerencia de los empresarios y la mantención de una política internacional
sometida a las órdenes del imperio (como se ve en el plano de las relaciones con el resto de América Latina).

Frente a esta realidad, acompañada de datos como el 12% que adjudica Adimark al Juntos Podemos (que no es atribuible a ninguna de las partes por separado), en detrimento del porcentaje que obtenía la Concertación , es necesario que el Partido asuma integralmente las resoluciones del XXIII Congreso, poniendo como actor principal al pueblo y los trabajadores, construyendo con ellos la alternativa antineoliberal, muchos de cuyos contenidos ya se encuentran incluidos en el programa del Juntos Podemos, y centrando los esfuerzos en la imposición de una Asamblea Constituyente que dote a Chile de una nueva Constitución Política, una que deje atrás todo atisbo de antidemocracia, de pinochetismo y de apuntalamiento del modelo neoliberal.

Requerimos desarrollar una correlación de fuerzas social, política y militar que haga inevitables estos cambios, que lleve a nuestro pueblo a construir una verdadera democracia, la que hoy más que nunca es camino real hacia el Socialismo y la sociedad Comunista que aspiramos a construir.

Necesitamos un Partido de Clase, comprometido con las luchas de los trabajadores y del pueblo, y dispuesto a llevar adelante la revolución necesaria para construir un país justo y para todos. No podemos aceptar que la Dirección nos ponga por un camino distinto de las condiciones objetivas que, casi instintivamente, han ido construyendo los movimientos sociales. Para eso debemos cada uno batallar desde todos los espacios del Partido, desde el movimiento social, sindical y político, haciendo saltar los candados que aprisionan a nuestro pueblo y a los honestos militantes revolucionarios.

Con Recabarren, Neruda, Víctor Díaz y Gladis Marín: ¡A construir alternativa antineoliberal!.

En el Bicentenario: ¡Asamblea Constituyente para una nueva Constitución para Chile!

Equipo de Redacción

Revista Principios

Mayo, 2007.

15 de agosto de 2007

Un aporte de Don Luis Corvalán

Por la importancia que tiene su palabra, especialmente en estos días decisivos del Congreso Nacional de los comunistas, el Comité Editorial de la Revista Principios entrega párrafos marcados del libro Santiago-Moscú-Santiago de Don Luis Corvalán.

(…) Los comunistas tenemos dos familias, la pequeña, la del hogar, y la grande, la del Partido. Las dos son partes entrañables de nuestras vidas. El Partido nos da la dimensión que va más allá de nosotros mismos. Ella se refleja en nuestros hogares, donde los valores no son sólo los que surgen de la convivencia y de la consanguinidad, sino también del ideal común. Un comunista se hace amigo de otro comunista apenas lo conoce. Habla con él con absoluta confianza, desde el primer instante. Y en Chile (seguramente en otros países la situación es similar) nuestros hijos se dirigen al militante del Partido como a un familiar. Para ellos todos los compañeros son tíos y tías. Los nombran como tales, con tanta naturalidad que pareciera que fuesen parientes de verdad.
Los trabajadores y los pueblos conocen y aprecian a los partidos comunistas por lo que hacen, por su lucha abnegada, por su entrega desinteresada a la causa de la emancipación, por su disciplina, por su honestidad. Pero nuestros partidos no son conocidos por dentro. Ello se debe, en gran parte, a nuestra propia manera de ser. No hablamos de nosotros mismos. Esto tiene sus méritos, pero también sus inconvenientes. Nuestro inolvidable Elías Lafertte solía decir en los plenos y congresos del Partido: “Me gustaría que las murallas de esta sala fueran de vidrio, para que todos pudiesen ver cómo discutimos, cómo nos preocupamos de los problemas de la gente y cuán unidos y fraternales somos”.
(…) Desde los tiempos de Recabarren nuestro Partido ha sido la fuerza más influyente en el movimiento obrero organizado. No es un partido obrerista. Pero siempre ha tenido presente que la defensa de los intereses y derechos de los trabajadores es su tarea primordial y que la lucha por el socialismo y el comunismo es ante todo misión del proletariado. Por eso afinca su organización en primer término en las empresas donde se concentra el mayor número de obreros. La clase obrera sólo tiene que perder sus cadenas bajo el capitalismo y tiene una firmeza y disposición combativa que ninguna otra clase social posee en forma tan clara y consecuente.
(…) De lo que se trata siempre que hay que abordar una gran tarea, es que todo el Partido se meta en ella y que su trabajo se realice en el seno mismo de las masas. La labor que se despliega por parte de los compañeros y compañeras en los frentes específicos de la actividad del Partido constituye un aporte indispensable al trabajo de dirección de todos los niveles. Sin embargo, la cosecha es abundante sólo cuando los conocimientos adquiridos por los especialistas los asimila todo el Partido y éste hace suyas las tareas que hasta un determinado momento han estado en manos de unos pocos. (…) Cierta vez, en Montevideo, en una reunión del Activo Nacional del Partido Comunista de Uruguay, un compañero me preguntó cómo nosotros habíamos logrado éxitos en el campo. Le dije: ‘Le voy a responder con tres palabras’. Cuando pronuncié esta frase pensé que podía aparecer pedante. Pero no tuve más que continuar y añadí entonces: ‘Yendo al campo’.
Así pues, el secreto de todos los éxitos está en acometer las tareas y no quedarse en palabras.
(…) Lo principal en los años 60 fue, en último término, el rumbo hacia el poder que emprendió el movimiento popular. La línea del Partido desbrozó el camino hacia ese fundamental objetivo. El Informe al XII Congreso, celebrado en marzo de 1962, tiene como título “Hacia la conquista de un Gobierno Popular”, en tanto que en 1965 se realizó el Congreso número XIII bajo el lema “La clase obrera, centro de la unidad y motor de los cambios revolucionarios” y, en noviembre de 1969 el XIV Congreso levantó con toda fuerza la consigna “Unidad Popular para conquistar el poder”. (…) La lucha no fue fácil ni del todo pacífica. Se desarrolló con una participación activa de masas, a través de huelgas, tomas de terreno, enfrentamientos callejeros, marchas de protesta y otras múltiples formas.
(…) (El Golpe) El lunes 10 en la mañana, el día entes del golpe, se reunió la Comisión Política en Teatinos 416, sede del Comité Central del Partido. Había que evaluar la grave situación creada, tomar decisiones y asumir las responsabilidades consiguientes. (…) Era preciso tirar todas las cartas sobre la mesa en la reunión de la Comisión Política. ¿Qué sucedía con nuestra fuerza propia, con los efectivos paramilitares que habíamos logrado formar para defender en un momento determinado las conquistas del pueblo? ¿Con qué recursos y posibilidades reales contaban estos efectivos?
Nosotros creamos las Comisiones de Vigilancia del Partido, cada una de ellas compuesta por 10 hombres. Observaban una disciplina semimilitar y actuaban de acuerdo a las instrucciones emanadas de los Comités Regionales a través de su propio organismo asesor.
Dichas comisiones llegaron a contar con cerca de tres mil miembros en todo el país, la mitad de los cuales actuaba en la Provincia de Santiago. Desempeñaron importantes tareas de vigilancia en los
actos de masas, en los locales del Partido y en las casas y trayectos de sus dirigentes. Sus integrantes aprendieron, cual más cual menos, las técnicas de la defensa personal y el manejo de armas cortas.
Una prueba de la eficiencia que lograron adquirir la dieron durante la celebración de los 50 años del Partido en enero de 1972. Cubrieron en excelente forma los actos de masas realizados en esa ocasión en todas las provincias, comprendiendo el gran mitín de Santiago, efectuado en el Estadio Nacional.
(…) Además de las Comisiones de Vigilancia disponíamos de lo que llamábamos los Grupos Chicos, constituidos por cinco personas cada uno. Sus integrantes debían tener por lo menos 5 años de militancia, no haber sido objeto de sanciones disciplinarias, haber hecho el servicio militar, salvo contadas excepciones, y distinguirse por la claridad y firmeza sobre la política del Partido y un decidido espíritu de sacrificio. Debían tener también una edad que les permitiera empuñar las armas y desempeñarse como buenos combatientes en un caso dado.
Nuestro parque de “herramientas” estaba formado por un número indeterminado de armas cortas que poseían las Comisiones de Vigilancia. Para defender las conquistas del pueblo y el Gobierno
constitucional del Presidente Allende, nos pertrechamos de 400 fusiles automáticos y de 6 lanzagranadas con 3 proyectiles cada uno. Estas armas estaban a disposición de los Grupos Chicos, cuyos miembros, más o menos entrenados en su manejo, no alcanzaron a pasar de 200 a través de todo el país.
La fuerza paramilitar de que disponía nuestro Partido y, en términos más amplios, el movimiento popular, era suficiente o más que suficiente para iniciar una guerra de guerrillas en condiciones
determinadas. Pero era marcadamente pobre e incapaz de enfrentar, en una batalla que debía resolverse en un par de días, a las Fuerzas Armadas del país que se habían alzado contra el Gobierno constitucional. Además, no habían adquirido el indispensable espíritu de cuerpo, se hallaban muy desperdigadas y no tenían en sus manos las armas automáticas que se había logrado acumular.
(…) El derrocamiento del Gobierno de la Unidad Popular sólo pudo ser logrado mediante las armas, por la traición de un grupo de generales y almirantes facciosos. No obstante, la caída del Gobierno de Allende fue, ante todo, una derrota política.
Como señaló nuestro Partido en el Pleno de Agosto de 1977, “se puede concluir que las cosas marcharon de modo que el desarrollo de la correlación de fuerzas se dio en favor de la Revolución cuando hubo unidad de criterios al interior de la Unidad Popular, se actuó con fidelidad al Programa, se abrió paso a la movilización popular, y el gobierno se apoyó en ella, se dirigieron los fuegos contra los enemigos principales y se tuvo en cuenta por tanto las diferencias que había en la oposición.
Al revés, cuando las condiciones mencionadas no se reunieron, cuando primaron las diferencias en el seno de la coalición, cuando se pretendió pasar por encime del programa, cuando se quiso contraponer al Gobierno Popular a sectores –aunque fuesen minoritarios- del pueblo, cuando los sectores medios fueron convertidos en el enemigo principal, el Gobierno Popular sufrió derrotas, el enemigo aprovechó nuestros errores y desmejoró la correlación de fuerzas”.
(…) No es el propósito de estas páginas referirnos a ellos (errores y aciertos) en forma pormenorizada, sino apenas mencionar las cosas gruesas, entre las cuales está nuestra incapacidad de defender el Gobierno y las conquistas revolucionarias en todos los terrenos.
Repetimos, los combatientes más o menos preparados y las armas a su disposición no era poco para iniciar una lucha armada de largo aliento, pero era más que insuficiente para enfrentar, de un día para otro, una operación bélica combinada de las tres ramas de las Fuerzas Armadas y Carabineros, que sumaban más de cien mil hombres con alto poder de fuego.
Aquí también estaban de por medio los errores de concepción política. En 1963, es decir, siete años antes de la victoria del 4 de septiembre, habíamos empezado la preparación militar de algunos cuadros del Partido. Si no habíamos avanzado en la medida necesaria, no se debía sólo ni tanto a las dificultades materiales de un destacamento revolucionario que opera en las condiciones de un gobierno democrático-burgués, como a las limitaciones derivadas del peso que, después de todo, ejercía sobre nosotros la ideología burguesa, entre otras, la creencia de que en el Ejército de Chile prevalecería para siempre el constitucionalismo y el profesionalismo, y de que por esto se subordinaría al poder civil y a la voluntad del pueblo cualquiera fuera el gobierno en ejercicio.
(…) El encargado militar del Partido en aquel tiempo, elaboró en 1977 un informe de 33 páginas sobre lo que se hizo y no se hizo en esta materia, y da en este documento algunas opiniones muy
valiosas. Dicho informe lo redactó a mi requerimiento. En él sostiene que el Partido, como organización de vanguardia, debe contar con buenos cuadros militares revolucionarios, a propósito de lo cual recuerda que a fines de 1963 o comienzos de 1964 propuso que, al menos, una parte del Comité Central, incluidos miembros de la Comisión Política, pasaran por cursos que les permitieran conocer los principios básicos de la lucha armada. Esta proposición, agrega, fue aprobada, pero no se llevó a la práctica, ya que sólo dos miembros del Comité Central participaron en este tipo de cursos. “El problema de fondo –dice- es que a nivel de Comité Central no fuimos capaces de asimilar todas las formas de lucha”. De aquí partía la incomprensión que se encontraba en los Comités Regionales y Locales para encarar concretamente la tarea de incorporar más gente a los Grupos Chicos y a las Comisiones de Vigilancia.
La conformación de la fuerza propia no puede surgir anárquica ni espontáneamente. Debe ser fruto de la línea política y de las decisiones y medidas prácticas que adopte la o las organizaciones políticas de vanguardia. El desarrollo y la capacidad combativa de la fuerza propia se adquieren en mayor grado cuando se tiene que vivir en las trincheras y atravesar las llamas de la lucha. Pero se pueden y deben adquirir también, aunque en menor medida, en las situaciones en que no corresponde enfrentar con las armas al enemigo de clase. Sostener sólo lo primero y no ver este segundo caso, conduce a justificar la falta de preparación en el dominio de todas las formas de lucha de aquellos destacamentos revolucionarios que operan en condiciones de legalidad burguesa.
(…) En conclusión, pensamos que, tras la caída de la dictadura, debemos luchar para que el país se dé otras Fuerzas Armadas, reestructurando profundamente las instituciones militares, en cuyo seno las ideas democráticas deben arraigarse en forma de constituir uno de los cimientos esenciales de su unidad y de su espíritu combativo al servicio del pueblo y de la Patria.
Las viejas ideas e instituciones tratarán de aferrarse al pasado. Pero, en último término, después del golpe del 11 d septiembre y del período de opresión fascista, nadie podrá pensar ni ser igual que antes.
(…) Si, al surgir una desinteligencia o planteamiento erróneo, se entra por el camino de la adjetivación y, sobre todo, de la calificación de intenciones, el problema se agrava y el acuerdo se hace más difícil. Por el contrario, si se aborda la cuestión de manera serena, objetiva y fraternal, si se actúa con paciencia y no se toman las cosas en lo personal, el común entendimiento es relativamente fácil.
A veces, a uno puede molestarle una opinión o alguna actitud; pero si uno se molesta, ha de ser por la opinión y no por la persona. Como decía un poeta húngaro: “no me enfado contigo, me enfado por ti”.
(…) El Partido aparecía invencible y su línea impecable a los ojos de sus afiliados. La caída del Gobierno Popular demostró que ello no era así, que el Partido no era aún suficientemente fuerte, que habíamos cometido errores y que en nuestra línea política había algunas insuficiencias. En lo sucesivo, nuestros militantes sentirían el deber de desarrollar su espíritu crítico, de reflexionar más, de pasar cada cosa por su propio tamiz.
Tal actitud es el punto de partida de una mayor conciencia revolucionaria y de un más alto grado de responsabilidad individual y colectiva.
Todos nosotros, cual más, cual menos, sin excepción alguna, fuimos prisioneros del ambiente que nos rodeaba, de las concepciones democrático-burguesas que dominaban en la vida política y cultural del país. Esta ha sido, ante todo, una debilidad ideológica. Su reconocimiento abierto es más que necesario, indispensable, para que todo el Partido le preste atención al estudio, le dé más importancia a la teoría y tome clara y firme conciencia del deber de prepararse y de estar preparados para las más diversas contingencias, esto es, de dominar las más variadas formas de lucha, comprendidas las que exijan el empleo de la violencia aguda.
Las lecciones de la vida se aprenden con mayor rapidez que las enseñanzas de los libros, o dicho de mejor forma, éstas últimas se asimilan más cuando calzan con la experiencia propia. Esto dignifica, al fin de cuentas, que nuestro pueblo –y ciertamente nuestro Partido- y otros partidos populares- no pasarán en vano por los años de la tiranía fascista. Una nueva mentalidad, una mentalidad revolucionaria más abierta, más amplia, más completa, más clara, se viene incubando en las masas.
Los avances y desarrollos de la línea del Partido, las complementaciones teóricas y prácticas que han venido produciéndose, han encontrado una acogida favorable. Nuestros militantes recibieron con alegría las orientaciones y exigencias combativas contenidas en el discurso del 3 de septiembre de 1980 y en intervenciones y declaraciones posteriores.
(…) En la lucha por la conciencia del hombre consideramos que cada pérdida de militantes, sea por la vía de la expulsión o del alejamiento personal, es objetivamente una derrota del Partido. Por eso, nos armamos de paciencia para discutir con aquellos compañeros que muestran alguna duda o sostienen posiciones divergentes. En casos muy contados no se ha tenido éxito. Pero el resultado general de la aplicación del método ha sido positivo. Además, demuestra que el Partido no empuja a nadie fuera de sus filas. El que se va lo hace por su propia decisión, hasta donde esta decisión opera libremente y no es el resultado conciente o inconciente del poder deformador o corruptor de la burguesía.
(…) Nuestro Partido ha sido capaz de mantener una real cohesión orgánica, ideológica y política a lo largo de todo el período fascista, y no porque esté inmunizado contra todo mal, pues ningún partido lo está. Si ha resuelto positivamente los problemas de funcionamiento planteados por la clandestinidad y por el ostracismo de miles de sus mejores cuadros, se debe a varios factores concluyentes. Uno de ellos ha sido la correcta manera de abordar el problema de la relación interior-exterior y el desempeño de una Dirección Unica. Otro tiene que ver con la forma práctica de guiarse por el centralismo democrático en las difíciles condiciones en que le ha correspondido actuar. Naturalmente, en estas circunstancias, la aplicación de ese principio no puede hacerse siempre de acuerdo a la letra de los Estatutos. Por ejemplo, sólo las direcciones de las células han podido ser generadas en este tiempo por la vía de elecciones. Los Comités Locales y Regionales, en cambio, han debido ser designados desde arriba. Pero al ser designados, se han tenido en cuenta no sólo la capacidad de los cuadros, sino también la autoridad y el prestigio que han conquistado, es decir, de algún modo, la opinión que lo militantes tienen sobre ellos.
(…) Entre muchos otros factores que determinan la cohesión del Partido –y uno de los más decisivos está también el hecho de que él es, ante todo, un Partido de acción. La acción une y permite darle un sentido creador a la vida del militante, le hace ver objetivamente no sólo las dificultades, sino también las perspectivas, sentir el latido del corazón de las masas y recibir de ellas su potencialidad revolucionaria, tanto cuando ésta es declarada como cuando todavía permanece latente.
(…) También hemos conocido casos de compañeros a quienes se les ha ido el humo a la cabeza y han perdido la modestia comunista, manteniendo actitudes despectivas hacia los que no han tenido la oportunidad de estudiar tanto como ellos, y, en fin, tampoco hemos carecido de uno que otro asomo de menosprecio por el pasado heroico del Partido y el papel de los viejos dirigentes. A unos y otros respondió Julieta Campusano en la última reunión del Comité Central del Partido al decir que éste es fuerte y grande porque ha sabido reunir, en un solo todo, la inteligencia y conocimiento de los letrados con la sabiduría y la abnegación de los ignorantes, así como el ímpetu de los jóvenes con la experiencia de los viejos.
(…) Tal vez sea bueno subrayar la importancia de escuchar y considerar las opiniones de todo el Partido, desde las que tienen los militantes más modestos hasta las que sustentan los miembros del Comité Central. Y ellos porque la línea del Partido, que emana de la realidad concreta analizada a la luz de la teoría marxista-leninista es, en último término, la sistematización del conocimiento y la experiencia de todos sus militantes. No es producto que se elabore en ningún gabinete o invente el cerebro de algún dirigente. Por supuesto, los dirigentes juegan un papel esencial en la elaboración de la política del Partido. Pero ella está sometida cada día a la prueba de la práctica. Teoría y práctica constituyen un todo inescindible cuyo valor y fuerza se expresan en la política del Partido en relación directa con la profundidad del conocimiento y la envergadura de la acción por parte de miles y miles de comunistas.
En el Partido no caben dos tipos de comunistas, unos teóricos y otros prácticos. Se puede reunir ambos elementos en diferentes grados pero no prescindir de uno o del otro. En cambio, debemos esforzarnos por saber cada vez más y, al mismo tiempo, por traducir lo que se aprende a la práctica cotidiana.
Carlos Marx señaló que lo más importante es transformar el mundo y no sólo interpretarlo, como lo habían hecho hasta entonces los filósofos. Por eso, la doctrina que él creara –y que desarrollara
y enriqueciera Lenin- hace al Partido Comunista una organización activa que exige de cada afiliado un alto nivel de entrega a la causa y una disciplina de hierro. Las opiniones individuales de sus
militantes son bienvenidas y respetables, pero, en definitiva, cada uno y todos nos regimos y debemos regirnos por la opinión y las decisiones del Partido. Sólo así constituimos un verdadero Partido Comunista.
(…) En la lucha se va forjando la unidad de los trabajadores y de las fuerzas democráticas. Se abre paso el convencimiento de que sólo peleando se puede lograr la victoria.
La iniciativa ha pasado a manos del pueblo. Este dirá la última palabra.

Julio de 1983

A los Comunistas de Chile

El Comité Editorial de la Revista Principios entrega a continuación un breve resumen de lo que se ha vivido en el transcurso del Congreso Nacional y de lo que pensamos debe ser el centro de la discusión y resoluciones del XXIII Congreso Nacional del Partido Comunista de Chile.

El XXIII Congreso Nacional del Partido Comunista de Chile llega a su fin. Dentro de pocos días se realizará el debate central en que participarán poco más de 400 delegados, según la información
oficial entregada por la Comisión Política.
Culmina una jornada llena de empeño y creatividad desarrollada por el conjunto del partido.
Muchos participaron en los debates buscando corregir una suma incalculable de errores, malas prácticas, vicios metodológicos, en busca de reorientar al partido de los trabajadores manuales e
intelectuales, pero por sobre todo, de la clase obrera, hacia los cauces del pensamiento marxista leninista aplicados a la sociedad chilena en estos albores del siglo XXI.
Termina un proceso de meses, en que los abnegados militantes llegaron a sus congresos de célula, llenos de esperanzas, a entregar sus visiones, sus sueños y proyectos, para construir una política más certera y un partido capaz de aplicarla, para transformar el país, superar el neoliberalismo, derrotar definitivamente la herencia de la dictadura y abrir paso a un proyecto democrático real, para que alguna vez la justicia social reine en nuestra tierra y honrar así a quienes cayeron luchando por un país mejor, un Chile fraterno para todos sus hijos.
El sabor final de este torneo dejará un gusto amargo y dulce. Amargo especialmente si los delegados al Congreso Nacional no avanzan profundamente en la concreción de definiciones trascendentales para las batallas políticas y sociales que vienen. Tanto en aspectos estratégicos y tácticos, como en las características orgánicas, teóricas y prácticas del partido necesario para organizar al pueblo, a los disconformes, a los desencantados, a los marginados, a los súper explotados e impulsarlos a la lucha social y política por sus derechos y los de todos.
El sabor amargo y la disconformidad ya son una realidad en numerosos Comités Comunales y Comités Regionales del país, porque el aparataje que denunciáramos en el primer número de
nuestro boletín en esta nueva época, desplegó sus máximos esfuerzos para que las resoluciones de cada congreso atenuaran sus críticas a la dirección central, especialmente a la Comisión Política. Intentaron por todos los medios manipular las resoluciones del mayor número posible de congresos comunales y regionales, para que no se expresaran claramente las críticas de cómo se enfrentó el tema de la segunda vuelta electoral. Las críticas fueron desde la decisión de apoyar a Michelle Bachelet en la segunda vuelta electoral a la incapacidad de las direcciones, a todo nivel, de discutir con el conjunto del partido la decisión y la implementación de esta.
No se planteo al Partido cuales eran los objetivos que se perseguía el partido a corto, mediano y
largo plazo con esta decisión. Esta decisión no fue acompañada de medidas orgánicas que la aseguraran.
En muchos lugares se arribó a una redacción que valoró la decisión de apoyar a Bachelet, pero presentando “observaciones” al método utilizado, sin consultar al Partido.
La incapacidad política de la dirección regional y la dirección central nos llevo a no convencer y resolver administrativamente, por ejemplo interviniendo el comité comunal Melipilla luego de la
segunda vuelta, pues en su mayoría los militantes rechazaron el apoyo a Bachelet y el desahucio del Juntos Podemos asumido en primera instancia por la Comisión Política, algunos de cuyos miembros no han vacilado en manifestar su menosprecio por la alianza electoral construida desde antes de las exitosas elecciones municipales de 2004.
Pero la “limpieza” de las resoluciones no se quedó sólo en lo señalado. También se intentó blanquear casi todas las críticas a la convocatoria, que fueron muchas: desde la escasa autocrítica asumida por los máximos organismos del partido respecto al papel jugado por ellos en los últimos cuatro años, pasando por la inexistencia de reflexión sobre las razones por las que no se consumó el “viraje” planteado por el XXII congreso. Poco o nada han recogido las resoluciones acerca de las causas reales del estado orgánico actual del partido. En su mayoría sólo han sido constataciones de aspectos deficitarios en lo orgánico o en lo ideológico, pese a que las células mayoritariamente de acuerdo a nuestro registro, expresaron abundantes críticas y argumentos sobre las fallas, debilidades y las causas de estas, atribuyéndole a diversos organismos del partido y dirigentes, la responsabilidad correspondiente.
Otro tanto ocurrió con las denuncias políticas sobre actitudes corruptas de dirigentes sindicales, las que fueron sistemáticamente rechazadas por las delegaciones del comité central, que en conjunto
con las direcciones alientes se jugaron por “limpiar” la redacción de las resoluciones para que no apareciera la palabra corrupción, hasta quedar en algunos casos reducido el planteamiento a declaraciones de buenas intenciones respecto a cuestiones conductuales generales.
En general todo indica que está concluyendo un congreso más, marcado por la formalidad, casi como el cumplimiento de un ritual que asegura cada cuatro años que la mayor cuota de poder interno del partido, permanezca en las mismas manos. Cuestión que se asegura con la “promoción” de dirigentes elegidos a dedo, cuya principal característica –mayoritariamente, salvo escasas excepciones- es estar dispuestos a subordinarse incondicionalmente a los designios de la Comisión Política y del secretariado, que mantienen de manera permanente el mismo núcleo, sin mayores renovaciones.
Sólo se realizan leves modificaciones para que mostrar que hay cambios, pero sólo se trata del traslado o trasvasije de algunos rostros. La “alta política” la seguirán decidiendo y realizando los mismos de siempre.
Pese a todo, se abre paso el dulzor de un aire nuevo y tonificante, porque a pesar de la resistencia organizada por el principal grupo de poder y quienes le son incondicionales, quedaron establecidas
en algunos regionales resoluciones como: la necesidad de caracterizar mejor el tipo de democracia al que aspiramos; la iniciativa de pelear por la implementación de una Asamblea Constituyente que elabore una nueva Constitución. Resoluciones que de alguna manera son superiores a la sola modificación del sistema electoral binominal e incluso a los cuatro puntos levantados por el Parlamento Social y Político.
Las resoluciones de los congresos comunales y regionales no sólo enunciaron ni se quedaron en homenajes en lo relacionado al tema militar. Hablaron de política militar, desarrollaron sus componentes y plantearon tareas concretas. La mayoría del partido se opone seriamente a que reeditemos el llamado “Vació Histórico” y asume que el desarrollo de la política militar, es un tema que le concierne al conjunto del partido, que este no es un tema solo de especialistas y que esta política debe ser parte integrante de nuestra política revolucionaria.
Estando claro que el accionar militar de hoy debe ser muy distinto al que desarrollábamos en la época de la dictadura, la implementación de nuestra política militar y el desarrollo del trabajo militar es algo que no se puede dejar para mañana, es algo constante y permanente en la vida del Partido. También se instaló la determinación de impulsar la movilización social como único camino para alcanzar una democracia plena.
A pesar de los esfuerzos por “limpiar” las resoluciones sobre corrupción entre algunos dirigentes sindicales, el tema quedó planteado y todavía falta lo que digan y determinen los delegados al
Congreso Nacional.
Es así como surgieron proposiciones para modificar los estatutos del partido, que dan cuenta de los asuntos que estuvieron en el centro del debate de células, comités comunales y regionales. Por ejemplo una propuesta que busca modificar el artículo 50 de los estatutos, para que el Congreso Nacional renueve el Comité Central en un 25 % y no en el 20 % que actualmente está vigente. Otro tanto ocurre con otra propuesta orientada a modificar el artículo 27, respecto a que la dirección “deberá organizar una consulta partidaria sobre cuestiones políticas trascendentes”, que actualmente dice “Podrá organizar también una consulta....”. Esta es una clara preocupación por lo ocurrido frente a la segunda vuelta electoral. Son materias que deberán resolver los delegados al Congreso Nacional.
Entre las reflexiones hechas por algunos de los compañeros que forman parte de la maquinaria que controlaba hasta ahora el partido, se reconoce que no lograron parar todas las cosas que se proponían en materia de resoluciones, pero que además reconocen que las propias elecciones producidas en diversos comunales y regionales los tomaron por sorpresa. Algo ha ocurrido que no lograron manejar resoluciones y elecciones como esperaban. Tanto es así, que algunos de esos compañeros han planteado que ha habido votaciones corporativas, con las que hay que tener cuidado. Algunos sostienen que se encuentra operando una “máquina” en la que estarían involucrados los ex presos políticos y los exonerados. Otros afirman que esta “máquina” no podrá operar en el Congreso Nacional, incluso creen ver una operación de la que participaría el MPMR. Otros agregan que las votaciones corporativas han generado que se vote de abajo hacia arriba, derrotando o debilitando la prelación propuesta por cada dirección saliente y arrojando como saldo, la elección de direcciones distintas a las que esperaban. Ninguno de estos analistas se pregunta sobre qué está diciendo el partido con esa forma de votar.
La preocupación por esta situación llegó a tal extremo, que en el pleno del Comité Central, realizado el sábado 18 de noviembre, no se entregó a cada integrante del Comité Central un ejemplar del informe para que lo conservase como un documento de trabajo propio, sino que se le proporcionó una copia numerada y debidamente registrada del documento, la que debieron devolver una vez concluida la reunión. El sistema propio del régimen de circulación de documentos bajo medidas de contra inteligencia, representa el desconcierto y la preocupación del grupo de poder que controlaba el partido hasta ahora. Decimos controlaba, porque el sólo hecho de que se vean obligados a imponer medidas de seguridad que amenazan la democracia interna y el propio espíritu de un congreso del partido, refleja un elevado grado de preocupación por el control real.
Por todo lo señalado queda una gran tarea para los delegados al Congreso Nacional. A ellos les corresponde dirimir si los comunistas chilenos tendremos más de lo mismo por otros cuatro años o si sacaremos al partido del estancamiento que enfrenta respecto a su trabajo de masas, a su papel en las luchas de los más amplios sectores de la sociedad, especialmente de los trabajadores, a su crecimiento electoral, al desarrollo y dominio de todas las formas de lucha que demanda la lucha de clases, su aplicación acorde a las características que adquieran las diversas etapas del proceso social, como de la resistencia ofrecida por los sectores dominantes. En definitiva su marcha irrenunciable hacia la conquista de una democracia avanzada, del socialismo y finalmente del comunismo.
Este Congreso Nacional –a diferencia de otros anteriores- tiene la oportunidad de producir un vuelco importante en la política y en la organización, inspirado en sus raíces y su proverbial compromiso de lucha y abnegación. Este congreso tiene la oportunidad de remover trabas y por qué no decirlo, nuestros propios enclaves de poder, para poner de pie al colosal intelectual colectivo que pueda ser visto sin reproches por su transparencia y compromiso de lucha.

Adelante con el XXIII Congreso...
Con Gladys...Mil veces venceremos...

Noviembre 2006

En medio del XXIII Congreso

En un sucinto análisis de las discusiones de un gran número de Congresos de Célula, podemos vislumbrar que los énfasis se han puesto en tres aspectos centrales de la Convocatoria entregada por el Comité Central de nuestro Partido. Estos son: Desafío de construcción de la correlación
de fuerza que permita conquistar un gobierno de nuevo tipo; la Contradicción principal del Período y la Política de Alianzas. En esta dirección hacemos el siguiente aporte a la discusión fraternal que se plantea en nuestro Partido.

Acerca de la Convocatoria al XXIII Congreso del Partido Comunista

El modelo neoliberal vigente, es la aplicación del liberalismo burgués acuñado en el siglo XIX en Inglaterra, en el contexto del dominio imperialista unipolar. En tanto expresión del sistema capitalista, se basa en la producción de plusvalía.
Esta es y será definitivamente, la principal fuente de su desarrollo y para asegurar el funcionamiento de esta regularidad, todo el aparato del estado –como históricamente ha sido en las sociedades divididas en clases antagónicas- actúa al servicio de ello.
Explotadores y explotados existen hoy bajo condiciones formalmente nuevas. La tendencia a
renovar el lenguaje de las organizaciones revolucionarias, retiró de circulación el concepto de proletariado, como si éste hubiera dejado de existir.

Sin embargo sigue existiendo en tanto existe una masa social desposeída de medios de producción que cuenta sólo con su fuerza de trabajo para vender y obtener los recursos para vivir.

Pero este proletariado moderno ha sido fragmentado y enmascarado por medio de múltiples “creaciones” del capitalismo en los últimos 25 años. Entre ellas, el sistema de tercerización en la producción de bienes y servicios. La imposición del sistema de subcontrataciones.

Se ha tratado de crear la ficción de que la producción de bienes y servicios dejó de ser fruto de grandes grupos de trabajadores. Es decir, que la producción habría perdido su siempre creciente carácter social. Pero si revisamos las cifras de la economía mundial y particularmente nacional, la masa de plusvalía que se genera bajo el modelo neoliberal involucra el esfuerzo de cientos de miles y de millones de trabajadores, que intervienen en los procesos productivos y prestaciones
de servicios. Pero la ilusión óptica generada por la tercerización y la alta tecnología, impide muchas veces distinguir esta realidad.

El desarrollo tecnológico no ha hecho más que incrementar el desarrollo de las fuerzas productivas y aumentar con ello la agudización de la contradicción fundamental del capitalismo, entre fuerzas productivas que se desarrollan aceleradamente y relaciones de producción que permanecen estancadas e incluso retroceden.

Estas condiciones objetivas incrementan la necesidad de un salto revolucionario que supere esa contradicción expresada hoy de modo más agudo, pero morigerada por la aparente inexistencia de un proletariado real. La cuestión es cuándo y cómo este proletariado dejará de ser una clase en sí, para transformarse en clase para sí. Es decir, cuando y como adquirirá conciencia de su condición de clase fundamental para la subsistencia del modelo –y del sistema-, y de su capacidad como fuerza motora para la transformación revolucionaria de la sociedad.

La respuesta pasa por el hecho de que la conciencia del proletariado no surge de manera espontánea. Este necesita recorrer un camino de luchas práctico por sus demandas más sentidas y por sobre todo, contar con un partido, su propio partido de clase, el que debe desarrollar esa conciencia superior.

En la lucha histórica de la clase obrera se enfrentan dos fuerzas desiguales, por un lado las clases dominantes que constituyen una minoría poderosa, dueña de un inmenso poder económico, político y militar, dueña de la gran mayoría de los medios de comunicación, teniendo además todo el poderío y recursos del estado para ejercer su dominación. Y por otro lado las clases y grupos dominados que constituyen la inmensa mayoría de explotados, desposeídos y oprimidos, que tienen como única herramienta la organización y su conciencia revolucionaria.

Pero la clase obrera no logra en forma espontánea una organización y una conciencia revolucionaria, ella es fruto de largos años de lucha desde antes de Recabarren a la fecha. Es a través de este aprendizaje en la lucha, es que la clase obrera adquiere la experiencia y el conocimiento de la teoría revolucionaria, que le indica que no basta con la lucha reivindicativa, que no basta con organizarse en sindicatos, que no basta con hacer huelgas, sino que es necesario eliminar la explotación implantando un régimen social nuevo, donde cada ser humano tenga las mismas posibilidades de desarrollo.

Para poder eliminar la explotación y construir una sociedad mas justa, el proletariado se ve obligado entonces a arrebatarles el poder a las clases dominantes empeñadas en mantener la vieja sociedad.

Esta situación es la que hace necesario que la clase obrera se organice en forma tal, que pueda conducir la lucha hasta la victoria final; Al decir de Lenin: “La lucha de clases debe ser concebida como una guerra; en ella el proletariado solo podrá triunfar, si sus sectores mas avanzados logran darse una organización parecida a la de un ejercito, capaz de movilizar en forma inteligente y disciplinada a las grandes masas proletarias contra sus explotadores”.

Es en este contexto que nace el Partido Comunista, un partido de clase, que tiene como objetivo estratégico la toma del poder y la construcción de una sociedad socialista en Chile.

Por lo tanto tomando en cuenta y sin perder jamás de vista el objetivo estratégico final, se deben determinar los objetivos estratégicos parciales que correspondan a cada periodo, manteniendo siempre una estrecha relación entre el objetivo final y los objetivos parciales. El no tener en cuenta continuamente el objetivo final, puede significar sumergirse en problemas secundarios y entregar el triunfo al enemigo.

Identificación del motor de los cambios

El proletariado de nuestro país tiene una historia de lucha que propicia las condiciones para no empezar de cero en la recuperación y actualización de su conciencia revolucionaria. Por el contrario, las múltiples movilizaciones registradas bajo los gobiernos de la Concertación, precedidas de la ejemplar lucha contra la dictadura, señalan la posibilidad de producir un vuelco en la tendencia inmovilista y paralizante, propiciada por el ejercicio del diálogo conciliador (en el
sentido de la conciliación de clases antagónicas), alimentado por la emergente cultura de las mesas de diálogo para cualquier cosa.

No podemos estar en contra de dialogar en general, pero el diálogo supone respeto efectivo entre las partes y no que una lo asuma para ganar tiempo y facilitar sus propias maniobras en perjuicio de la otra. El ejercicio del diálogo fue envilecido por los grupos de poder. Pero además, el desarrollo de un diálogo beneficioso para las clases populares, sólo puede producirse cuando estas cuentan con un determinado grado de fuerza, expresado en su capacidad de lucha. Ejemplo de ello fue la reciente movilización de los estudiantes secundarios, la huelga de los mineros de Escondida y otros que lamentablemente no son tantos como debieran.

Para el Partido es necesario identificar del modo más preciso posible a los grupos de trabajadores que producen la mayor masa de plusvalía dentro del país, tanto para la economía nacional, como para las economías transnacionalizadas. Esto independientemente de que estos grupos trabajen a las órdenes de empresas contratistas, dentro de grandes empresas o incluso como microempresarios.

Entre los principales debiera contarse a los trabajadores de las empresas que extraen y procesan cobre y otros minerales; los trabajadores forestales y de la industria maderera; los trabajadores de las empresas salmoneras. Entre ellos se encuentran los trabajadores contratados por las respectivas empresas de cada rubro, pero también se encuentra una importante masa de subcontratados y también temporeros. A todos ellos se debe agregar la masa de 600.000 cesantes, que representa el Ejército de Mano de Obra de Reserva, que hace posible la existencia consolidada de una oferta de abundante mano de obra en el mercado laboral, lo que permite mantener los salarios a la baja.

No podemos seguir reproduciendo el error de conceder carácter de clase a grupos sociales que aún cuando sean importantes, no son fundamentales para la reproducción del modelo. Todos aquellos grupos deberán ser considerados por cierto, en la política de alianzas que debe llevar adelante el proletariado y probablemente sus luchas incrementen las condiciones generales para la lucha revolucionaria, pero la definición estratégica debe basarse en las clases que son fundamentales para que funcione el modelo y sea viable, pero que además son portadoras de un nuevo orden social por el lugar que ocupan en la producción de la riqueza y la forma asociada en que lo hacen, aún cuando se trate de una multitud orgánicamente atomizada por la tercerización, repartida en miles de empresas reales y de papel, porque el resultado es de todas formas un esfuerzo productivo asociado y sólo aparentemente dividido. Tal parece ser la forma de existencia del proletariado en este Chile del Siglo XXI.

El rol de la CUT

En este contexto, debe ser revisada profundamente la actuación de la CUT desde su refundación y especialmente en los últimos años. Allí debemos cambiar cuestiones fundamentales. La enrome cercanía de la central con La Moneda ha causado un severo menoscabo a su capacidad combativa. De esta manera ha pasado de ser un instrumento que debiera estar al servicio de la lucha liberadora de los trabajadores y específicamente del proletariado, a un instrumento de conciliación. La CUT se ha convertido en un organismo “gobiernero”, en cuyo interior germinan diversas formas y grados de corrupción. Lo poco que ha realizado hasta ahora la CUT, sólo ha servido para justificar su existencia casi como una institución más del sistema.

Es necesario examinar esto profundamente y si es necesario, promover una nueva refundación del organismo. Pero si no resultara posible, debe considerarse que el proletariado del país necesita una organización sindical que lo aglutine nacionalmente, para luchar de manera efectiva por sus derechos y demandas, pero que por sobre todo debe tener como perspectiva la acción transformadora de la sociedad impulsada por los trabajadores encabezados por el proletariado.

Táctica y estrategia

La elaboración de la estrategia supone el análisis de las clases que componen la sociedad chilena actual; esto significa que antes de proponernos el tipo de alianzas de clases que va a permitir a la clase obrera la toma del poder, tenemos que determinar la estructura de clases de la sociedad, la tendencia del desarrollo de la lucha de estas clases y las condiciones internacionales en que esta se desarrolla.

Deben ser considerados factores como: La situación de dominación o dependencia del país dentro del sistema de globalización del imperialismo, el grado de concentración económica, el peso relativo de las clases dominadas, las contradicciones principales entre las clases dominantes y las dominadas, y las contradicciones al interior de cada una de ellas.

Todos estos elementos le permitirán al partido determinar mas o menos acertadamente, cual es el enemigo de clase principal, cuales son las clases revolucionarias y cual de entre ellas es la clase dominante o dirigente del proceso revolucionario, cuales son las clases intermedias que deben ser neutralizadas de la influencia de las clases dominantes y que puedan ser en determinados momentos, aliados eventuales de la clase obrera.

A la luz de estos elementos técnicos de la teoría marxista, reflexionemos sobre la convocatoria al XXIII Congreso Nacional del Partido. El objetivo estratégico final se menciona de pasada en forma muy difusa en el capitulo 9, que lleva por titulo “Los trabajadores sujeto principal de la convergencia” y dice como sigue: “No existe contradicción entre los objetivos del periodo y nuestra concepción socialista de la sociedad” y mas adelante se plantea como “objetivo histórico”, no la toma del poder y la construcción de una sociedad socialista sino “La Revolución Democrática” que es claramente la línea política para un periodo.

La lucha cotidiana no nos puede llevar al abandono de los objetivos estratégicos por cuestiones inmediatas, esto conduce a una lucha sin sentido revolucionario, que sacrifica el avance revolucionario por las conquistas del presente.

La reducción de la estrategia a las cuestiones tácticas, lleva inevitablemente al reformismo; es común en este tipo de desviaciones buscar apoyo en sectores de las clases dominantes, ya que la visión inmediatista siempre lleva a subestimar las potencialidades de lucha de las clases revolucionarias.

Esto puede vislumbrarse en las decisiones en torno a la falsa superación del PODEMOS, aliados con los que se construyó un programa de gobierno, mediante la constitución de una especie de Parlamento Social y Político que, siendo más amplio en su conformación, une a sectores y personas con diferencias mayores.

Es cierto que puede resultar un avance el fin del binominalismo, alguna reforma al sistema provisional, laboral o educacional, pero en ese paso táctico en el que se confluye con nuevos sectores no debe desecharse lo avanzado en encuentros estratégicos con aquellos con los cuales es mucho más lo que nos une.

Con respecto a las clases sociales que componen la sociedad chilena, la convocatoria define la contradicción principal del periodo aún vigente que es entre “Neoliberalismo y Democracia”, no está claramente establecido cuales son las clases y capas sociales que sustentan el modelo neoliberal, cuales son las clases y capas sociales que se oponen o que potencialmente podrían oponerse al sistema neoliberal.

Se define a los trabajadores como “Sujeto principal que generará las condiciones para la unidad que buscamos” no estableciendo claramente que capa o segmento de los trabajadores es el dominante o dirigente sobre el cual deberíamos centrar nuestros esfuerzos. Debemos considerar también que el deterioro, causado por el Neoliberalismo y la represión, en la conciencia de los trabajadores ha sido tal que hoy podemos hablar de la existencia de un resentimiento de clase más que de una conciencia de clase. Así mismo, la existencia de un gran sector de desregulados, cesantes y marginados, impide formular modos tradicionales para su organización.

Nuestra estrategia debe ser confirmada de acuerdo a la concepción marxista leninista: la conquista del poder por el pueblo encabezado por el proletariado, para construir el socialismo y posteriormente la sociedad sin clases, el comunismo.

La Revolución Democrática, debe representar un eslabón de una cadena de transformaciones en la marcha hacia la revolución socialista, que debe consistir de acuerdo al ideario marxista, en agotar los marcos de la democracia burguesa imperante, llevándolos a sus extremos, hasta pasar a una democracia superior, la democracia socialista.

Por eso es fundamental que la Revolución Democrática promueva inicialmente la instauración de una democracia participativa. Cuanto más participativa e integradora, debe buscar soluciones a las principales demandas de amplios sectores de la sociedad, frente a requerimientos vitales como: trabajo, salario justo, previsión justa y digna, salud de calidad y gratuita para todos, vivienda digna para todos.

La Revolución Democrática, junto con instaurar una nueva constitución, debe dictar nuevos códigos de justicia: penal, civil, tributario, laboral y militar, así como un nuevo código orgánico de tribunales, para hacer una verdadera reforma judicial.

Debe también transformar el poder legislativo y las normas que lo rigen. Se debiera propender a un sistema unicameral, una especie de Asamblea Nacional Legislativa.

La nueva constitución deberá garantizar el aprovechamiento y goce de las riquezas del país y sus frutos principalmente a sus habitantes.

Deberán ser anuladas todas las privatizaciones de empresas del Estado, consumadas durante la dictadura y revisarse todas las realizadas por los gobiernos de la Concertación.

En una primera etapa, deberá elevarse el papel del Estado en la gestión productiva y financiera nacional, hasta que alcance un papel superior en el control y promoción del desarrollo nacional.

Para hacer realidad la Revolución Democrática, debe llevarse adelante la más vasta movilización y ruptura con el modelo neoliberal y la institucionalidad heredada de la dictadura. Ruptura y desestabilización del modelo de dominación vigente. Sin conciliar.

En tal sentido la lucha electoral debe servir para una efectiva acumulación de fuerzas y no para negociar pequeñas prebendas con el sistema. La presencia de los comunistas en el parlamento debe ser resultado de la movilización de vastos sectores que así lo demanden, pero no debe ser condicionada a respetar las reglas del juego establecidos por una constitución espuria.

Antes que eso, es tarea fundamental de la Revolución Democrática, la instalación de un Asamblea Constituyente que elabore una nueva constitución para reemplazar la actual. Chile necesita una nueva constitución y no que se remiende la heredada de la dictadura, que fue hecha a la medida de los más abyectos intereses de las clases explotadoras nacionales y extranjeras, para asegurarles el saqueo total del país y la explotación más aguda de sus trabajadores.

Todo perfeccionamiento de la institucionalidad democrático burguesa en vigencia, como la corrección del sistema electoral, contribuye a otorgar estabilidad y gobernabilidad al sistema de dominación y al modelo neoliberal.

Lo anterior no niega que ocupemos los espacios y tribunas existentes, porque forman parte de conquistas del pueblo que peleó contra la dictadura.

Representan en última instancia válvulas de escape abiertas por quienes administran el modelo, para proporcionarle cierta estabilidad. La cuestión es si esos espacios y válvulas abiertas permiten al movimiento popular agotar sus márgenes y resquebrajar la institucionalidad de arriba abajo.

La existencia de parlamentarios comunistas no debiera constituir un fin de nuestra organización y en tal sentido ningún parlamentario debería aferrarse al sillón que alcanzó en el Congreso Nacional, ni frenar la intensidad y profundidad de la movilización popular. Nuestros parlamentarios deben convertirse en líderes directos de vastos sectores del pueblo y en especial de los trabajadores.

El Trabajo Militar del Partido

La cuestión militar sigue siendo en la política del partido, mucho más que un talón de Aquiles, pues si nuestra definición estratégica se orienta hacia la conquista del poder para el pueblo y la transformación radical de la sociedad, el papel de la fuerza y la violencia se hace fuerte. No por una pasión violentista de los revolucionarios, sino porque la reacción, la burguesía y el imperialismo no cederán sus privilegios jamás en forma pacífica.

La cuestión militar debe comprender el desarrollo del conocimiento teórico y práctico sobre estrategia y táctica, por todo el partido. El papel de las FF.AA. actuales, su carácter y objetivos; su organización y características principales. El papel de la violencia en los procesos sociales, el conocimiento de la lucha armada regular e irregular.

Conocer la metodología militar

En lo práctico debe impulsar una labor permanente hacia las FF.AA. para captar simpatías y apoyo hacia la revolución, neutralizar a los elementos vacilantes y aislar a los reaccionarios. Debe considerar el estudio y desarrollo de una doctrina de defensa nacional distinta a la imperante.

También se debe desarrollar una labor de autodefensa a niveles partidario y de masas, la que debe proyectarse como componente de tareas militares mayores.

Junto a o anterior, debe elaborarse una planificación estratégica del desarrollo de fuerzas combativas del pueblo y desarrollar también diversas hipótesis de conflicto, respecto a las cuales construir reserva, una fuerza central y fuerzas territoriales. Junto a lo anterior deberán avanzar la planificación y realización de las misiones propias de los aseguramientos multilaterales.

La caracterización que hace la convocatoria de las FF.AA., reproduce los datos ofrecidos por la operación cosmética efectuada por éstas. El concepto manifiesto en la convocatoria, relativo a que la experiencia latinoamericana demuestra que éstas son permeables a las ideas de cambio, no se ajusta a las instituciones chilenas de la Defensa Nacional. La cantidad de efectivos implicados en violaciones a los DD.HH. que aún permanecen en servicio activo y sin ser procesados; la nula colaboración en las investigaciones judiciales sobre crímenes de lesa humanidad y por el contrario su obstrucción sistemática a dichas investigaciones; su estrecho compromiso con la dictadura, y por sobre todo, la preservación de su carácter de clase, confirman que las FF.AA. actuales no son otra cosa que el brazo armado del Estado burgués que preserva el modelo capitalista neoliberal.

Al respecto debemos hacernos cargo de que la denominación “Vacío Histórico”, constituye un eufemismo para encubrir algo mucho más grave. No puede tratarse sólo de una omisión infortunada, el dejar de hacer y preocuparnos por los contenidos militares de una política revolucionaria.

El abandono de ella es un crimen porque contribuye a fomentar la falsa premisa de que es posible transitar a una sociedad superior, que supere la dominación del Estado burgués en forma pacifica. De que es posible transitar gradualmente hacia esa sociedad superior, el socialismo y posteriormente al comunismo, sin padecer la represión y en última instancia, la más feroz resistencia de las clases dominantes y el imperialismo.

“Omitir” en los hechos el componente militar de nuestra política, es un abandono premeditado de una factor estratégico en la acción revolucionaria (Ver capítulo de libro de Carlos Toro publicado en El Siglo Nº 1313, del 8 de septiembre de 2006).

Construcción de un proyecto de mayorías

Necesitamos reflexionar en este Congreso sobre como los comunistas aportamos efectivamente al proceso de construcción unitaria de un proyecto político social de mayorías, alternativo a la aplicación del actual modelo.

En primer término tenemos que reconocer que la existencia de éste (el modelo), tiene su génesis en un proceso contrarevolucionario que tenía como objetivo, no sólo derrotar al gobierno de la UP y sus conquistas. Se instala en gran medida un proyecto “armónico”, que en lo económico, político, cultural e ideológico, logra instalar un avance sumiso a las políticas económicas desarrolladas por el imperialismo.

La desclasificación de los documentos de Santa Fé, muestra el plan global de dominación, que es el preámbulo a la caída del socialismo europeo. Esta derrota parcial del desarrollo progresista de la Humanidad, facilita las condiciones planteadas en este “plan global” del imperio. Nuestra Patria es parte de este “eslabón”. Nosotros tenemos grandes logros, sin duda, el carácter antiimperialista del Programa de gobierno de la UP. Una política económica que favorecía a la clase obrera, a amplios sectores medios, que incluso establecía como aliados a la propia burguesía criolla, que tenía contradicciones con la burguesía monopólica financiera y el imperialismo.

El Programa de la UP, en sus contenidos político-económicos, se afirma en un análisis Leninista del rol de la clase obrera y las contradicciones en las condiciones del desarrollo de la etapa imperialista.

Si bien fue así, no tuvimos la visión y aptitud de generar una correlación político-social de respaldo al proyecto revolucionario, existiendo inclusive condiciones muy favorables. Al examinar los contenidos programáticos del proyecto Tomic y el de la UP, apreciamos importantes analogías, en su carácter antiimperialista y anticapitalista. La política de clases implementada por el Partido en relación a la caracterización de la DC, como un partido pluriclasista, más la profunda lucha político-idelógica y el natural desarrollo de tendencias progresistas al interior de la DC y de otros sectores posibilitó el carácter análogo de ambos programas. (Es necesario un mayor estudio de este fenómeno político-social).

En síntesis, no fuimos capaces de aprovechar ese “potencial” y el enemigo de clase logra, paso a paso, influir con sus políticas en la DC y al “término” del gobierno popular, prácticamente estaban alineados y son inclusive sumisos a la generación del golpe. El punto es que siempre en política se plantea el fenómeno de quién influye a quién y en teoría, todo proceso se afianza en la medida que es capaz de generar una correlación política, social y militar, favorable a la revolución.

En el actual Programa del PC, se expresa claramente este concepto, en el capítulo de la Revolución Democrática.

“Queremos expresar que tenemos que observar, tres períodos históricos.

1.- Previo y durante el Gobierno Popular.

2.- Durante la lucha contra la dictadura

3.- Actualmente, en esta transición inconclusa, que hasta hoy no ha transitado a ninguna parte, sino sólo a profundizar el modelo.

En la lucha contra la dictadura, el desarrollo de nuestra política logra por primera vez instalar un elemento nuevo, pero no basta con una correlación político-social, es necesario avanzar a la construcción de una correlación militar. El vínculo dialéctico de lo político y militar logra un correlato “nuevo”. Apreciando hoy como fue el desarrollo del conjunto de nuestras capacidades, en lo político, social y militar, se logra influir en los acontecimientos, pero no los determinan, porque no logramos generar una correlación político, social y militar “suficiente” y que además no tuviera en su proyección estratégica solamente como objetivo la derrota de la dictadura evidentemente.

El “cambio” que se genera toca algunos aspectos mínimos y el imperialismo acelera este cambio, convence al propio mando e inclusive a Pinochet cuando le dicen: “usted no está en condiciones de garantizar ni su propia vida”. El Departamento de Estado advierte el peligro que se cierne efectivamente frente a la generación de una correlación política, social y militar de tal magnitud contra la dictadura y en la cual los trabajadores, el pueblo, la izquierda, el PC, nuestra fuerza propia, fuésemos el factor principal. Por lo tanto, esta transición pactada, desde el Departamento de Estado, ha jugado su papel.

Se repite nuevamente en el período de lucha contra la dictadura, la aplicación de una “ley”, ¿qué mayorías se logran?; quién influye a quién. Cómo logramos tener un proyecto estratégico que sea capaz de construir, paso a paso, una correlación favorable.

En el actual período nos parece que la consigna entregada a la discusión “A conquistar un gobierno democrático, nacional y de justicia social con unidad y lucha del pueblo”, conceptualmente es justa, pero políticamente es un espejismo, porque tiene como objetivo político o se afirma en una convergencia político social que no existe, que es una expresión comunicacional, más grave aún, que no tiene programa común.

Reconociendo que tiene coincidencias mínimas, agregando que hay un gran abismo entre lo dicho y la real voluntad de hacer. Aparecen firmando los partidos de la Concertación y, en la práctica, hasta hoy no se expresa en la voluntad de impulsar por ejemplo un llamado a plebiscitar cuestiones como la previsión, el sistema educacional, el binominalismo, etc.

Queremos expresar nuestra preocupación ante esta iniciativa “por arriba”, que relega a asegundo plano o casi ignora el rol del Podemos y su programa. Estamos de acuerdo que hay que construir una mayoría que sume efectivamente a los antineoliberales, e inclusive a todos los que afecte el modelo. El problema radica, en que con qué propuesta intentamos construir esta mayoría anhelada.

En este sentido rescatamos los contenidos programáticos partidarios aprobados en el XXII Congreso y el desarrollo unitario, que inclusive le dimos el carácter de una propuesta estratégica alternativa al modelo, nos referimos al programa del Podemos.

En la reciente jornada electoral, el rol que jugaron en la discusión política los contenidos del programa Podemos, logran hacer avanzar en el cuestionamiento a los problemas de fondo de nuestra sociedad. Pensamos que desde el Podemos y su Programa debemos avanzar paso a paso a la construcción de una mayoría que exija cambios verdaderos.

Sin desconocer que al interior del Podemos existen visiones sectarias, que limitan la posibilidad para que el Podemos influya con nuestra política, los comunistas tenemos que reconocer que, a pesar de las diferencias, estas no tienen un carácter de contradicciones antagónicas al interior del Podemos. Tenemos que reconocer lo nuevo que existe en la revalorización del aporte de los Humanistas y de otros aliados, en la existencia de un Programa común. En síntesis, no se desarrollará una unidad de verdad con otros sectores sino logramos fortalecer el Podemos, su orgánica, el rol del programa, que debe transformarse en el “faro” que alumbre la lucha antineoliberal.

La presencia del Podemos en cada una de las luchas de nuestro pueblo, son condiciones básicas para el avance de una construcción de mayorías, hay que agregar que respecto a nuestro vínculo político con la Concertación, obligatoriamente hay que caracterizarlos como un conglomerado pluriclasista, se repite, que los partidos de centro tienen influencia en las organizaciones de clase, estudiantiles, etc. La reciente experiencia de los estudiantes, el contenido unitario, transversal de la lucha contra la LOCE.

No descubrimos la pólvora cuando afirmamos, que nuestra política tiene que influir por abajo, a partir de su contenido de clase, esto es lo principal, y no excluye las iniciativas por arriba, estas ayudan, pero no tienen consistencia y futuro si por abajo no le damos sustento. Los estudiantes nos enseñan.

También sabemos que la derecha tiene una base social que históricamente no tenía. Con demagogia y con recursos han logrado engañar a muchos proletarios, que no distinguen quién es su enemigo real. La discusión estudiantil avanzó e instaló un claro contenido democrático cuando mayoritariamente afirma que hay “que democratizar la educación y mañana la sociedad”. La discusión política ideológica logra instalar estos conceptos transversales.

Existen en la sociedad amplios sectores que aparentemente no están ni ahí, cuántos son los que no quieren participar, no se inscriben, ¿Qué hay detrás?, No están ni ahí, o tienen desconfianza de cómo se manejan las cosas en esta democracia limitada y excluyente. Este amplio sector tiene que ser objeto de nuestra preocupación de política de masas, en la construcción de la mayoría activa que necesitamos construir.

Queremos concatenar la idea que en este período de transición la influencia de nuestra política de masas y capacidad orgánica es menor inclusive que en la lucha contra la dictadura. La disminución del conjunto de nuestras capacidades (político, social, militar), nos plantean un profundo desafío. ¿Cómo nos colocamos verdaderamente a la altura de las necesidades?.

En la evaluación de nuestras políticas desde el XXII Congreso agregamos que, respecto a la conclusión de la Convocatoria de que no hemos logrado plenamente el viraje como nos propusimos hace cuatro años, ha sido claramente insuficiente la aplicación del viraje. Obviamente falta una autocrítica real en la que hay responsabilidades del conjunto del Partido, de nuestras Direcciones y, especialmente, del CC.

En este sentido, la Convocatoria no realiza un examen del actual estado del Partido y de las capacidades para producir un real viraje. Sumando un elemento grave, que fue mencionado por la compañera Gladys en el Diego Portales, respecto a “que no hemos cumplido con una de las resoluciones del XXII Congreso, que habla del contenido permanente de nuestra política militar”. En este Congreso tenemos que examinar autocríticamente ambos elementos.

La posibilidad de construir una convergencia político social de mayoría, ¿en qué se afirma? ¿cuál es el sustento?. Cuando se trata de generar una correlación alternativa al modelo neoliberal, si no se “afirma” en un proyecto programático como es el programa del Podemos, no tiene posibilidad de materializarse, agregando que el proyecto Podemos es una proposición que nace desde la izquierda para ser debatida, mejorada en una franca discusión político-ideológica. El Programa del Partido, y del Podemos en particular, son nuestra propuesta a la Patria. La tarea de hoy, con miras al 2010, debería ser: “Asamblea Constituyente. Un Bicentenario con una Constitución verdaderamente democrática para Chile”.

Un Partido para la Revolución

La educación política, el desarrollo teórico de todo el partido debe ser una tarea prioritaria. Se requiere que sea acometida con una sistematización nueva e inmensamente más potente que todo lo hecho hasta ahora. La recuperación teórica del partido tiene carácter estratégico. Nada de lo que nos planteemos será posible de realizar sin una organización teórica y técnicamente capacitada.

Se necesita un nuevo diseño para la educación partidaria, que logre abarcar a la totalidad de los militantes. Se debe construir una red de cursos, cursillos y escuelas que operen a nivel de todo el país y de una verdadera malla curricular nacional.

La educación del partido debe ser una verdadera cruzada que arroje luz sobre todas las incógnitas y desafíos que nos plantea la realidad política, económica, social y militar, tanto nacional como del mundo.

Debe haber un especial esfuerzo por reencontrarnos con los clásicos directamente. Es decir, redescubrir el marxismo leninismo en sus propios autores. Pero también estudiar los avances en la elaboración teórica, logrados por diversos investigadores y pensadores revolucionarios. Otro tanto se requiere con el pensamiento de gran des figuras de las luchas independentistas y antiimperialistas latinoamericanas.

Es necesario incluso rescatar y defender conceptos revolucionarios que la propaganda de la cultura dominante, la cultura del imperio y de las oligarquías, han estigmatizado como “pasados de moda”, lo que ha sido recogido por todos aquellos que bajo la bandera de la renovación, para terminar convertidos en sirvientes y defensores del modelo imperante.

Los efectos de esta corriente también penetró al partido profundamente. De otra manera no sería posible entender el abandono de del uso de conceptos propios del pensamiento revolucionario y comunista, como es la propia expresión de proletariado, por ejemplo.

La política del partido sólo es posible materializarla por miles de hombres y mujeres, dotados de conocimientos y capacidades especiales, que los hagan portadores de las ideas organizativas y de lucha hacia el pueblo. Se trata de los cuadros, cuyas capacidades debe ser potenciadas mediante una incesante labor educativa del partido en todos sus niveles.

Para llevar adelante nuestra política necesitamos de un instrumento adecuado a sus exigencias. El Partido está muy por debajo de dichas necesidades. Al desarme práctico de las estructuras creadas en torno a la PRPM, fuesen del FPMR o del TMM del Partido, se sumó el desarme ideológico y orgánico, que ayuda a mantener vicios de la clandestinidad como el “orden y mando”, que sustituye a los equipos de dirección por compañeros de “confianza” o que no causan “problemas”, y que debilita la formación de cuadros, su desarrollo y ascenso en las estructuras.

Hoy, más que nunca, necesitamos un partido enraizado en la masa, donde cada célula juegue a fondo su papel de organizador, conductor y educador del pueblo. Con dirigentes que sepan de esta labor y que no “guíen” el trabajo del Partido desde los locales. Un buen ejemplo debería ser la exigencia de que nuestros representantes en la CUT sean dirigentes con real fuerza en las bases, que en el momento en que la máxima organización de los trabajadores se plantee una movilización nacional sea capaz de realizarla con gran apoyo de masas. Debemos terminar con los dirigentes “fabricados”, sin sindicato base ni estructura real. Ejemplos positivos tenemos por montones: dos dirigentes en los subcontratistas del Cobre, otros más en el mismo CODELCO, en los portuarios, en el Colegio de Profesores, en la ANEF, en ENAMI, en los salmoneros, etc. De esta forma también se contribuye a la revalorización de la CUT, desprestigiada al máximo por su “consenso de clases” y el burocratismo actual.

El Partido, y por tanto cada uno de sus militantes, deben estar al tanto de todo lo que se hace en su interior, tener cuentas claras en lo financiero, orgánico, de masas y militar. Planificación y control para asumir planes concretos y con acabado conocimiento de la realidad local, lo que podría traducirse en la reconformación de Comités Locales que ayuden al trabajo de cada Comunal.

El estudio, como trabajo personal y colectivo planificado, debe ser una de las principales responsabilidades de cada militante, como también el que cada estructura tenga claro qué cursos ha pasado satisfactoriamente cada militante. La fraternidad, el real funcionamiento del centralismo democrático y del intelectual colectivo, la crítica responsable y no formal, la honestidad y la transparencia, la discusión a fondo y sin dobleces, deben ser parte de la construcción de este partido revolucionario, pues son la única forma de garantizar su unidad de acción. Un partido hecho para la revolución debe obligatoriamente constituirse en una unidad político-militar desde su dirección hasta sus bases.

Por un Partido Comunista a la altura de la situación histórica

Adelante con el XXIII Congreso

Taller de Estudios Políticos

Luis Emilio Recabarren

Septiembre 2006