28 de septiembre de 2007

¿Pacto por omisión o traición a la Clase Obrera?

Desde hace algunos años existe una situación económica de abundancia en los sectores vinculados a las exportaciones del cobre, de la fruta, en la banca y otros rubros, e importantes reservas en millones de dólares del Estado, y al pueblo la mejoría no llega. La concentración de la riqueza sigue adelante.

El gobierno, la Concertación y la derecha, nada serio han hecho en éstos 17 años, ni harán, por corregir las injusticias. La inmensa mayoría de la población trabajadora se mantiene con bajos sueldos, graves problemas en la salud, educación, cesantía, alzas sin control, falta de viviendas, una escasa industrialización del país y el regalo de las riquezas básicas a las transnacionales. Las represiones al pueblo que reclama justicia, continúan. La derecha se juega por acentuar una imagen de oposición crítica a la Concertación, en su disputa por hacerse del gobierno. En la Concertación, si bien existen dos sectores, dos almas, la progresista sin ofrecer mayor resistencia es utilizada por la neoliberal para proyectar una imagen, mientras mantiene ilusionado al pueblo en días mejores, para seguir profundizando las políticas de los grandes grupos económicos, como lo reconoce el mismo presidente de la CUT, el socialista Arturo Martínez.

Lo principal, lo nuevo que caracteriza a la coyuntura, es un movimiento sindical y social en alza, que comenzó a perfilarse con las movilizaciones y tomas de colegios realizadas por los pingüinos (Mayo del 2006). Este año despertó con la huelga de los trabajadores forestales, que con unidad y resolución rompieron la institucionalidad del modelo, saltándose la prohibición de negociar en conjunto que pesa para distintos sindicatos de una misma empresa, sobrepasando incluso la represión del gobierno que agregó un nuevo héroe popular: Rodrigo Cisternas. Luego los trabajadores del subcontrato de Codelco, usando todas las formas de lucha, rompieron una vez más las trabas de la legalidad neo-pinochetista, poniendo en alto la exigencia por recuperar la gran minería del cobre para Chile, lo que ubica la lucha en un nivel superior, con sentido nacional y patriótico. Son estas las luchas más sobresalientes, entre muchas, que prepararon el camino a la importante y exitosa movilización y protesta del 29 de Agosto pasado. Movilización que adquirió características de protesta en muchos lugares y que marca un hito en la situación política nacional.

Sin embargo, mientras el gobierno y la Concertación están declinando, y los trabajadores y el pueblo en alza, la dirección del Partido Comunista insiste en que la tarea principal del momento es conseguir unos pocos cupos parlamentarios, lo que debería provocar un “boquete” en la institucionalidad pinochetista que abriría en un futuro mediano mejores espacios para la lucha del pueblo. Para negociar estos cupos han presionado a dirigentes sociales y sindicales para que disminuyan la movilización y la lucha, pasó así con el movimiento secundario y con la batalla de los trabajadores subcontratistas del cobre. También han declinado en denunciar la corrupción de las cúpulas concertacionistas, sentándose a la mesa con gente tan oscura como el ex jefe de La Oficina Marcelo Schilling y preparando un pacto por omisión con quienes sostienen el modelo neoliberal. Aseguran que los militantes comunistas que no están de acuerdo con los negociados, que cada vez se expresan con mayor fuerza, “no entienden” la política que el Partido habría definido en el XXIII Congreso, sin decir que las grandes decisiones que fue asumiendo el Partido en el transcurso del Congreso fueron tergiversadas hacia el final del evento. Ya no está la necesidad de reactivar el PODEMOS, no como pacto electoral (JP o JPM) si no como alianza estratégica en la lucha contra el neoliberalismo. Fue reemplazado en los hechos por un inexistente Parlamento Social y Político, al que se le atribuyen las movilizaciones del último tiempo sin que el país sepa que existe, y que solamente es un pretexto para reunirse entre secretarios generales de partidos. Atribuirle a este referente de la política el mayor mérito, es desconocer que los principales impulsores de la nueva situación son los trabajadores, con sus movilizaciones y protestas, que responden a la lucha de clases, por mejoras salariales, protección del ambiente, contra la cesantía, el hambre, que se expresan en paros, tomas y huelgas de los pescadores artesanales, los del salmón, los de la salud, los estudiantes, los mapuches, los trabajadores forestales, los temporeros, los del subcontrato, los sin casa y deudores habitacionales y tantos otros que han venido y están luchando contra las políticas del gobierno y del sistema neo-capitalista.

Amplios sectores comienzan también a levantar las exigencias por los cambios políticos de fondo, por cambiar la Constitución a través de una Asamblea Constituyente que, por primera vez, de a los chilenos la posibilidad de construir su propia institucionalidad.

Contar con algunos parlamentarios del pueblo, sin duda ayudaría, pero no es lo crucial. Lo crucial es contribuir resueltamente a la unidad y organización por la supremacía del pueblo, a su movilización. Esa es la principal tarea de los comunistas, ayudar a que el pueblo se proyecte como alternativa política, para desde esas posiciones construir una política de alianzas donde el pueblo no sea un mero espectador, sino real protagonista.

La desesperación por tomar atajos electoralistas puede ser peor que la exclusión actual, más aun cuando se mendigan cupos que finalmente pueden ser concedidos sin un real trabajo de masas, sin un apoyo consistente del mundo social, como ha sido siempre nuestra visión de la participación en los procesos electorales.

Por ahora, sin una fuerza alternativa de atracción, como la que se perfilaba desde el PODEMOS, los cambios serán solo en la medida y hasta donde la burguesía lo permita abriendo pequeñas compuertas que no cambien el fondo como forma de no perderlo todo.

Sin embargo, los trabajadores y el pueblo se van ubicando a la cabeza del momento político real, proyectándose con más claridad como sujetos de los cambios que se aproximan. Quienes quieren cambios reales no deben asustarse porque el pueblo se une, moviliza y busca conducir el proceso. Es esperable que la derecha, el gobierno, la concertación y el imperialismo lo manifiesten, como lo han expresado a través de su portavoz: El Mercurio y otros medios.

Es de enorme importancia comprender esta cualidad de la coyuntura política y actuar en consecuencia, trabajando por el fortalecimiento del movimiento sindical, teniendo en cuenta que no sólo los trabajadores están llamados a jugar su rol histórico en el proceso de cambios, sino también el pueblo del que son y forman parte. Es el momento de levantar, desde la base, en cada comuna, zona, región, las demandas y propuestas del pueblo, es el imperativo hasta formar un gran movimiento nacional para los cambios.

El enemigo interno

Como en los peores tiempos de la dictadura y su Doctrina de Seguridad Interior, la dirección partidaria intenta que los militantes cierren filas en su entorno inventando un supuesto “enemigo interno”, a quien atribuyen estalinistamente características de anticomunistas o antipartido. Así se sigue empujando hacia fuera a centenares de cuadros políticos, provocando cansancio, aburrimiento o derechamente sancionándoles, como lo ha hecho con valiosos compañeros en Melipilla y otras comunas. Entre estas maniobras está la de atacar a los trabajadores de El Siglo, quienes organizaron un sindicato para defender sus derechos laborales pisoteados por la actual forma de administrar el periódico.

La realidad orgánica del Partido está cada vez peor, sigue en descenso la cantidad de militantes; se pasa por sobre los estatutos para designar a nuevos militantes, de confianza exclusiva del núcleo permanente de la dirección central por su obsecuencia irrestricta a éste, en diversos cargos de dirección burlando las elecciones efectuadas en los respectivos congresos; no se cumplen las resoluciones de la Conferencia Nacional de Organización que ordenó la constitución de nuevos regionales; no se priorizan las iniciativas que tienen contenidos programáticos de fondo y se maneja la estructura partidaria a través de funcionarios directos, pagados por la caja central, e indirectos, pagados a través de diversas fuentes de empleo en que la dirección central les ha conseguido un puesto, por ejemplo en algunas organizaciones sindicales e incluso a través de empresas de sospechosa dependencia y otras fórmulas.

En tanto, en la mayoría de las comunas se buscan formas para evitar que se exprese el rechazo a las decisiones unilaterales de la dirección, mientras en algunas partes se pone a gente nueva a la cabeza, como en Quilicura, en otras se prohíbe hasta la realización de actos en memoria de nuestros héroes al interior de los locales partidarios, como sucedió en Renca. Situaciones complejas de Cuadros son mantenidas en extenso proceso, como en Antofagasta, Valdivia y Los Angeles, provocando la desilusión y el abandono, fruto de la decepción, por parte de los comunistas honestos y retrasando el trabajo hacia el movimiento popular.

No faltan en las cuentas políticas menciones a páginas web o publicaciones, como la nuestra, señalándolas como parte del trabajo del enemigo, sin mostrar que el anticomunismo que nos rodea ha crecido debido a actitudes conciliadoras y entreguistas de los mismos dirigentes que realizan las denuncias.

A rechazar pactos entreguistas

Las elecciones de Alcaldes y Concejales del 2008 se pueden convertir en el espacio político propicio para ir construyendo una propuesta de contenidos y objetivos que apunten al término de toda exclusión, a la democratización del país, a dar un sentido más amplio a los derechos humanos. A partir de las comunas, estableciendo claras diferencias con el sentido y concepto de municipio que tienen la derecha y la Concertación, se puede avanzar en la construcción de alternativa. El futuro se construye desde ahora y con nuestros aliados naturales, los mismos con los que hemos llegado a profundas concordancias programáticas, los que constituyeron el PODEMOS y quienes fueron sumándose.

En las actuales circunstancias, cuando está en ascenso un movimiento social que rechaza las políticas de la concertación, un pacto por omisión actuaría sólo como un salvavidas. ¿Como explicar a los trabajadores, al pueblo que hace huelgas, que protesta, que lucha contra sus políticas y que es reprimido por ello, que le llamemos a votar por un candidato de la concertación porque los comunistas podríamos obtener algún Alcalde?

Llamando a votar por la Concertación no se construye la alternativa popular, ni se agudizan las contradicciones que existen en su interior, por el contrario se actúa como un apoyo a su gestión, prolongándole la vida.

El agotamiento del bloque oficialista en el poder es insoslayable. La Concertación a permanecido unida por la necesidad de sus integrantes de conservar las cuotas de poder y los puestos de trabajo a que han accedido. El desgaste político y general del bloque de gobierno se ha visto incrementado por el aumento de las movilizaciones de diferentes sectores de trabajadores, pobladores y estudiantes, las que adquieren nuevos aires con la potente movilización del 29 de agosto.

En este marco, un eventual pacto electoral de nuestro partido con la Concertación, para las próximas elecciones municipales, sea por omisión o por un acuerdo de otra índole, aportará oxígeno al conglomerado de gobierno. La Concertación podría extender su vida útil gracias a un eventual acuerdo con los Comunistas, que podríamos convertirnos en un salvavidas de la coalición que ha administrado exitosamente por 17 años el modelo neoliberal, logrando su profundización y la de sus efectos sobre la población, especialmente los trabajadores.

Menos se puede pensar, como lo ha señalado públicamente el presidente del Partido a El Mercurio, en ampliar el pacto instrumental a la campaña parlamentaria y presidencial, donde “no podemos permitir que triunfe la derecha”. Hay que sacar lecciones de otros procesos, como el que en Francia llevó al PC de un 26 a un 1,5% de la votación tras convertirse en un simple carro de cola de los sectores socialdemócratas. La tarea de hoy es construir alternativa real.

No se puede aceptar más decisiones totalitarias, antidemocráticas y derechizantes de la dirección partidaria. Debemos sacar la voz en cada célula, en cada comunal, en cada regional y en todo el país para denunciar este intento de acabar con el Partido Comunista, desnaturalizando su carácter. Es necesario un proceso de reconstitución de los principios clasistas, de las confianzas entre militantes, de transparencia y crítica leal. Debemos recuperar nuestro partido para ponerlo al servicio de la Clase Obrera, al servicio de la Revolución.

Comité Editorial

Revista Principios

Santiago, Septiembre de 2007.

27 de septiembre de 2007

Frente de Combate: Vigilancia Revolucionaria

Todo partido revolucionario y todo militante revolucionario sabe, o debe saber, que se enfrenta a enemigos poderosos que no dan tregua luchando en todos los frentes. Uno de esos frentes , y sobre el cual hay que tener el más extremo cuidado, es y ha sido la infiltración.

El gestor de la infiltración coloca a sus hombres con extremo cuidado para que, en el momento oportuno, sean capaces de influir y/o tomar decisiones claves. Pueden tardar años en cumplir su cometido. No es posible detener la infiltración, ella siempre ocurrirá de una u otra manera. Por tanto el arte de enfrentarla consiste en no darles oportunidad para que desarrollen su trabajo, en impedir crear las condiciones para que prosperen. El enemigo siempre lo intentará, una y otra vez.

Es la vieja enseñanza que nos da el mito del Caballo de Troya, nadie está inmune a ello, creer otra cosa es ingenuidad, cosa imperdonable en política. Cuando sucede la infiltración, el derrumbe viene desde dentro. Es una forma de destrucción óptima, casi siempre su arquitectura se descubre cuando es demasiado tarde y todo se está desplomando. De allí la importancia de la vigilancia revolucionaria. Vigilancia que, una vez más, como tantas cosas, ha sido, interesadamente o no, dejada de lado.

La experiencia histórica más reciente y terrible para el conjunto de la Humanidad, es la caída de la Unión Soviética y el llamado “Campo Socialista”. No vamos a decir que todo lo que ocurrió fue fruto de una conspiración, pero los hombres claves sin duda estaban allí. Funcionarios que estaban ubicados para el momento adecuado: Gorbachov, Primer Secretario del KOMSOMOL durante largos años, en 1985 fue elegido en “forma sorprendente” Secretario General del Partido de la URSS. Una de sus primeras acciones fue nombrar a Boris Yeltsin como Secretario Central del Partido Comunista de Moscú y miembro del Politburó Soviético.

Yeltsin había comenzado a trabajar para la administración del Partido en 1969, desplegando una rápida carrera política. Su mayor logro fue convertirse en el artífice final de la desintegración de la URSS, sumergiéndola en la entronización de las mafias y el desplome económico. Finalmente, cumplido su cometido, murió. Su mentor, Gorbachov, todavía sobrevive recibiendo entre otros reconocimientos del “mundo libre” el Premio Nobel de la Paz (al igual que Henry Kissinger), por su “contribución a la distensión mundial”. Hoy preside el Partido Socialdemócrata Ruso y se hace pagar ingentes cantidades por contar como hizo desplomarse a la URSS ¡Todo en nombre del comunismo!.

Hemos llegado a la convicción de que vivimos algo similar. Ha estado sucediendo desde el momento en que se apartó a los dirigentes que tuvieron el alto honor de detener la sangría criminal ejercida por la dictadura sobre el Partido. Nos referimos a Nicasio Farías, Crifé Cid, Jorge Texier y otros dirigentes de base. ¿Bajo qué argumentos?: de ser “un equipo sin el suficiente oficio para constituir una dirección...” (Convocatoria XV Congreso). Es decir, aquellos que encabezaron y mantuvieron la mayor muestra de valor y entrega de centenares de “anónimos cuadros y militantes diseminados en la estructura partidaria” ¡no tenían suficiente oficio para constituir una dirección!. Fueron apartados por los “expertos” que volvieron por sus fueros. Estos expertos que, a la fecha, lo único que han demostrado fehacientemente es su incapacidad de dirigir la fuerza inconmensurable del Partido y su experiencia en tapar pequeñas corruptelas. Expertos en embotar el filo revolucionario del Partido de la Clase, disminuyendo día a día la cantidad de militancia y su fortaleza orgánica. Han logrado que haya más comunistas fuera del Partido que dentro de él. Están logrando la liquidación de un Partido Comunista que logró llegar al poder y que resultó, para el fascismo, indestructible. Han llevado a la organización de los comunistas a una práctica construida desde la impotencia política. Y, lo que es más grave, dañado una condición esencial de su indestructibilidad: la unidad de acción.

No dan cuenta de nada y no son responsables de nada. Son funcionarios de “algo”, sin duda. Representan la muestra palpable de lo que sucede a un partido revolucionario cuando los funcionarios reemplazan a los revolucionarios. Son la muestra nacional de las mafias de burócratas, en parte importante, responsables de la caída de la gloriosa Unión Soviética. El Partido los mira con desconfianza después de que emergieron del XXIII Congreso habiéndose colocado en el bolsillo las resoluciones y críticas más importantes o, a lo más, haciendo un reconocimiento meramente formal de ellas. Hoy existe un rechazo soterrado y silencioso a su accionar que adquiere cada vez más fuerza: ¡No más!.

Tienen en lo esencial al Partido dividido y en bancarrota financiera. Han despilfarrado millones que fueron medianamente reintegrados por el Estado de los bienes inmuebles del Partido, fruto de años de duro trabajo de sus militantes. Como de seguro lo harán con los cuantiosos recursos que aun se adeudaban y que, por esas “casualidades del destino”, la actual presidenta ha desbloqueado y dado orden de entrega rápida. Es una verdadera metáfora el que ellos perdieran la sede histórica del Partido en calle San Pablo. Sometieron al Partido a la tremenda humillación de perder la elección en un distrito que se suponía de recia raigambre obrera, como es Lota. Son de una tremenda incompetencia en el mejor de los casos o, como ya lo planteamos, lo que es peor, dirigentes de una planificada acción de esterilidad política. Hoy la tarea de las tareas es poner fin a esta verdadera liquidación del Partido.

Sería largo, inútil y vergonzoso exponer de manera detallada los innumerables casos de corrupción, conocidos por todos los militantes y que han alejado a tantos de ellos. A modo de defensa, descubrieron que cualquier acción controversial provocada por sus reiterados desaciertos corresponde a una acción concertada del anticomunismo y antipartido. Así han barrido del escenario a todos aquellos que manifiestan su desazón frente a su accionar político. A nosotros no nos gusta pero, pese al llamado del señor Teillier en el Diego Portales, “al que no le guste se va”, no nos vamos a ir. Hemos sido, somos y seguiremos siendo militantes comunistas. Este es nuestro Partido, el Partido de la Clase Obrera, de los Recabarren, Neruda, Volodia, Lipschutz, Víctor Jara, de los miles de combatientes caídos.

La plena confianza en la dirección política es fundamental para la unidad de acción. La confianza, una vez que se pierde, es irrecuperable. Mientras más pase el tiempo, la situación será más lamentable. Se aproximan momentos importantes del devenir político, con una clase que emerge cada vez con más fuerza. Es una responsabilidad política abrirle paso.

En el Partido, hoy por hoy, donde uno vaya y con quien hable se manifiesta una profunda ira e impotencia. Hay conciencia de que en los últimos congresos han montado verdaderas máquinas de poder para doblar la voluntad de la militancia. Esto no se puede hacer impunemente. Están cometiendo un enorme error a un costo que ya está pagando el movimiento popular. ¿De qué otra cosa habla el fracaso de la “política del viraje” constatado en el XXIII Congreso y la falta de unidad de la izquierda?.

Estos dirigentes se han convertido en administradores y gestores del fracaso. Dentro del esquema clásico, han adquirido la condición de guardadores de la fe. Es la beatitud de un pensamiento tópico que ignora incluso el quehacer de aquellos que pretende tomar como modelo: ya no son marxistas.

Aquí no se trata de entrar en componendas ni acomodos: Todos, repetimos, TODOS los actuales cuadros del Secretariado, la Comisión Política y la Comisión de Cuadros deben poner sus cargos a disposición del Partido y ser reemplazados. Debemos hacer inhóspitas las condiciones para la infiltración. El Partido cuenta con una militancia y cuadros intermedios probados que funcionan en términos de entrega, de responsabilidad y dirección colectiva. Pueden y deben asumir los puestos de dirección, convocar a un Congreso Extraordinario y revisar cuentas.

Además debe respetarse a plenitud lo determinado en el Artículo 22 de los Estatutos, extendiéndolo a todos los miembros de Dirección Política Central. Nadie debería permanecer más de ocho años en un cargo de dirección política, ni directamente ni por rotación, como se usa hoy para permanecer indefinidamente en determinadas posiciones de poder. Ni presidentes vitalicios, ni secretarios generales vitalicios, ni encargados nacionales vitalicios. El Partido es la organización por esencia de la Dirección Colectiva. Nadie, bajo ninguna circunstancia puede arrogarse este derecho sin contravenir la dialéctica de la realidad y sin dejar de ser, en los hechos, comunista. Sólo así se terminará con estos pequeños reyezuelos pagados por sí mismos, a propósito de nada, que vegetan por los pasillos del Comité Central y en las direcciones sindicales.

No los estamos expulsando del Partido ni les estamos persiguiendo, sólo estamos pidiendo que se vayan a la producción. Queremos saber quién es quién. Simple y claro.

Nuestra responsabilidad es la vigilancia militante: una posición de principios.

¡Viva la Clase Obrera! ¡Viva el glorioso Partido Comunista de Chile!

Septiembre, 2007.

(Un aporte hecho llegar al Comité Editorial de la Revista Principios)

16 de agosto de 2007

Sobre cretinismo parlamentario y antiparlamentario

A pesar de los discursos, los hechos siguen demostrando hacia donde va la dirección del Partido. El último paso ha sido el acuerdo con el PPD para suscribir un pacto «por omisión» en las próximas elecciones municipales, dejando en nada la resolución de la Conferencia Nacional en orden a «hacer los esfuerzos» por recomponer el pacto del Juntos Podemos (como forma de) «recomponer una fuerza de izquierda que se exprese más allá de las coyunturas electorales», como lo dijera Guillermo Teillier en el Caupolicán.
Recordemos que, luego de que el presidente del PPD lo anunciara públicamente, la dirección tuvo que retractarse de haber aceptado ingresar al gobierno con un cargo en el Instituto de Derechos Humanos, sin embargo se siguen recibiendo «aportes» económicos, como el que acepta el ICAL de los recursos de la presidencia. Por un lado se sostiene que la Concertación está en crisis, que sigue sosteniendo al sistema heredado de Pinochet y por otra, esquizofrénicamente, se hace pactos con ella y se le «presta ropa» para que dicha crisis no se agudice, dejando en claro cual es el «viraje» que se pretende hacer desde la dirección.
En el ámbito de los derechos laborales, se hacen homenajes a Rodrigo Cisternas y a los trabajadores que luchan, pero a la vez se despide fuera de toda legalidad a trabajadores de la Universidad ARCIS, de Radio Nuevo Mundo y del Semanario El Siglo, borrando con el codo cualquier discurso.
En El Siglo de esta semana (del 8 al 14 de junio de 2007), como en el discurso del Caupolicán, se denuncia campañas anticomunistas «de grupúsculos que se visten con patente de izquierda revolucionaria elevada al cubo» (Guillermo Teillier) y «grupos llamados anarquistas, páginas de internet, burdas maniobras y descalificaciones (...) grupos minoritarios (que) se prestan para ser instrumentos» (Iván Rodríguez), acusando el golpe que ha significado para la dirección el que surgan críticas fundamentadas frente a su actuar derechizante, lo que ha contribuido a su propio desprestigio. Habría que ver, en un evento verdaderamente democrático, quiénes son mayorías o minorías al interior de nuestra organización.
Tal vez se hace necesario en este momento dar un vuelco profundo en la vida del Partido Comunista, hoy administrado por una cúpula apegada a su propia forma de «ganarse la vida», que puede cambiar auto de forma seguida, que hace «negocios» con el dinero de todo el Partido, que hace mucho tiempo que no tiene que andar preocupada de como pagar las cuentas a fin de mes y que, además, ve en el ingreso al Parlamento la forma de perpetuar su dominio.
Es necesario dotarse de una nueva forma de democracia interna que impida la generación de estos grupos de poder, que ayude a facilitar el surgimiento de nuevos dirigentes, que estos se prueben en las calles, en las movilizaciones de trabajadores, pobladores o estudiantes y no se apernen a un escritorio y una sede que creen les pertenece por decreto.
El Partido Comunista debe ser el instrumento de la clase obrera para su liberación, para construir el Socialismo y alcanzar el Comunismo, dejando atrás el reformismo propio de quienes pretenden «incidir» sin construir las condiciones para vencer.
En el marco de la discusión ideológica, hemos recibido un aporte del Juntos Podemos de Francia, firmada por Paco Peña, que les adjuntamos.
No podemos dejar de expresar nuestro pesar ante la súbita partida del compañero Javier Chávez. Hombres como él han hecho un aporte real al sentido de clase y de lucha de nuestro Partido. Su ejemplo nos acompaña en este esfuerzo por devolver al Partido a la senda de la Revolución y el Socialismo.

Fraternalmente
Comité Editorial
Revista Principios

Sobre cretinismo parlamentario y antiparlamentario.

Cretinismo : forma de retraso intelectual en los enfermos de bocio, particularmente frecuente en países montañosos. (Vocabulario de psicología, Henri Piéron, PUF, Francia, 1951)

Durante el Congreso de la Internacional Comunista en agosto de 1920, pocos meses después de haber escrito su célebre obra sobre el ultraizquierdismo, en el curso de una animada discusión entre revolucionarios de varios países, Lenin contestó precedente intervención de Amadeo Bordiga -que jugó un papel importante en la fundación del PCI- y que desde hacía algunos años ya había expresado su hostilidad a la participación electoralista y al parlamentarismo, propugnando la utilización de la violencia para la conquista directa del poder. En su respuesta Lenin le reprochó a Bordiga padecer la « enfermedad infantil ». Pocos meses antes, entre abril y mayo de ese año, Lenin había escrito su famoso libro sobre el ultraizquierdismo. En él las emprendía contra algunos dirigentes de diversos partidos comunistas europeos que discrepaban de la línea del PC soviético.

En el congreso de la Internacional Comunista, Lenin denunció el cretinismo de algunos dirigentes que rehusaban participar en el juego parlamentario. Sin embargo, en su obra antes mencionada, el mismo Lenin narra que el partido bolchevique en el curso de su lucha contra el zarismo, había llamado al boicot de la Douma en 1905 y había utilizado la expresión que anteriormente Marx también ya había empleado en el 18 Brumario de Luis Bonaparte y en La guerra civil en Francia. Marx, Engels y Lenin, fustigaron tanto al « cretinismo antiparlamentario » como al « cretinismo parlamentario ». Porque claro, la patología puede desarrollarse en los dos sentidos y Lenin en su libro sobre el ultraizquierdismo se refiere sobre todo a aquellos revolucionarios que se niegan a admitir la necesidad de participar en los parlamentos, observando que en muchas ocasiones dicha participación puede ser una tribuna importantísima para los representantes de los partidos revolucionarios.

Sobre enfermedades y dolencias también habló muchas veces el doctor Marx. En el 18 Brumario de Luis Bonaparte, tiene duras palabras para aquellos que se ilusionan con el juego parlamentario : « Hay que estar verdaderamentemuy afectado por esta enfermedad tan particular que desde 1848 golpea a todo el continente, es decir, el cretinismo parlamentario, que relega a un mundo imaginario a aquellos que la sufren y les quita toda inteligencia, todo recuerdo, toda comprensión del rudo mundo exterior ».

Esta polémica es ociosa en nuestros días, puesto que aparece a todas luces necesario que los que están interesados en el cambio del estado de cosas deben echar mano a todas las posibilidades que entrega la institucionalidad vigente, incluso si ésta es espúrea, excluyente y antidemocrática como en el caso de Chile. No se trata entonces de criticar el legítimo derecho de aquellos que quieren terminar con la seudodemocracia imperante utilizando todos los medios legales a su alcance, sino más bien de poner de relieve que la búsqueda desesperada de representación parlamentaria -en un parlamento corrupto, desprestigiado y que es una emanación de las instituciones impuestas por Pinochet en 1980- choca con un hecho mayor corroborado por tirios y troyanos : la esencia de la constitución de 1980 y la posterior reformita de Lagos, están destinadas a perpetuar la existencia de un orden que garantice la reproducción del modelo neoliberal per seculam, y que genera asimismo los mecanismos legales necesarios para autoprotegerla de toda reforma substancial.

En el programa de la oposición a la dictadura que ganó el plebiscito en 1988, una de las medidas principales era la abrogación de la constitución de Pinochet. Era una exigencia « intransable » se oía decir por entonces a democristianos, socioslistos, pepedeístas y a la izquierda. Esta medida necesaria sigue vigente hoy a diecisiete años de una interminable « transición democrática », porque la reformita de Lagos transformó el texto original en constitución Pinochet-Lagos, modificando algunos aspectos de ella pero dejando lo esencial. Es un orden institucional impuesto por la dictadura, al cual se han acomodado muy bien los diversos gobiernos concertacionistas desde 1990.

Una de los objetivos de la constitución vigente es impedir su reforma debido a las mayorías calificadas que se requieren para ello. Entre algunas de las disposiciones impuestas por la dictadura está la cuestión del sistema electoral (completada por una ley orgánica), que garantiza una sobrerrepresentación de los partidos de derecha, haciendo de esta manera prácticamente imposible que los quóroms requeridos para reformar el articulado puedan ser alcanzados.

Luego de los cabildeos entre concertacionistas, la familia de los Ochocientos y la actual dirección del PC, y después de los anuncios propagandísticos hechos con gran bombo, nada en concreto se ha logrado al respecto como no sea haber dilatado por un largo período el trámite parlamentario de la hipotética modificación del binominal. Está visto entonces que los conciliábulos cupulares sirven a los tres contertulios antes mencionados para emborrachar la perdiz.

A los primeros para darle garantías al PC y demostrar que cumple su palabra con uno de los puntos solicitados para votar en la segunda vuelta por M. Bachelet y al mismo tiempo, inhibir toda veleidad contestataria de la actual dirección de ese partido. Por otro lado, le permite tratar de salir del mal paso en que se encuentra desde hace varios meses, agravado estas últimas semanas por el desastre provocado por el negociado de Chile Deportes y el Transantiago puesto en marcha por Lagos y sus boys antes de irse. De paso, la estrecha colaboración con la dirección del PC le entrega a la Concertación la posibilidad de neutralizarlo poniéndole una mordaza, atenúa sus críticas y reivindicaciones, invitándolo a « sentarse a conversar » alrededor de amenos tecitos con tostaditas. Para la Concertación los votos del PC significarían liberarse un poco del peligro que se cierne para las próximas elecciones presidenciales y le despejaría la cancha debido a la creciente contestación y exasperación de diversos sectores populares.

Algunos gestos del gobierno en dirección del PC ya habían ayudado a esta suerte de « comprensión » de la dirección PC y a su relativo desperfilamiento y mengua en acciones antigubernamentales. El dinero entregado a título de reparación y resarcimiento por el robo y expropiación de bienes de su propiedad durante la dictadura, la dirección del PC lo ha invertido en empresas comerciales. Curiosamente, este dinero parece haber contribuido a disminuir su ardor contestario y explica la abulia de la dirección del PC en las últimas movilizaciones habidas en el país.

A los representantes de la familia de los Ochocientos, participar en conciliábulos cupulares con gobiernistas y algunos dirigentes del PC, les da un aire de respetabilidad democrática y así tratan de recuperar una nunca habida virginidad, toda vez que el país entero conoce el pasado golpista y pinochetista de sus dirigentes. Los Ochocientos se han dado maña para alargar los plazos y además, no todos están de acuerdo en aceptar una reforma del sistema binominal que, repetimos, les garantiza una representación sobredimensionada. Un dirigente derechista justificó su reticencia a la reforma del binominal diciendo : « Aquí hay una hipocresía enorme…siempre se dice para la galería que hay que cambiar el sistema binominal, pero nadie lo quiere cambiar a excepción de los comunistas. La solución es que el PC se incorpore a la Concertación tal como lo están haciendo en la lista única que presentan ambos para las elecciones del Colegio de Abogados ».

En realidad, la actual dirección del PC cambió de posición desde hace algunos meses, diríamos, años. Es sintomático que dicho cambio frente al gobierno de la Concertación interviniera una vez ocurrido el deceso de la compañera Gladys Marín. Se evaluó de manera más « comprensiva », más reposada y con menos énfasis crítico a la Concertación y curiosamente, el gobierno, como una manera de ayudar a la elaboración de esta nueva evaluación, puso a disposición de la actual dirección del PC como hemos dicho, una ingente cantidad de dinero por concepto de resarcimiento por robos y expropiaciones de bienes llevados a cabo por la dictadura de Pinochet. La virulencia protestataria del PC decayó y cesó de liderar los diversos movimientos sociales en el país comenzando a ser sobrepasado por su izquierda por nuevas y más pujantes organizaciones, muchas veces formadas por sus propios militantes que actúan fuera de la línea conciliante trazada por la dirección. Muchos de ellos se expresan en el seno de Juntos Podemos

El cambio en la política del PC se manifestó públicamente con el llamado a votar en la segunda vuelta por M. Bachelet y pretendió imponer igual decisión a otros partidos y ONGs del JP. La ruptura con la izquierda del JP se consumó y su dirección, que desde antes de este hecho ya había comenzado a avanzar la idea que había que « incorporar a otros sectores al JP », ligó más estrechamente a un grupo del CC en el diseño de su política, grupo que siempre ha visto con buenos ojos el progresivo deslizamiento hacia los brazos de la Concertación a la que considera como un « aliado natural ». Es el grupo formado por antiguos dirigentes, algunos de los cuales llevan el récord de más de cuarenta años como miembros de la comisión política y que portan una responsabilidad aplastante en la debacle de la UP. De una u otra manera se han mantenido cercanos a la dirección del PC que se ha reforzado con militantes provenientes de otros partidos de la fenecida UP y que aspiran a colaborar con el gobierno de la Concertación. Por cierto, en este trasvestimiento hay una dosis importante de oportunismo y deseos de protagonismo a cualquier precio, amén de apetito por prebendas, cargos, puestos, viáticos, embajadas y demases.

Como la dirección del PC no podía controlar al JP y ni a su ex candidato presidencial cuya imagen había calado profundo en lo que podemos llamar el « pueblo de izquierda », programó el sabotaje del JP y dió nacimiento con fórceps y cesárea a un nonato, el llamado parlamento democrático y social, que murió de muerte natural a poco respirar. El fracaso de esta iniciativa que se orientaba a reemplazar al incontrolable JP por una alianza más hacia la derecha de la izquierda no prosperó. Pero en contrapartida, entre los militantes comunistas la voluntad de actuar de consuno como JP seguía viva. La decepción cundió y ante el empantanamiento del JP deseado por la dirección del PC, algunos partidos se desligaron de éste, como el MIR, que lamentablemente congeló su participación en esta instancia unitaria.

Este proceso de conciliación no ha sido un camino de rosas para la dirección del PC que sabe que encuentra una resistencia tenaz en su base y las medidas disciplinarias tomadas contra jóvenes de la JJCC y dirigentes regionales y comunales lo demuestran. El desgaje del MPMR de la tutela del PC, es otro ejemplo de dicha contestación.

Que se nos entienda bien. En toda lucha política la negociación es un elemento central. Podríamos decir que el abc de la política es la negociación. No estamos abogando por que un partido revolucionario no pueda tener conversaciones con el gobierno de turno e incluso con sus enemigos. Si la política se inventó digámoslo así, fue en parte para no dirimir las diferentes opciones y diferencias a balazos. Ello, claro, en el supuesto que se actúa en el marco de un estado democrático.

Ahora bien, frente al marco de la institucionalidad pinochetista apuntalada por los sucesivos gobiernos de la Concertación caben dos actitudes : utilizar al máximo las pocas posibilidades que entrega la espúrea institucionalidad dejada por Pinochet y Lagos, pensando en que algún día se obtendrá el quórum requerido para modificarla o, junto con utilizar estas magras posibilidades, impulsar sin tapujos la movilización popular, única capaz de doblegar a aquellos que quisieran prolongar el statu quo per seculam.

Decimos entonces claramente que teniendo en cuenta el carácter antidemocrático de esta constitución y su casi imposible reforma por la vía parlamentaria, a los demócratas les asiste el legítimo derecho de actuar dentro y fuera del marco de esta institucionalidad espúrea y obrar por su abrogación.

Parte de la izquierda extraparlamentaria ha escogido este último camino. Pero parte importante de ella ha escogido el primer camino, privilegiando una estrategia única y claudicante : llegar a acuerdos con el oficialismo y la derecha, para tener una cuotita de representación parlamentaria, algunos diputadillos y tal vez, algún día -para las calendas griegas- reformar el engendro constitucional. Ello conlleva la necesidad de bajar el perfil de las luchas populares como una manera de no perturbar la acción gubernamental, uno de los interlocutores privilegiados de la actual dirección del PC.

La dirección del PC estimó luego del deceso de Gladys y de las reparaciones financieras y la elección de M. Bachelet, que los pasos dados por el gobierno « iban en el buen sentido ».

Se trata por cierto de una visión reformista a corto plazo que confunde al pueblo de izquierda y provoca una reacción encontrada en la base militante del PC, más proclive a trabajar con organizaciones sociales y políticas de la izquierda extraparlamentaria que con sectores concertacionistas, incluso si el gobierno de estos últimos prodiga sustanciosas buenas razones de carácter pecuniario que hacen rebosar de dicha a la actual dirección del PC.

Estamos ante una demostración clara de cretinismo, una búsqueda obsesiva y que a veces se vuelve obscena de acuerdos cupulares a todo trance que deja de lado o « tiende a bajar el perfil » de la necesaria movilización popular. La actual dirección del PC, corre así el riesgo de « cortarse » de un vasto sector del pueblo, en el que prima a pesar de todo una lógica unitaria que excluye todo entendimiento programático con la Concertación, mientras ésta aplique el continuismo neoliberal. Decimos bien entendimiento, esto es, acuerdos bajo tabla a espaldas de sus militantes y no conversaciones, puesto que estas últimas un revolucionario debe mantenerlas hasta con el diablo en persona. Las últimas huelgas y movilizaciones de los estudiantes, de los mapuches, de los trabajadores forestales, de protesta por el escándalo provocado por el Transantiago, confirman el aislamiento de la dirección del PC y las críticas cada vez más abiertas de sus militantes de base, quienes actúan de consuno con militantes de otros partidos y organizaciones de izquierda, al margen de la línea trazada por su dirección. Son estos sectores los que comienzan a llevar la batuta en lo que a movilización popular se refiere.

El bloque en el poder, congrega a un sector ligado directamente a la internacionalización de la economía que ha aprobado la inserción de Chile como apéndice situado en la periferia dependiente. Resituar a Chile como apéndice dependiente de la economía central fue el trabajo esencial llevado a cabo por la dictadura militar y que ha sido mantenido por los sucesivos gobiernos de la Concertación.

Por cierto, en todo bloque en el poder hay diversos componentes, cada cual con sus particulares características, pero los lazos transversales de la Concertación con la derecha (políticos, sociales, culturales) se comenzaron a manifestar con más fuerza desde el gobierno de Lagos. Recordemos que con ocasión de la última elección presidencial, la revista Capital (no querido lector, desengáñese, no se trata del viejo Marx) publicó una encuesta entre los patrones y dueños de empresas y de ella se desprendía que Lagos era su candidato favorito

El reformismo y la conciliación han sido una receta aplicada muchas veces en diversas latitudes. En Italia llevó a la desaparición del PCI y a la actual fusión de éste con la DC, con el consiguiente desencanto y descenso del horizonte de aspiración de cambio de las masas. En Francia, la colaboración de clases se manifestó en la llamada « mutación » emprendida por la dirección reformista del PCF que ha llegado hasta a vociferar con sus corifeos y amanuenses socialdemócratas las salmodias anticomunistas más burdas y que aceptó participar en un mal llamado gobierno de « izquierda plural » dirigido por el PSF, que durante los cinco años en el poder privatizó más empresas que los precedentes gobiernos de derecha. La sanción popular en 2007 ha sido inequívoca el : el PCF ha obtenido un 1,9% de los sufragios en la última elección presidencial y se encuentra hoy en una agónica fase terminal.

En contrapartida, la izquierda consecuente, extraparlamentaria como en Chile, ha registrado una adhesión popular, que tomando en cuenta las difíciles condiciones en las que dió la última batalla electoral francesa, obtuvo más del 8% de los sufragios (LCR, LO, PT y Altermundialistas). La lección es clara : cuando se estrechan relaciones con la socialdemocracia, el electorado popular se aleja. Lo que nos lleva a parafrasear una vieja y archiconocida frase de Tomic utilizada en muchas ocasiones por el PC que viene como anillo al dedo: « Cuando se gana con la nueva derecha (Concertación) es la nueva derecha la que gana ».

Es por ello que la loca carrera emprendida por la actual dirección del PC de Chile por subirse al menos en la pisadera del furgón de cola de la Concertación conlleva un peligro que para el comunista que escribe, reviste la máxima gravedad. Se aducirá como ya lo hemos señalado que en la lucha política se puede y se debe hablar hasta con el diablo sin por ello terminar oliendo a azufre. Pero en la deriva actual de la dirección del PC no hay sólo eso, no se trata únicamente de tomar el té con tostaditas cada cierto tiempo con conspicuos representantes concertacionistas y de la familia de los Ochocientos. No, hay algo más.

En el PC siempre existió un sector reformista que vió con buenos ojos la necesidad que la lucha política se circunscribiese exclusivamente al terreno institucional, legal, parlamentario. Ello se explica por la dependencia política, ideológica y financiera de Moscú. El gran debate continental habido no sólo en Chile sino en toda América Latina al respecto después del triunfo de la revolución cubana es decidor y no abundaremos en detalles.

Durante el gobierno de la UP dicho sector fue predominante en la dirección del PC y contribuyó con otros a su debacle, acuñando consignas y estableciendo una línea política que más que preparar al pueblo y a los militantes comunistas en todos los planos, los desarmaba. El « No a la guerra civil » ha quedado grabado en el bronce como demostración del alto grado de cretinismo imperante en dicha dirección.

Ahora bien, frente al impacto provocado en el exterior por el fracaso de un proceso que tuvo la osadía de autodenominarse revolución y que no « supo defenderse », surgieron voces discrepantes que con justa razón reclamaban por las responsabilidades en la tragedia. Pero claro, la dirección de entonces echó mano a los recursos de siempre, esto es, a sus relaciones internacionales y a sus estrechos lazos con Moscú y pasó la aplanadora. Muchos que ya antes del golpe habíamos denunciado la creciente conciliación y luego las responsabilidades por la catástrofe, fuimos, siguiendo un procedimiento conocido, catalogados de « ultraizquierdistas » y « caballitos de Troya », título de un lamentable opúsculo que emanó de la dirección del PC, donde se las emprendía contra el MIR, cuyos militantes combatían en Chile en esos momentos a la dictadura con las armas en la mano. Es sin duda, uno de los episodios menos gloriosos en la vida del PC.

La política de rebelión popular enunciada posteriormente, dígase lo que se diga, no fue del agrado de todos y algunos vieron con indisimulado beneplácito cuando la dirección del PC procedió a su abandono desde 1986, cuando se iniciaba la salida del período dictatorial que fue el resultado de un acuerdo entre la DC, el Alto Mando, Washington y algunos partidos otrora socialistas y ya para entonces socialdemócratas. En realidad nunca fue una política ampliamente compartida por ciertos dirigentes del PC que aspiraban a un entendimiento con los sectores de centro y con la antigua izquierda socialista vociferante y « mayonésica » que luego de vivir las delicias de un largo exilio dorado gracias a las prodigalidades de la socialdemocracia europea, había « sentado cabeza » y había excluido para siempre de su horizonte programático toda veleidad revolucionaria. Allende estaba muerto y bien muerto. Se le podía levantar una estatua, un mausoleo clausurado con un poderoso candado concertacionista que inhibiera todo intento por revitalizar su ejemplo y su acción.

Pero incluso ese conglomerado heterogéneo y reformista que contribuyó a la derrota de Pinochet en el plebiscito de 1988, se había planteado como una de sus primeras medidas ineludibles, la abrogación de la constitución de Pinochet y de la institucionalidad espúrea impuesta por la dictadura.

Han pasado veinte años. La atracción por el poder o digámoslo más derechamente, por la pega, las prebendas, el vil dinero, llevó a muchos comunistas a transformarse en ex. Lo mismo ocurrió en los otros partidos de la UP, es el conocido fenómeno de los renovados que pululan en todos los niveles y ámbitos del aparato del estado o en el sector privado. Ello debilitó al PC que debió aceptar la compañía y alianza con pequeños partidos y organizaciones considerados antes como infrecuentables y que ahora, en condiciones de pérdida de influencia en el ámbito nacional, aparecen como aliados pequeños pero imprescindibles a falta de otros de más envergadura. Siempre fueron vistos como aliados circunstanciales, klenex desechables, hasta el momento en que los partidos de más peso hicieron un signo y se dignaron invitar al PC a la mesa del pellejo -y no a la del festín que comparten únicamente con la derecha y los Ochocientos- para hablar de lo humano y lo divino, de lo conveniente que sería el 5% de votos comunistas para la próxima presidencial y sobre todo, de la necesidad que la dirección del PC trate de congelar las protestas sociales y condene toda « salida de madre » de los sectores extremistas, rodriguistas, violentistas, marxistas, anarquistas, protestas en las cuales los « desechables » parecen tener cada vez más protagonismo.

La muerte del obrero Rodrigo Cisternas en Arauco demostró que nuevas formas de lucha, más incisivas y radicales, se llevan a cabo por fuera de la pesada burocracia sindical oficial y por cierto, fuera de la línea trazada por la dirección del PC. El largo « flirt » el PC y el oficialismo gobernante complació sobremanera a aquellos que siempre habían añorado una política de colaboración con la socialdemocracia y la DC y estiman entonces que ha llegado el momento de socialdemocratizar al PC. Es ese proceso en curso el que se observa actualmente.

Esta deriva hacia la conciliación tendrá su prolongación en los acuerdos para las elecciones municipales a los que ya se apresta a suscribir la dirección del PC apoyando a candidatos concertacionistas en algunas comunas, en detrimento de la necesaria unidad de la izquierda.

La única manera de oponerse a nuestro juicio a esta deriva es elevar y acerar la unidad y potenciar el trabajo unitario del JP. Este debería estar dispuesto a conversar y negociar -como JP- hasta con el diablo, sin por supuesto transar en lo que es intransable, esto es, la lucha decidida por la abrogación de la constitución y su reemplazo por una constitución que sea el resultado de un proceso democrático, es decir, elección de una constituyente donde estén representados todos los sectores políticos. Dicha asamblea debería tener como tarea la elaboración de un proyecto de constitución que tendría que ser presentado para su aprobación por el pueblo soberano. Es así como se estila en los países civilizados. La izquierda extraparlamentaria tiene que potenciarse, es la única manera que una fuerza amplia que incluya toda su diversidad pueda instalarse como interlocutor ineludible para la democratización del país. Dejar esta tarea en las manos de la dirección de una sola organización que da signos evidentes de tendencias conciliadoras sería un error.

Paco Peña. JPM-Francia

París, 1° de junio de 2007.

Un Congreso defraudado

Pasados ya unos pocos meses de concluido el XXIII Congreso Nacional del Partido Comunista, es necesario detenerse a analizar lo ocurrido con sus resoluciones y puntos fuertes.

Lo más destacado de este torneo de la militancia comunista es el hecho de que gran parte de las células y organismos intermedios lograron realizar una rica e interesante discusión en torno a la necesidad de dotar al Partido Comunista de una política de real incidencia en la realidad nacional, con base en la potenciación del Juntos Podemos –entendido este como un referente en el que se conjugan puntos de acuerdo estratégico para la construcción de la alternativa antineoliberal-, con la tarea de identificar certeramente los centros neurálgicos del desarrollo de la lucha de clases como forma de concentrar allí esfuerzos principales en la construcción de la correlación de fuerzas que permitiese “CONQUISTAR UN GOBIERNO DEMOCRATICO Y DE JUSTICIA SOCIAL”, a pesar de que la realidad orgánica del partido, constatada durante el Congreso, es deplorable y muestra una rotunda disociación entre lo que se propone y la capacidad real de ejecutarlo.

Otro punto destacado fue la exigencia de una real política de formación de cuadros, una adecuada educación de los mismos y una vida celular que permita el actuar colectivo y creativo de cada uno de sus integrantes, como forma de potenciar la estructura y el frente de masas en el que se desempeña.

De alto interés para la militancia del Partido fue toda la discusión en torno a la Política Militar necesaria para la construcción de una correlación de fuerzas favorable al movimiento popular.


Contrabando de fondo


Lamentablemente, llegada la instancia nacional del XXIII Congreso, las resoluciones de las bases fueron disolviéndose en un lenguaje retórico que omitía toda la riqueza alcanzada, enmarcándola en los deseos de la Dirección del Partido y su línea política. Así es como, por ejemplo, en las resoluciones finales se afirma que “hemos aprobado, mayoritariamente, la Convocatoria al Congreso Nacional. Sus tesis políticas centrales, sus contenidos, sus propuestas”, cuando en realidad la Convocatoria fue en general mal evaluada en los congresos, si no totalmente rechazada, por su falta de análisis verdaderamente marxista y la tendencia a olvidar los aspectos estratégicos para resaltar elementos tácticos que avalan las magras políticas actuales.

Cuando el Congreso se proponía luchar “por una nueva Constitución Política para Chile y el establecimiento de una Asamblea Constituyente que elabore esa carta magna democrática y popular”, asumiendo el desafío de llegar al Bicentenario con esta meta, la redacción final antecede esta afirmación con un vago: “nos proponemos como objetivo central luchar para conquistar un gobierno democrático de nuevo tipo”.

Como corolario de todo esto, pasados estos meses, la centralidad de la política que la Dirección del Partido desarrolla está ligada a conseguir alguna pequeña transformación en el sistema electoral –no ya cambiarlo por uno democrático, pluralista y proporcional-, que de cómo resultado el poder elegir unos pocos diputados insertos en la misma institucionalidad existente y sin ningún desarrollo en la lucha de masas, que permitiría realmente desarticular la lógica de poder de la derecha y la Concertación.

De esta forma, el grupo de poder salió completamente ileso del debate, causando el consiguiente daño al partido, dejándolo sin capacidad de fortalecerse a través del cambio efectivo de cuadros en sus órganos dirigentes y la corrección de los defectos que lo mantienen a una orilla del camino de la historia.

Aun más, se ha desechado al Juntos Podemos Más contraponiéndolo a la figura del Parlamento Social y Político, compuesto este último por una parte del JPM y “figuras” concertacionistas. Todo esto para centrar la lucha en el cambio del sistema electoral, cosa que no necesita de lucha de masas, si no de acuerdos cupulares que se pueden llevar a cabo sin la participación del pueblo y, ojalá, sin las movilizaciones sectoriales que “molestado” en el primer período del gobierno de Bachelet. Recordemos que nuestra primera alianza es con y desde la clase trabajadora, que todo lo que hemos involucionado desde principios de los ’90 hoy se agrava con la construcción de esta especie de “bomberos” del sistema, que ayuda a superar las crisis de la Concertación y aplaca los ánimos de las masas en pos de un incierto acuerdo por variar mínimamente el sistema electoral –lo que incluso a creado “peleas a cuchillazo limpio” para ver quien se quedaría con estos sillones parlamentarios que ni siquiera tienen asegurado. De todas formas hay que estar alertas, pues de no realizarse el proyecto que se limosnea a la derecha y la Concertación, están dispuestos incluso a inscribirse en un subpacto con esta última para no perder la oportunidad.

Si de verdad se pretendiera apuntar a los objetivos de fondo que definieron las bases partidarias, es imposible dejar de lado la lucha central de cambiar la institucionalidad política pinochetista, base estructural de sustento del modelo económico, social y político excluyente. Como esto no aparece, tampoco se desarrolla la tan pedida educación de cuadros y menos una política militar seria y colectiva. La primera se traduce en charlas o “escuelas” de poca profundidad ideológica –o hasta definitivamente deformadoras-, mientras la segunda insiste en crear algunos grupos de escolta para los dirigentes y una tenue línea de autodefensa de masas, dejando de lado aspectos centrales en la definición de lo que debería ser este ámbito para un verdadero partido revolucionario.


Ausencia de lo militar


Lo ocurrido con el MPMR, es una repetición en el tiempo y en otro contexto de lo ocurrido con el Frente, donde imperan las tres visiones –por no decir tendencias o corrientes- que operan en el Partido. Unos, aquellos de posiciones claramente socialdemócratas, están por que se desarrolle todo lo relacionado con lo militar lo más alejado del Partido y les basta con mandar representantes, ir a sus actos y apoyar todo lo que se hace fuera de las filas, precisamente para no impulsarlo al interior del partido, con la excusa de que puede poner dificultades en el desarrollo de “nuestra política”.

Otros, aun cuando provienen en más de un 90% del Partido, creen que este ya no es necesario para avanzar en la lucha y que son los llamados a conducir el movimiento, con escasa o ninguna ligazón con la clase obrera, la única que puede garantizar verdaderos avances por cambios revolucionarios en nuestro país.

Los otros, la mayoría del Partido, sufren al ver que se le van nuevamente hijos nacidos y formados en sus filas, mientras sienten que su dirección desde hace mucho tiempo que no los representa.

La ausencia de dicha política integral se refleja en hechos como el que provoca el alejamiento de muchos compañeros que integran el Movimiento Patriótico Manuel Rodríguez, a quienes se les fue dejando “sin sal ni agua” de manera paulatina, cortando vínculos y atenciones hasta ponerlos contra la pared: “o están allá o se devuelven al partido”. Cosa que, lastimosamente, hizo uno de los miembros de la dirección nacional del MPMR, afirmando que no podía dejar de recibir su “estipendio”. El hoy miembro de nuestro Comité Central, César Quiroz, elegido sin que el Partido ni los delegados al congreso conocieran este hecho, por estos días recibe un reconocimiento por parte de los Jóvenes Comunista (Ver El Siglo Nº 1348) cuando jamás fue integrante del FPMR, puesto que su relación con el Rodriguismo comienza cuando participa en el MPMR.

Por otra parte, la Dirección –con Guillermo Teillier y Lautaro Carmona a la cabeza- le ha dado todo su respaldo a la denominada “Corporación de ex Combatientes”, que nace tras algunos objetivos loables, por carencias y falta de preocupación partidaria con los cuadros formados en el terreno militar, y en la cual participan destacados y honestos compañeros, pero que, entre otras cosas, se plantea conseguir recursos –incluso del Estado- para aquellos compañeros que quedaron en malas condiciones en lo social, educacional y económico.

Los compañeros se merecen eso y mucho más. Pero esto generara nuevos flancos de debilidades y esos compañeros se estarán autoneutralizando.

Para aquellos que crean que esta lucha termino, o quieren ser “Ex” combatientes, jubilados o en retiro, esto no importará. Sin embargo, para aquellos que sufren con los problemas diarios de nuestro pueblo, esto no puede ser. Tal como lo dijo el general Harry Villegas (“Pombo”) en el reciente acto que se usó para la presentación de dicha “Corporación”, nunca se puede ser “ex”, como lo confirma la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana que preside, donde hoy se incluyen los médicos y profesores cubanos que realizan tareas internacionalistas.

Existe, además, la solicitud de llenar un vitae para solicitar títulos u homologación de títulos. Entre los antecedentes solicitados están los que nadie puede solicitar para este objetivo, pues se piden todos sus datos, incluidos los secretos, sus grados, sus misiones y especializaciones, chapas, etc. Solicitamos a los compañeros que lo piensen y no entreguen estos antecedentes, pues no nos cabe duda que terminarán en el Ministerio del Interior. Mejor trabajo para el enemigo imposible. Para la homologación o títulos están todos sus datos donde ustedes estudiaron y trabajaron. Esto no es necesario.

Entendemos todo esto como un paso mas en el desmantelamiento, neutralización y aniquilamiento de todo lo que realmente tiene que ver con un desarrollo realmente serio de un trabajo militar, como parte integrante de nuestra política revolucionaria.

Estos problemas se solucionarán, cuando el conjunto del partido asuma en forma integral, partiendo por su dirección, una verdadera política revolucionaria, donde la política militar y el trabajo militar sea parte integrante de nuestra política. No tendríamos porque temer definirnos como un Partido “Marxista, Leninista, Rodriguista y Allendista”.


Sin transparencia ni democracia interna


Los delegados al congreso nacional en su mayoría, concurrieron esperanzados en producir los cambios que requiere nuestro partido para producir un salto cualitativo que pusiera a nuestra organización en el rumbo de la lucha social transformadora que requiere la clase obrera, en la lucha por el fin del modelo neoliberal y del sistema capitalista y la construcción del socialismo en nuestra patria. Pero durante el desarrollo del congreso en sus niveles regional y finalmente nacional, se comprobó que es imposible cambiar y corregir el rumbo del partido, como tampoco su estructura y la composición esencial de sus máximos organismos, salvo introducir modificaciones leves que no rectificarán la marcha defectuosa de la organización.

El Partido necesita un desarrollo real, esperanza que se había puesto en la Conferencia Nacional a desarrollarse este año, pero que ya se ve defraudada ante el reglamento ideado por la Dirección que permite la participación de dos delegados por regional, más el secretario político y delegados de acuerdo a la proporción de militantes de cada regional. Se deja de lado la idea de un evento democrático, que se desarrolle desde la célula, los sectoriales y los comunales, que son los espacios que realmente pueden conocer y determinar las necesidades de estructuración del Partido en sus respectivos frentes de masas.

En el ámbito de la democracia interna es mucho lo que se debe avanzar, pues si bien en el ámbito de las células, los sectoriales y comunales, e incluso en algunos regionales, se ha logrado que sean las bases las que elijan a sus direcciones, en la elección del Comité Central no se dan las condiciones mínimas que permitan una real representación.

Desde hace bastante tiempo se ha construido una mala forma de reproducir la misma dirección, no son pocos los que aparecen como sempiternos miembros del Comité Central, así como sucede con algunos que son funcionarios vitalicios, mientras se instala a otros pocos que serán el “natural” recambio que exigen los estatutos. Así fue como en este congreso, el discurso estalinista del encargado de Cuadros –que mostró el temor que tienen algunos de perder sus espacios de poder- dejó poco o ningún espacio para que los delegados se pronunciaran objetivamente en torno a quienes deseaban que fuesen parte del Comité Central. Así y todo, tuvieron que “modificar” algunas votaciones para que no quedaran fuera personajes tan desprestigiados como Guillermo Salinas y Francisco Huenante, que aparecen últimos entre los electos dejando fuera a dirigentes sindicales con base y de pelea. A pesar de esto, hoy el primero sigue formando parte de la Comisión Política y el segundo es el flamante Encargado Nacional de Propaganda.

Juan Gajardo, quien era y sigue siendo encargado nacional de cuadros, apuntó en lo fundamental de su discurso a asegurar que los delegados aprobaran la prelación según la lista propuesta por la dirección “saliente”, que siguió siendo fundamentalmente la misma, con muy escasos e irrelevantes cambios. En los cargos fundamentales continúan las mismas personas.

Más aún, el encargado de cuadros denunció y criticó la existencia de nuestro boletín, al que calificó de apócrifo y también denunció y criticó la tendencia expresada en numerosos congresos comunales y regionales, relativa a votar la prelación de abajo hacia arriba, conductas que calificó de intento por transformar a la organización en un partido de tendencias.

Las emprendió también contra las proposiciones de cuadros hechas por congresos comunales fuera de la prelación presentada por las direcciones salientes, con acusaciones infundadas, pero de suma gravedad, en contra de compañeros de la Octava Región y del Comunal de Puente Alto, pese a que el derecho de cada congreso a proponer cuadros además de los contemplados en las prelaciones elaboradas por las direcciones salientes y los organismos superiores está presente en los estatutos, el encargado de cuadros las presentó como parte de las tentativas por fragmentar al partido en tendencias. Pese a todo, se agregaron unos doce nombres a la lista oficial.

El informe de la comisión revisora de cuentas no aportó nada. El compañero Patricio Palma que fue el relator, sólo ofreció generalidades, como el monto de los gastos mensuales del partido para funcionar, contrastado con los escasos recursos que se obtiene por vía de las cotizaciones y otras actividades que no fueron identificadas. Se informó que el monto de las devoluciones por concepto de los bienes usurpados por la dictadura, ascendía a 6.000 millones de pesos, pagaderos en forma diferida. Pero no se informó qué se estaba haciendo con esos recursos. Sólo se dijo que en algunos casos se había liquidado parte de los vales vista, para cubrir el déficit entre gasto y cotizaciones.

Se mencionó muy superficialmente la existencia de algunas operaciones comerciales, sin entrar en detalle. Todo se inició con el anuncio del compañero Palma, de que si alguien esperaba que se destapara algún escándalo por el descubrimiento de irregularidades, lamentaban decepcionarlo, porque no habían encontrado ninguna irregularidad o anomalía. Por tanto todo estaba correcto en las cuentas de la dirección del partido.

El informe sólo agregó que el destino de una parte importante de los recursos devueltos no se podía informar, porque formaban parte de proyectos reservados estratégicos de la dirección. No dijo nada más. Es decir, lo que suceda con las finanzas del partido es sólo materia apta para un selecto grupo de compañeros que nos garantizarán que las cosas se harán perfectamente bien en cuanto a administrar los fondos. Es decir que los delegados al congreso nacional y el conjunto del partido sólo deben conocer una parte de lo que sucede con las finanzas partidarias, porque el todo es materia exclusiva de un selecto grupo de cuadros.

Para numerosos delegados a los congresos comunales, regionales y nacional, quedó en evidencia que la realización del congreso nacional fue, por sobre todo, un acto ritual, en que se hicieron muchas críticas y observaciones al desempeño de los máximos órganos de dirección de nuestro partido, a pesar de las cuales nada cambió en lo sustancial. En muchos lugares la disconformidad con la composición de algunas direcciones y en especial con la inamovilidad de
algunos integrantes de la Comisión Política , se ha ido fortaleciendo. Esta situación se ve tornando crítica, porque es el resultado de la enorme falta de democracia interna alimentada por hábitos militantes contrarios a la reflexión colectiva, ya que aún cuando los militantes disintamos de lo que dicen nuestros dirigentes, no somos capaces de enfrentarlos abiertamente, salvo en cuestiones menores que no afectaron la realización del “plan” para la realización del congreso. O cuando se levantan voces aisladas divergentes del discurso oficial, muchos no se suman a ellas aunque quieran, porque impera una cultura del monolitismo mal entendido, mediante el cual se otorga el valor de irrefutable a los argumentos de los principales dirigentes, quienes también lo consideran así. No es lo mismo “Unidad de Acción” que “Unidad de Pensamiento”, lo primero sólo surge de una amplia y profunda discusión que permita todas las opiniones y construya, desde esta base, el actuar unitario de un colectivo conciente.

Todo el mundo coincidió en que el tiempo para discutir fue muy escaso, salvo en las células, donde realmente hubo debate. Pero desde los congresos comunales hacia arriba, las resoluciones de las células fueron pasando filtradas hasta desaparecer, salvo aquellos puntos, como la Asamblea Constituyente o la política militar, que se hicieron sentir con fuerza y se abrieron paso hasta el fin del congreso, pero suavizados respecto a lo propuesto originalmente desde la base. La muestra más contundente de la falta de discusión fue el que los delegados al congreso nacional contaran con nueve minutos en total para intervenir sobre todos los temas en debate, algo completamente imposible.

Otro factor importante que marca la falta de democracia interna, es la definición de quines son partido y quienes no. “Lo dijo el Partido”, escuchamos con frecuencia, cuando se nos informa de una orientación emitida por la Comisión Política. Como si los otros militantes fuéramos ajenos a la organización y el partido que toma las decisiones se circunscribiera exclusivamente a un pequeño grupo de dirigentes. Esta deformación monstruosa del centralismo democrático, nada tiene que ver con la construcción del partido de nuevo tipo del que hablaba Lenin. Más aún, Lenin
escribió el “Qué Hacer” y delineó el carácter y forma del partido revolucionario en el contexto de la Rusia zarista de 1901-1902 y por tanto necesariamente hay elementos históricos que han propiciado otro contexto general. Vivimos otro momento del imperialismo y del sistema capitalista, que no niega la existencia de la lucha de clases –todo lo contrario-, pero en que las formas de la lucha social son inmensamente ricas y complejas, después de dos guerras mundiales, el desplome de los países socialistas de Europa del este, la presencia ejemplar de Cuba revolucionaria y el surgimiento en nuestro continente de una ola de movimientos populares y procesos como el bolivariano en Venezuela, el gobierno de Evo Morales y el MAS en Bolivia, el proceso ecuatoriano, después de experimentar la revolución sandinista en Nicaragua durante los años 80. También existe la experiencia colombiana que vive una guerra en que las fuerzas revolucionarias parecen avanzar inevitablemente a la victoria, incluyendo la aplicación de formas de lucha no sólo armadas o dicho de otro modo, empleando todas las formas de lucha.

No se trata de construir un partido sin disciplina, sino de hacerlo en base a una elaboración auténticamente colectiva, que haga identificarse a cada militante con las resoluciones adoptadas, de modo que a nadie le resulten ajenas.

No podemos permitir que prevalezca el sistema de orden y mando, que incluso no fue en dictadura tan excluyente como hoy, de las visiones e ideas diferentes a las de la Comisión Política. Bajo el principio de la unidad de acción se sepulta el debate real y las legítimas diferencias de muchos con la Comisión Política, como sucede por ejemplo respecto al tratamiento dado al Juntos Podemos.

La Dirección continúa inhibiendo la participación del Partido, mientras se supone que lucha contra la exclusión y por la democracia. Lo mismo pasa con los trabajadores en diversos espacios vinculados al Partido, como en la Universidad ARCIS, el ICAL, Radio Nuevo Mundo y El Siglo, donde se ha procedido a despedir a los trabajadores sin respetarles ningún derecho, lo que ha llevado -en el caso del periódico- a la conformación de un sindicato que defienda estos derechos.

Es importante observar el hecho de que todos los partidos comunistas que han virado hacia el centro y la socialdemocracia, como en Europa, lo primero que han hechos es deshacerse de sus medios de comunicación, y las crisis que vemos en la Radio y El Siglo parecen apuntar intencionadamente a sus respectivos cierres. El ejemplo de lo ocurrido por estos días en Francia es decidor al respecto.

Los movimientos revolucionarios y entre ellos el movimiento comunista internacional, han hecho un extenso recorrido histórico, que debiera echar luz sobre nuestros pasos y contribuir a la más acertada interpretación de la realidad nacional y de nuestro papel en ella, de manera que podamos superar la grave situación orgánica y política que domina al partido a pesar de la realización del XXIII Congreso. El partido somos todos y en él no debe imperar un sistema que disponga grupos que mandan y otros que obedecen solamente. No puede ser beneficiosa para la revolución una organización en que unos pocos intentan pensar por la mayoría. La corrección de esta tendencia tiene incluso que ver con el tipo de sociedad que aspiramos a construir en nuestro país.

La porfiada realidad y el desafío


Por estos días, al calor de las luchas de los trabajadores del subcontrato en las forestales y el cobre, de las manifestaciones de los deudores habitacionales y pobladores, de la corrupción interna de los bloques en el poder y de los fracasos del gobierno en las esferas del transporte colectivo, la educación, la previsión y otras áreas, la respuesta del modelo es la represión, es el aumento de la injerencia de los empresarios y la mantención de una política internacional
sometida a las órdenes del imperio (como se ve en el plano de las relaciones con el resto de América Latina).

Frente a esta realidad, acompañada de datos como el 12% que adjudica Adimark al Juntos Podemos (que no es atribuible a ninguna de las partes por separado), en detrimento del porcentaje que obtenía la Concertación , es necesario que el Partido asuma integralmente las resoluciones del XXIII Congreso, poniendo como actor principal al pueblo y los trabajadores, construyendo con ellos la alternativa antineoliberal, muchos de cuyos contenidos ya se encuentran incluidos en el programa del Juntos Podemos, y centrando los esfuerzos en la imposición de una Asamblea Constituyente que dote a Chile de una nueva Constitución Política, una que deje atrás todo atisbo de antidemocracia, de pinochetismo y de apuntalamiento del modelo neoliberal.

Requerimos desarrollar una correlación de fuerzas social, política y militar que haga inevitables estos cambios, que lleve a nuestro pueblo a construir una verdadera democracia, la que hoy más que nunca es camino real hacia el Socialismo y la sociedad Comunista que aspiramos a construir.

Necesitamos un Partido de Clase, comprometido con las luchas de los trabajadores y del pueblo, y dispuesto a llevar adelante la revolución necesaria para construir un país justo y para todos. No podemos aceptar que la Dirección nos ponga por un camino distinto de las condiciones objetivas que, casi instintivamente, han ido construyendo los movimientos sociales. Para eso debemos cada uno batallar desde todos los espacios del Partido, desde el movimiento social, sindical y político, haciendo saltar los candados que aprisionan a nuestro pueblo y a los honestos militantes revolucionarios.

Con Recabarren, Neruda, Víctor Díaz y Gladis Marín: ¡A construir alternativa antineoliberal!.

En el Bicentenario: ¡Asamblea Constituyente para una nueva Constitución para Chile!

Equipo de Redacción

Revista Principios

Mayo, 2007.

15 de agosto de 2007

Un aporte de Don Luis Corvalán

Por la importancia que tiene su palabra, especialmente en estos días decisivos del Congreso Nacional de los comunistas, el Comité Editorial de la Revista Principios entrega párrafos marcados del libro Santiago-Moscú-Santiago de Don Luis Corvalán.

(…) Los comunistas tenemos dos familias, la pequeña, la del hogar, y la grande, la del Partido. Las dos son partes entrañables de nuestras vidas. El Partido nos da la dimensión que va más allá de nosotros mismos. Ella se refleja en nuestros hogares, donde los valores no son sólo los que surgen de la convivencia y de la consanguinidad, sino también del ideal común. Un comunista se hace amigo de otro comunista apenas lo conoce. Habla con él con absoluta confianza, desde el primer instante. Y en Chile (seguramente en otros países la situación es similar) nuestros hijos se dirigen al militante del Partido como a un familiar. Para ellos todos los compañeros son tíos y tías. Los nombran como tales, con tanta naturalidad que pareciera que fuesen parientes de verdad.
Los trabajadores y los pueblos conocen y aprecian a los partidos comunistas por lo que hacen, por su lucha abnegada, por su entrega desinteresada a la causa de la emancipación, por su disciplina, por su honestidad. Pero nuestros partidos no son conocidos por dentro. Ello se debe, en gran parte, a nuestra propia manera de ser. No hablamos de nosotros mismos. Esto tiene sus méritos, pero también sus inconvenientes. Nuestro inolvidable Elías Lafertte solía decir en los plenos y congresos del Partido: “Me gustaría que las murallas de esta sala fueran de vidrio, para que todos pudiesen ver cómo discutimos, cómo nos preocupamos de los problemas de la gente y cuán unidos y fraternales somos”.
(…) Desde los tiempos de Recabarren nuestro Partido ha sido la fuerza más influyente en el movimiento obrero organizado. No es un partido obrerista. Pero siempre ha tenido presente que la defensa de los intereses y derechos de los trabajadores es su tarea primordial y que la lucha por el socialismo y el comunismo es ante todo misión del proletariado. Por eso afinca su organización en primer término en las empresas donde se concentra el mayor número de obreros. La clase obrera sólo tiene que perder sus cadenas bajo el capitalismo y tiene una firmeza y disposición combativa que ninguna otra clase social posee en forma tan clara y consecuente.
(…) De lo que se trata siempre que hay que abordar una gran tarea, es que todo el Partido se meta en ella y que su trabajo se realice en el seno mismo de las masas. La labor que se despliega por parte de los compañeros y compañeras en los frentes específicos de la actividad del Partido constituye un aporte indispensable al trabajo de dirección de todos los niveles. Sin embargo, la cosecha es abundante sólo cuando los conocimientos adquiridos por los especialistas los asimila todo el Partido y éste hace suyas las tareas que hasta un determinado momento han estado en manos de unos pocos. (…) Cierta vez, en Montevideo, en una reunión del Activo Nacional del Partido Comunista de Uruguay, un compañero me preguntó cómo nosotros habíamos logrado éxitos en el campo. Le dije: ‘Le voy a responder con tres palabras’. Cuando pronuncié esta frase pensé que podía aparecer pedante. Pero no tuve más que continuar y añadí entonces: ‘Yendo al campo’.
Así pues, el secreto de todos los éxitos está en acometer las tareas y no quedarse en palabras.
(…) Lo principal en los años 60 fue, en último término, el rumbo hacia el poder que emprendió el movimiento popular. La línea del Partido desbrozó el camino hacia ese fundamental objetivo. El Informe al XII Congreso, celebrado en marzo de 1962, tiene como título “Hacia la conquista de un Gobierno Popular”, en tanto que en 1965 se realizó el Congreso número XIII bajo el lema “La clase obrera, centro de la unidad y motor de los cambios revolucionarios” y, en noviembre de 1969 el XIV Congreso levantó con toda fuerza la consigna “Unidad Popular para conquistar el poder”. (…) La lucha no fue fácil ni del todo pacífica. Se desarrolló con una participación activa de masas, a través de huelgas, tomas de terreno, enfrentamientos callejeros, marchas de protesta y otras múltiples formas.
(…) (El Golpe) El lunes 10 en la mañana, el día entes del golpe, se reunió la Comisión Política en Teatinos 416, sede del Comité Central del Partido. Había que evaluar la grave situación creada, tomar decisiones y asumir las responsabilidades consiguientes. (…) Era preciso tirar todas las cartas sobre la mesa en la reunión de la Comisión Política. ¿Qué sucedía con nuestra fuerza propia, con los efectivos paramilitares que habíamos logrado formar para defender en un momento determinado las conquistas del pueblo? ¿Con qué recursos y posibilidades reales contaban estos efectivos?
Nosotros creamos las Comisiones de Vigilancia del Partido, cada una de ellas compuesta por 10 hombres. Observaban una disciplina semimilitar y actuaban de acuerdo a las instrucciones emanadas de los Comités Regionales a través de su propio organismo asesor.
Dichas comisiones llegaron a contar con cerca de tres mil miembros en todo el país, la mitad de los cuales actuaba en la Provincia de Santiago. Desempeñaron importantes tareas de vigilancia en los
actos de masas, en los locales del Partido y en las casas y trayectos de sus dirigentes. Sus integrantes aprendieron, cual más cual menos, las técnicas de la defensa personal y el manejo de armas cortas.
Una prueba de la eficiencia que lograron adquirir la dieron durante la celebración de los 50 años del Partido en enero de 1972. Cubrieron en excelente forma los actos de masas realizados en esa ocasión en todas las provincias, comprendiendo el gran mitín de Santiago, efectuado en el Estadio Nacional.
(…) Además de las Comisiones de Vigilancia disponíamos de lo que llamábamos los Grupos Chicos, constituidos por cinco personas cada uno. Sus integrantes debían tener por lo menos 5 años de militancia, no haber sido objeto de sanciones disciplinarias, haber hecho el servicio militar, salvo contadas excepciones, y distinguirse por la claridad y firmeza sobre la política del Partido y un decidido espíritu de sacrificio. Debían tener también una edad que les permitiera empuñar las armas y desempeñarse como buenos combatientes en un caso dado.
Nuestro parque de “herramientas” estaba formado por un número indeterminado de armas cortas que poseían las Comisiones de Vigilancia. Para defender las conquistas del pueblo y el Gobierno
constitucional del Presidente Allende, nos pertrechamos de 400 fusiles automáticos y de 6 lanzagranadas con 3 proyectiles cada uno. Estas armas estaban a disposición de los Grupos Chicos, cuyos miembros, más o menos entrenados en su manejo, no alcanzaron a pasar de 200 a través de todo el país.
La fuerza paramilitar de que disponía nuestro Partido y, en términos más amplios, el movimiento popular, era suficiente o más que suficiente para iniciar una guerra de guerrillas en condiciones
determinadas. Pero era marcadamente pobre e incapaz de enfrentar, en una batalla que debía resolverse en un par de días, a las Fuerzas Armadas del país que se habían alzado contra el Gobierno constitucional. Además, no habían adquirido el indispensable espíritu de cuerpo, se hallaban muy desperdigadas y no tenían en sus manos las armas automáticas que se había logrado acumular.
(…) El derrocamiento del Gobierno de la Unidad Popular sólo pudo ser logrado mediante las armas, por la traición de un grupo de generales y almirantes facciosos. No obstante, la caída del Gobierno de Allende fue, ante todo, una derrota política.
Como señaló nuestro Partido en el Pleno de Agosto de 1977, “se puede concluir que las cosas marcharon de modo que el desarrollo de la correlación de fuerzas se dio en favor de la Revolución cuando hubo unidad de criterios al interior de la Unidad Popular, se actuó con fidelidad al Programa, se abrió paso a la movilización popular, y el gobierno se apoyó en ella, se dirigieron los fuegos contra los enemigos principales y se tuvo en cuenta por tanto las diferencias que había en la oposición.
Al revés, cuando las condiciones mencionadas no se reunieron, cuando primaron las diferencias en el seno de la coalición, cuando se pretendió pasar por encime del programa, cuando se quiso contraponer al Gobierno Popular a sectores –aunque fuesen minoritarios- del pueblo, cuando los sectores medios fueron convertidos en el enemigo principal, el Gobierno Popular sufrió derrotas, el enemigo aprovechó nuestros errores y desmejoró la correlación de fuerzas”.
(…) No es el propósito de estas páginas referirnos a ellos (errores y aciertos) en forma pormenorizada, sino apenas mencionar las cosas gruesas, entre las cuales está nuestra incapacidad de defender el Gobierno y las conquistas revolucionarias en todos los terrenos.
Repetimos, los combatientes más o menos preparados y las armas a su disposición no era poco para iniciar una lucha armada de largo aliento, pero era más que insuficiente para enfrentar, de un día para otro, una operación bélica combinada de las tres ramas de las Fuerzas Armadas y Carabineros, que sumaban más de cien mil hombres con alto poder de fuego.
Aquí también estaban de por medio los errores de concepción política. En 1963, es decir, siete años antes de la victoria del 4 de septiembre, habíamos empezado la preparación militar de algunos cuadros del Partido. Si no habíamos avanzado en la medida necesaria, no se debía sólo ni tanto a las dificultades materiales de un destacamento revolucionario que opera en las condiciones de un gobierno democrático-burgués, como a las limitaciones derivadas del peso que, después de todo, ejercía sobre nosotros la ideología burguesa, entre otras, la creencia de que en el Ejército de Chile prevalecería para siempre el constitucionalismo y el profesionalismo, y de que por esto se subordinaría al poder civil y a la voluntad del pueblo cualquiera fuera el gobierno en ejercicio.
(…) El encargado militar del Partido en aquel tiempo, elaboró en 1977 un informe de 33 páginas sobre lo que se hizo y no se hizo en esta materia, y da en este documento algunas opiniones muy
valiosas. Dicho informe lo redactó a mi requerimiento. En él sostiene que el Partido, como organización de vanguardia, debe contar con buenos cuadros militares revolucionarios, a propósito de lo cual recuerda que a fines de 1963 o comienzos de 1964 propuso que, al menos, una parte del Comité Central, incluidos miembros de la Comisión Política, pasaran por cursos que les permitieran conocer los principios básicos de la lucha armada. Esta proposición, agrega, fue aprobada, pero no se llevó a la práctica, ya que sólo dos miembros del Comité Central participaron en este tipo de cursos. “El problema de fondo –dice- es que a nivel de Comité Central no fuimos capaces de asimilar todas las formas de lucha”. De aquí partía la incomprensión que se encontraba en los Comités Regionales y Locales para encarar concretamente la tarea de incorporar más gente a los Grupos Chicos y a las Comisiones de Vigilancia.
La conformación de la fuerza propia no puede surgir anárquica ni espontáneamente. Debe ser fruto de la línea política y de las decisiones y medidas prácticas que adopte la o las organizaciones políticas de vanguardia. El desarrollo y la capacidad combativa de la fuerza propia se adquieren en mayor grado cuando se tiene que vivir en las trincheras y atravesar las llamas de la lucha. Pero se pueden y deben adquirir también, aunque en menor medida, en las situaciones en que no corresponde enfrentar con las armas al enemigo de clase. Sostener sólo lo primero y no ver este segundo caso, conduce a justificar la falta de preparación en el dominio de todas las formas de lucha de aquellos destacamentos revolucionarios que operan en condiciones de legalidad burguesa.
(…) En conclusión, pensamos que, tras la caída de la dictadura, debemos luchar para que el país se dé otras Fuerzas Armadas, reestructurando profundamente las instituciones militares, en cuyo seno las ideas democráticas deben arraigarse en forma de constituir uno de los cimientos esenciales de su unidad y de su espíritu combativo al servicio del pueblo y de la Patria.
Las viejas ideas e instituciones tratarán de aferrarse al pasado. Pero, en último término, después del golpe del 11 d septiembre y del período de opresión fascista, nadie podrá pensar ni ser igual que antes.
(…) Si, al surgir una desinteligencia o planteamiento erróneo, se entra por el camino de la adjetivación y, sobre todo, de la calificación de intenciones, el problema se agrava y el acuerdo se hace más difícil. Por el contrario, si se aborda la cuestión de manera serena, objetiva y fraternal, si se actúa con paciencia y no se toman las cosas en lo personal, el común entendimiento es relativamente fácil.
A veces, a uno puede molestarle una opinión o alguna actitud; pero si uno se molesta, ha de ser por la opinión y no por la persona. Como decía un poeta húngaro: “no me enfado contigo, me enfado por ti”.
(…) El Partido aparecía invencible y su línea impecable a los ojos de sus afiliados. La caída del Gobierno Popular demostró que ello no era así, que el Partido no era aún suficientemente fuerte, que habíamos cometido errores y que en nuestra línea política había algunas insuficiencias. En lo sucesivo, nuestros militantes sentirían el deber de desarrollar su espíritu crítico, de reflexionar más, de pasar cada cosa por su propio tamiz.
Tal actitud es el punto de partida de una mayor conciencia revolucionaria y de un más alto grado de responsabilidad individual y colectiva.
Todos nosotros, cual más, cual menos, sin excepción alguna, fuimos prisioneros del ambiente que nos rodeaba, de las concepciones democrático-burguesas que dominaban en la vida política y cultural del país. Esta ha sido, ante todo, una debilidad ideológica. Su reconocimiento abierto es más que necesario, indispensable, para que todo el Partido le preste atención al estudio, le dé más importancia a la teoría y tome clara y firme conciencia del deber de prepararse y de estar preparados para las más diversas contingencias, esto es, de dominar las más variadas formas de lucha, comprendidas las que exijan el empleo de la violencia aguda.
Las lecciones de la vida se aprenden con mayor rapidez que las enseñanzas de los libros, o dicho de mejor forma, éstas últimas se asimilan más cuando calzan con la experiencia propia. Esto dignifica, al fin de cuentas, que nuestro pueblo –y ciertamente nuestro Partido- y otros partidos populares- no pasarán en vano por los años de la tiranía fascista. Una nueva mentalidad, una mentalidad revolucionaria más abierta, más amplia, más completa, más clara, se viene incubando en las masas.
Los avances y desarrollos de la línea del Partido, las complementaciones teóricas y prácticas que han venido produciéndose, han encontrado una acogida favorable. Nuestros militantes recibieron con alegría las orientaciones y exigencias combativas contenidas en el discurso del 3 de septiembre de 1980 y en intervenciones y declaraciones posteriores.
(…) En la lucha por la conciencia del hombre consideramos que cada pérdida de militantes, sea por la vía de la expulsión o del alejamiento personal, es objetivamente una derrota del Partido. Por eso, nos armamos de paciencia para discutir con aquellos compañeros que muestran alguna duda o sostienen posiciones divergentes. En casos muy contados no se ha tenido éxito. Pero el resultado general de la aplicación del método ha sido positivo. Además, demuestra que el Partido no empuja a nadie fuera de sus filas. El que se va lo hace por su propia decisión, hasta donde esta decisión opera libremente y no es el resultado conciente o inconciente del poder deformador o corruptor de la burguesía.
(…) Nuestro Partido ha sido capaz de mantener una real cohesión orgánica, ideológica y política a lo largo de todo el período fascista, y no porque esté inmunizado contra todo mal, pues ningún partido lo está. Si ha resuelto positivamente los problemas de funcionamiento planteados por la clandestinidad y por el ostracismo de miles de sus mejores cuadros, se debe a varios factores concluyentes. Uno de ellos ha sido la correcta manera de abordar el problema de la relación interior-exterior y el desempeño de una Dirección Unica. Otro tiene que ver con la forma práctica de guiarse por el centralismo democrático en las difíciles condiciones en que le ha correspondido actuar. Naturalmente, en estas circunstancias, la aplicación de ese principio no puede hacerse siempre de acuerdo a la letra de los Estatutos. Por ejemplo, sólo las direcciones de las células han podido ser generadas en este tiempo por la vía de elecciones. Los Comités Locales y Regionales, en cambio, han debido ser designados desde arriba. Pero al ser designados, se han tenido en cuenta no sólo la capacidad de los cuadros, sino también la autoridad y el prestigio que han conquistado, es decir, de algún modo, la opinión que lo militantes tienen sobre ellos.
(…) Entre muchos otros factores que determinan la cohesión del Partido –y uno de los más decisivos está también el hecho de que él es, ante todo, un Partido de acción. La acción une y permite darle un sentido creador a la vida del militante, le hace ver objetivamente no sólo las dificultades, sino también las perspectivas, sentir el latido del corazón de las masas y recibir de ellas su potencialidad revolucionaria, tanto cuando ésta es declarada como cuando todavía permanece latente.
(…) También hemos conocido casos de compañeros a quienes se les ha ido el humo a la cabeza y han perdido la modestia comunista, manteniendo actitudes despectivas hacia los que no han tenido la oportunidad de estudiar tanto como ellos, y, en fin, tampoco hemos carecido de uno que otro asomo de menosprecio por el pasado heroico del Partido y el papel de los viejos dirigentes. A unos y otros respondió Julieta Campusano en la última reunión del Comité Central del Partido al decir que éste es fuerte y grande porque ha sabido reunir, en un solo todo, la inteligencia y conocimiento de los letrados con la sabiduría y la abnegación de los ignorantes, así como el ímpetu de los jóvenes con la experiencia de los viejos.
(…) Tal vez sea bueno subrayar la importancia de escuchar y considerar las opiniones de todo el Partido, desde las que tienen los militantes más modestos hasta las que sustentan los miembros del Comité Central. Y ellos porque la línea del Partido, que emana de la realidad concreta analizada a la luz de la teoría marxista-leninista es, en último término, la sistematización del conocimiento y la experiencia de todos sus militantes. No es producto que se elabore en ningún gabinete o invente el cerebro de algún dirigente. Por supuesto, los dirigentes juegan un papel esencial en la elaboración de la política del Partido. Pero ella está sometida cada día a la prueba de la práctica. Teoría y práctica constituyen un todo inescindible cuyo valor y fuerza se expresan en la política del Partido en relación directa con la profundidad del conocimiento y la envergadura de la acción por parte de miles y miles de comunistas.
En el Partido no caben dos tipos de comunistas, unos teóricos y otros prácticos. Se puede reunir ambos elementos en diferentes grados pero no prescindir de uno o del otro. En cambio, debemos esforzarnos por saber cada vez más y, al mismo tiempo, por traducir lo que se aprende a la práctica cotidiana.
Carlos Marx señaló que lo más importante es transformar el mundo y no sólo interpretarlo, como lo habían hecho hasta entonces los filósofos. Por eso, la doctrina que él creara –y que desarrollara
y enriqueciera Lenin- hace al Partido Comunista una organización activa que exige de cada afiliado un alto nivel de entrega a la causa y una disciplina de hierro. Las opiniones individuales de sus
militantes son bienvenidas y respetables, pero, en definitiva, cada uno y todos nos regimos y debemos regirnos por la opinión y las decisiones del Partido. Sólo así constituimos un verdadero Partido Comunista.
(…) En la lucha se va forjando la unidad de los trabajadores y de las fuerzas democráticas. Se abre paso el convencimiento de que sólo peleando se puede lograr la victoria.
La iniciativa ha pasado a manos del pueblo. Este dirá la última palabra.

Julio de 1983

A los Comunistas de Chile

El Comité Editorial de la Revista Principios entrega a continuación un breve resumen de lo que se ha vivido en el transcurso del Congreso Nacional y de lo que pensamos debe ser el centro de la discusión y resoluciones del XXIII Congreso Nacional del Partido Comunista de Chile.

El XXIII Congreso Nacional del Partido Comunista de Chile llega a su fin. Dentro de pocos días se realizará el debate central en que participarán poco más de 400 delegados, según la información
oficial entregada por la Comisión Política.
Culmina una jornada llena de empeño y creatividad desarrollada por el conjunto del partido.
Muchos participaron en los debates buscando corregir una suma incalculable de errores, malas prácticas, vicios metodológicos, en busca de reorientar al partido de los trabajadores manuales e
intelectuales, pero por sobre todo, de la clase obrera, hacia los cauces del pensamiento marxista leninista aplicados a la sociedad chilena en estos albores del siglo XXI.
Termina un proceso de meses, en que los abnegados militantes llegaron a sus congresos de célula, llenos de esperanzas, a entregar sus visiones, sus sueños y proyectos, para construir una política más certera y un partido capaz de aplicarla, para transformar el país, superar el neoliberalismo, derrotar definitivamente la herencia de la dictadura y abrir paso a un proyecto democrático real, para que alguna vez la justicia social reine en nuestra tierra y honrar así a quienes cayeron luchando por un país mejor, un Chile fraterno para todos sus hijos.
El sabor final de este torneo dejará un gusto amargo y dulce. Amargo especialmente si los delegados al Congreso Nacional no avanzan profundamente en la concreción de definiciones trascendentales para las batallas políticas y sociales que vienen. Tanto en aspectos estratégicos y tácticos, como en las características orgánicas, teóricas y prácticas del partido necesario para organizar al pueblo, a los disconformes, a los desencantados, a los marginados, a los súper explotados e impulsarlos a la lucha social y política por sus derechos y los de todos.
El sabor amargo y la disconformidad ya son una realidad en numerosos Comités Comunales y Comités Regionales del país, porque el aparataje que denunciáramos en el primer número de
nuestro boletín en esta nueva época, desplegó sus máximos esfuerzos para que las resoluciones de cada congreso atenuaran sus críticas a la dirección central, especialmente a la Comisión Política. Intentaron por todos los medios manipular las resoluciones del mayor número posible de congresos comunales y regionales, para que no se expresaran claramente las críticas de cómo se enfrentó el tema de la segunda vuelta electoral. Las críticas fueron desde la decisión de apoyar a Michelle Bachelet en la segunda vuelta electoral a la incapacidad de las direcciones, a todo nivel, de discutir con el conjunto del partido la decisión y la implementación de esta.
No se planteo al Partido cuales eran los objetivos que se perseguía el partido a corto, mediano y
largo plazo con esta decisión. Esta decisión no fue acompañada de medidas orgánicas que la aseguraran.
En muchos lugares se arribó a una redacción que valoró la decisión de apoyar a Bachelet, pero presentando “observaciones” al método utilizado, sin consultar al Partido.
La incapacidad política de la dirección regional y la dirección central nos llevo a no convencer y resolver administrativamente, por ejemplo interviniendo el comité comunal Melipilla luego de la
segunda vuelta, pues en su mayoría los militantes rechazaron el apoyo a Bachelet y el desahucio del Juntos Podemos asumido en primera instancia por la Comisión Política, algunos de cuyos miembros no han vacilado en manifestar su menosprecio por la alianza electoral construida desde antes de las exitosas elecciones municipales de 2004.
Pero la “limpieza” de las resoluciones no se quedó sólo en lo señalado. También se intentó blanquear casi todas las críticas a la convocatoria, que fueron muchas: desde la escasa autocrítica asumida por los máximos organismos del partido respecto al papel jugado por ellos en los últimos cuatro años, pasando por la inexistencia de reflexión sobre las razones por las que no se consumó el “viraje” planteado por el XXII congreso. Poco o nada han recogido las resoluciones acerca de las causas reales del estado orgánico actual del partido. En su mayoría sólo han sido constataciones de aspectos deficitarios en lo orgánico o en lo ideológico, pese a que las células mayoritariamente de acuerdo a nuestro registro, expresaron abundantes críticas y argumentos sobre las fallas, debilidades y las causas de estas, atribuyéndole a diversos organismos del partido y dirigentes, la responsabilidad correspondiente.
Otro tanto ocurrió con las denuncias políticas sobre actitudes corruptas de dirigentes sindicales, las que fueron sistemáticamente rechazadas por las delegaciones del comité central, que en conjunto
con las direcciones alientes se jugaron por “limpiar” la redacción de las resoluciones para que no apareciera la palabra corrupción, hasta quedar en algunos casos reducido el planteamiento a declaraciones de buenas intenciones respecto a cuestiones conductuales generales.
En general todo indica que está concluyendo un congreso más, marcado por la formalidad, casi como el cumplimiento de un ritual que asegura cada cuatro años que la mayor cuota de poder interno del partido, permanezca en las mismas manos. Cuestión que se asegura con la “promoción” de dirigentes elegidos a dedo, cuya principal característica –mayoritariamente, salvo escasas excepciones- es estar dispuestos a subordinarse incondicionalmente a los designios de la Comisión Política y del secretariado, que mantienen de manera permanente el mismo núcleo, sin mayores renovaciones.
Sólo se realizan leves modificaciones para que mostrar que hay cambios, pero sólo se trata del traslado o trasvasije de algunos rostros. La “alta política” la seguirán decidiendo y realizando los mismos de siempre.
Pese a todo, se abre paso el dulzor de un aire nuevo y tonificante, porque a pesar de la resistencia organizada por el principal grupo de poder y quienes le son incondicionales, quedaron establecidas
en algunos regionales resoluciones como: la necesidad de caracterizar mejor el tipo de democracia al que aspiramos; la iniciativa de pelear por la implementación de una Asamblea Constituyente que elabore una nueva Constitución. Resoluciones que de alguna manera son superiores a la sola modificación del sistema electoral binominal e incluso a los cuatro puntos levantados por el Parlamento Social y Político.
Las resoluciones de los congresos comunales y regionales no sólo enunciaron ni se quedaron en homenajes en lo relacionado al tema militar. Hablaron de política militar, desarrollaron sus componentes y plantearon tareas concretas. La mayoría del partido se opone seriamente a que reeditemos el llamado “Vació Histórico” y asume que el desarrollo de la política militar, es un tema que le concierne al conjunto del partido, que este no es un tema solo de especialistas y que esta política debe ser parte integrante de nuestra política revolucionaria.
Estando claro que el accionar militar de hoy debe ser muy distinto al que desarrollábamos en la época de la dictadura, la implementación de nuestra política militar y el desarrollo del trabajo militar es algo que no se puede dejar para mañana, es algo constante y permanente en la vida del Partido. También se instaló la determinación de impulsar la movilización social como único camino para alcanzar una democracia plena.
A pesar de los esfuerzos por “limpiar” las resoluciones sobre corrupción entre algunos dirigentes sindicales, el tema quedó planteado y todavía falta lo que digan y determinen los delegados al
Congreso Nacional.
Es así como surgieron proposiciones para modificar los estatutos del partido, que dan cuenta de los asuntos que estuvieron en el centro del debate de células, comités comunales y regionales. Por ejemplo una propuesta que busca modificar el artículo 50 de los estatutos, para que el Congreso Nacional renueve el Comité Central en un 25 % y no en el 20 % que actualmente está vigente. Otro tanto ocurre con otra propuesta orientada a modificar el artículo 27, respecto a que la dirección “deberá organizar una consulta partidaria sobre cuestiones políticas trascendentes”, que actualmente dice “Podrá organizar también una consulta....”. Esta es una clara preocupación por lo ocurrido frente a la segunda vuelta electoral. Son materias que deberán resolver los delegados al Congreso Nacional.
Entre las reflexiones hechas por algunos de los compañeros que forman parte de la maquinaria que controlaba hasta ahora el partido, se reconoce que no lograron parar todas las cosas que se proponían en materia de resoluciones, pero que además reconocen que las propias elecciones producidas en diversos comunales y regionales los tomaron por sorpresa. Algo ha ocurrido que no lograron manejar resoluciones y elecciones como esperaban. Tanto es así, que algunos de esos compañeros han planteado que ha habido votaciones corporativas, con las que hay que tener cuidado. Algunos sostienen que se encuentra operando una “máquina” en la que estarían involucrados los ex presos políticos y los exonerados. Otros afirman que esta “máquina” no podrá operar en el Congreso Nacional, incluso creen ver una operación de la que participaría el MPMR. Otros agregan que las votaciones corporativas han generado que se vote de abajo hacia arriba, derrotando o debilitando la prelación propuesta por cada dirección saliente y arrojando como saldo, la elección de direcciones distintas a las que esperaban. Ninguno de estos analistas se pregunta sobre qué está diciendo el partido con esa forma de votar.
La preocupación por esta situación llegó a tal extremo, que en el pleno del Comité Central, realizado el sábado 18 de noviembre, no se entregó a cada integrante del Comité Central un ejemplar del informe para que lo conservase como un documento de trabajo propio, sino que se le proporcionó una copia numerada y debidamente registrada del documento, la que debieron devolver una vez concluida la reunión. El sistema propio del régimen de circulación de documentos bajo medidas de contra inteligencia, representa el desconcierto y la preocupación del grupo de poder que controlaba el partido hasta ahora. Decimos controlaba, porque el sólo hecho de que se vean obligados a imponer medidas de seguridad que amenazan la democracia interna y el propio espíritu de un congreso del partido, refleja un elevado grado de preocupación por el control real.
Por todo lo señalado queda una gran tarea para los delegados al Congreso Nacional. A ellos les corresponde dirimir si los comunistas chilenos tendremos más de lo mismo por otros cuatro años o si sacaremos al partido del estancamiento que enfrenta respecto a su trabajo de masas, a su papel en las luchas de los más amplios sectores de la sociedad, especialmente de los trabajadores, a su crecimiento electoral, al desarrollo y dominio de todas las formas de lucha que demanda la lucha de clases, su aplicación acorde a las características que adquieran las diversas etapas del proceso social, como de la resistencia ofrecida por los sectores dominantes. En definitiva su marcha irrenunciable hacia la conquista de una democracia avanzada, del socialismo y finalmente del comunismo.
Este Congreso Nacional –a diferencia de otros anteriores- tiene la oportunidad de producir un vuelco importante en la política y en la organización, inspirado en sus raíces y su proverbial compromiso de lucha y abnegación. Este congreso tiene la oportunidad de remover trabas y por qué no decirlo, nuestros propios enclaves de poder, para poner de pie al colosal intelectual colectivo que pueda ser visto sin reproches por su transparencia y compromiso de lucha.

Adelante con el XXIII Congreso...
Con Gladys...Mil veces venceremos...

Noviembre 2006